Como es de público conocimiento el ente monetario ha emitido un comunicado que en su contenido, (no en el resumen publicado) apoya supuestamente los esfuerzos del Gobierno para salir del agujero negro en que la sumió el experimento del Plan Platita, sus correlativos, sus exageraciones y la ignorancia sin par de la conductora del movimiento peronista plasmada en sus cepos y demás improvisaciones.
Felizmente esta vez algunos economistas locales famosos han descubierto finalmente que la entidad internacional está invadida por un hato de incompetentes subdesarrollados cuyos consejos no deben ser tomados en cuenta para lograr los objetivos a los que cualquier economía seria debe aspirar. Su condición de prestamista de último recurso no le garantiza, ni por sus estatutos ni por su calidad técnica, la potestad de dar consejos. Al contrario. Si intentase cobrar lo que se le adeuda no debería darlos.
Pero hay hechos más graves aún. El Fondo ha comprometido al Gobierno para que le “informe” con anticipación sus planes de reforma fiscal, lo que el Gobierno ha aceptado. Hasta ahora, la burocracia financiera había venido manifestando la importancia de contar con un sistema impositivo claro, simple, de pocos tributos, que no estorbara el crecimiento y la competitividad, y otras frases más o menos genéricas sin demasiada precisión. De amplio espectro, digamos.
Pero ahora el FMI se ha sacado la careta de neutralidad fiscal y de respeto por la propiedad y la libertad, no ya ante Argentina, sino mundialmente. En su última bula, con el argumento de que la Inteligencia Artificial destruiría una parte relevante de los puestos de trabajo, ha decidido promover la aplicación de impuestos a la riqueza, o adicionales a las ganancias elevadas, con lo que se alinea con la tesitura de la Agenda 2030, con argumentos bastante similares y también con consecuencias bastante similares.
O sea que la sociedad debe mantener con sus ingresos y bienes a los no trabajadores, que no deben hacer ningún esfuerzo por reconvertirse, una expectativa que va mucho más allá que las ensoñaciones del mismísimo Marx, que sólo quería una participación mayor de la torta para los trabajadores.
Mientras simultáneamente se fomenta desde los mismos ámbitos la incompatibilidad entre la necesidad de crear más empleo y las demandas de menos horas de trabajo, menos presencialidad, mayores remuneraciones libres de impuestos y más garantías y mejores condiciones laborales, un suicidio subsidiado. Además de una profunda, cultivada ignorancia de la acción humana a través de la historia.
Este concepto, cuyo ensayo general fue la pandemia con resultados económicos globales muy graves, aún no revertidos seriamente, más allá de algunos trucos contables, se transforma ahora en una política central del Fondo, que por supuesto la hará de aplicación obligatoria para sus deudores, mucho más para sus deudores morosos.
Desesperado como está el Gobierno por salir del cepo y crecer, para colmo con la pretensión de hacerlo sin libertad cambiaria, otra regla de oro herencia de la CEPAL que también sostiene el FMI, necesita de algún desembolso adicional para imponer por un rato el tipo de cambio que le venga en ganas, con lo que no sería impensable que terminase adoptando este nuevo giro woke del ente. (La columna se opone a tomar más deuda por cualquier razón)
Como es sabido, este tipo de gravámenes o frena la inversión o frena el ahorro, que es la base de la formación de capital. Ambas consecuencias con efectos anticapitalistas, lo que se puede apreciar en la evidencia empírica propia y ajena, como ocurre en la Unión Europea, que prefiere no advertir las consecuencias de lo que hace, guiados por la fuerina Von der Leyen, que garantiza la obediencia de sus naciones con más préstamos y salvatajes, y califica despectivamente de “soberanistas” a los políticos que quieren defender y respetar sus democracias nacionales soberanas y rechazan la dictadura supranacional. La Europa unificada en cuyo nombre Alemania llevó a la WWII. La Patria Grande europea, parafraseando a Cristina y Lula.
En países con economías tan precarias como la nacional y necesitados de nuevos emprendimientos y de pymes fuertes, saludables y rentables, el efecto de semejantes políticas es instantáneo y fulminante. Recordar lo que ocurrió con los inventos fiscales confiscatorios del banquero comunista Carlos Heller y el semiinstruido Máximo Kirchner.
Obviamente el Fondo incurre en un gran contrasentido, parte porque el relato marxista que lo domina así se lo exige, parte por ignorancia. Como sucede cuando recomienda bajar el gasto de los grandes rubros al barrer, sin comprender que no es ese el mecanismo de ahorro adecuado, para luego “preocuparse” por la recesión y la pobreza que sus recomendaciones conllevan.
