El irrepetible Martin Luther King inició aquel inolvidable discurso diciendo Yo tuve un sueño y luego enumeró las cosas que hacían falta para conseguir terminar con el odio racial en los Estados Unidos. Mucho más modestamente, yo también tuve un sueño que comenzó con una pesadilla. Veía las noticias del día, los cortes de calle, políticos amenazantes, desastres no esclarecidos, índices económicos alarmantes, informes agoreros sobre el futuro más cercano, gente gritando, carteles, insultos, miedos y ya cuando casi la pesadilla me obligaba a sacudirme, una luz calma y precisa se instaló en mi sueño y me vi de pronto parado frente a un enorme pizarrón de color verde, a mi lado un hombre de pelo canoso y una tiza blanca en su mano. Mirándome fijo, como invitándome a seguir sus movimientos, comenzó a escribir con letra pareja y clara. Sentía en mi cara una brisa fresca y mi atención se centró en aquella tiza dibujando palabras sobre el fondo verde.
El hombre escribió: "Argentina. Un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su origen de trabajo de esfuerzo. Algún día los niños de este país no serán asesinados por la delincuencia no eliminada. Algún día sus políticos serán hombres dedicados al bien público y no a la rapiña, la corrupción y el ventajismo. Pronto la moral volverá a tener protagonismo y la ley será respetada. Cerca están los tiempos en los que sus habitantes no duden de todos, ni sospechen hasta de la sospecha y no pongan todo en tela de juicio. Los niños irán a las escuelas a aprender con maestros llenos de vocación. No habrá miles y miles de adolescentes analfabetos si los que mandan se lo proponen y nos los dejan así, como carne de urnas".
De pronto el hombre hace una pausa y me mira muy fijamente. Ahora en su mano hay una tiza de color rojo.
Sigue escribiendo: "No son los mejores de mundo pero tampoco los peores. Perdieron buena parte de los tesoros intelectuales que tenían, pero los recuperaran si se lo proponen. Abandonarán el primero yo y el no te metás y pronto verán los resultados de este cambio. Respetarán a sus mayores. Reconocerán los valores de los demás y no juzgarán con liviandad. Tendrán un grado de humildad que les permita aprender de los que más saben. La política no generará grietas en la sociedad sino debates inteligentes donde haya un fin común. Se acabarán los personalismos y los personajes autoritarios. El poder será siempre transitorio y nadie se supondrá su dueño. La pobreza no será un botín en la guerra de las estadísticas sino un enemigo a derrotar cada día con un esfuerzo concreto y visible. El trabajo deberá ser una cultura obligatoria".
El hombre dejó de escribir y entonces oí su voz, profunda pero serena "copia esto y replícalo cuantas veces puedas". Sólo agité mi cabeza de arriba hacia abajo y me desperté cargado de paz. Y aquí estoy querido lector, cumpliendo la promesa de mi sueño.
V. CORDERO