El Gobierno, que vocea su adhesión a los principios de libertad, de propiedad privada, de neutralidad fiscal, de crecimiento, de necesidad de promover las inversiones, debería tener cuidado de no seguir los consejos o imposiciones de este enemigo encubierto. El principio de libertad empieza por respetar la acción humana, base de la economía liberal.
Con toda la gravedad que este hecho plantea para el futuro económico, hay otros hechos que sin tener el formato de medidas económicas concretas, tienen sin embargo una gran importancia para lograr inversiones, confianza, generación de empleo, seguridad jurídica, reducción de la actividad y el empleo informales, en definitiva el crecimiento con que sueña el presidente Milei para hacer a Argentina nuevamente grande.
Al cachetazo a la sociedad que significó la elevación del pliego del juez Lijo y la permanencia en el gabinete del ministro Cúneo Libarona, cuya presencia es un insulto a la sociedad que sufre el ajuste, se suma ahora la payasesca decisión del Tribunal de Casación que determinó que el empresario Ángelo Calcaterra, arrepentido en la Causa de los Cuadernos, no pagó sobornos o coimas a los funcionarios, sino que simplemente realizó aportes a un partido político sin que esos pagos hayan sido declarados por ninguna de las partes intervinientes.
Además de ser una burla a la sociedad, que es tomada nuevamente por estúpida, y de marcar una decisión de perdón para los demás encuadernados, pocas veces quedó tan evidenciada la simbiosis e identificación que muestra la Justicia con la casta, esa denominación tan bien hallada y esgrimida por el candidato Milei, que el presidente Milei parece estar olvidando, o haber olvidado.
Aquí cabe un recordatorio múltiple para el lector. Cuando Franco Macri vende el negocio de la famiglia a su sobrino Calcaterra, utiliza el mismo método que usó el kirchnerismo para que Repsol le vendiera el 25% de su empresa y el control de la misma a su testamigo Eskenazi: se la vende a pagar con utilidades futuras, un mecanismo que sólo un tonto se puede tragar, entre ellos la temida SEC americana, y la sociedad argentina.
La empresa de la famiglia Macri, ahora en manos de Calcaterra, fue la pata argentina del grupo brasileño Odebrecht, de triste fama por los casos de corrupción que protagonizara en varios países regionales, que luego de pasar un tiempo en la cárcel hiciera un generoso acuerdo con la justicia de Brasil por el que su CEO terminó convirtiéndose en una suerte de testigo protegido de la causa contra él mismo. Declaró entonces todas las maniobras delictivas incurridas en la región.
Curiosa, casual y misteriosamente, esas declaraciones fueron expresamente vedadas y bloqueadas a la justicia argentina, por lo que nunca hubo ninguna acusación local ni contra la empresa del país vecino, ni contra su socio local, el supuesto aportante sin declarar a un partido político.
Debe recordarse también que cuando Cristina Kirchner fue juzgada y luego condenada por recibir fondos de Lázaro Báez en retorno por la Obra Pública, no fue beneficiada con el cambio de carátula a “aporte sin declarar a una campaña electoral” pese a que el caso era exactamente igual. Se ve que la idea se les ocurrió después a los jueces.
El actual ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, o “el estudio del mismo nombre que funciona en otro piso”, según sus dichos, (otro insulto a la inteligencia popular) fue defensor de los protagonistas en algunos de estos casos, que seguramente se beneficiarán con el mismo concepto. Algún partido político deberá explicar adónde fueron tantos ingresos, y los donantes deberán explicar el origen de fondos a las autoridades de la UIF.
Cuando la condenada por la misma figura Cristina Kirchner realizó su alegato, dijo que “no era la de Lázaro Báez la empresa más beneficiada por las concesiones de Obra Pública”, y pidió -sin éxito- que se investigaran todas las adjudicaciones por ese concepto. Adivine el lector a qué empresa se estaba refiriendo.
Algunas de las situaciones comentadas no son de responsabilidad del Ejecutivo, pero todas ocurren en el país. País que se supone va a garantizar transparencia, seguridad jurídica, cumplimiento de la ley a cualquier inversor de buena fe, y va a garantizar a los ciudadanos que pagan con su sacrificio el ajuste equitativo que el Congreso no quiso aplicar a la casta en todos sus formatos, apellidos y disfraces.
No basta con alcanzar ciertas metas inflacionarias, presupuestarias y cambiarias. la Argentina debe mostrar a su sociedad y al mundo que cambió. Lo que pasa en la justicia, estos fallos en causas fundamentales y graves, estas designaciones y estas presencias en el Gobierno, delatan que no cambió, que sólo se trata de una fachada, un maquillaje, una declamación.
La base ética del país está también defaulteada. La tarea es revertir esa situación con hechos, no con palabras. Hasta que eso no se logre, Argentina no será grande otra vez. Por ahora, la casta, en todos sus formatos y acepciones, reina.