Economía
Una propuesta de fijar una tasa irrevocable peso-dólar que implica eliminar el tipo de cambio

¿Y si terminamos con el riesgo de devaluación para siempre?

 

Por Diego Barceló Larran *

Hace un tiempo publiqué en estas mismas páginas de La Prensa una propuesta para acelerar la agenda económica del gobierno de Javier Milei: cuando el ritmo del “crawl” baje de 1% a 0%, convertir el tipo de cambio en una tasa irrevocable de equivalencia entre pesos y dólares. Eso implica eliminar el tipo de cambio y que los pesos sigan circulando, pero solo como “vales” por una determinada cantidad de dólares.

No sería una convertibilidad: el BCRA no estaría obligado a comprar ni vender dólares. Por eso, esto podría hacerse con cualquier nivel de reservas. Más aún: el BCRA dejaría de emitir pesos, por cualquier concepto. Las reservas pasarían a ser una cuestión fiscal y no monetaria. Las necesidades de liquidez de la economía se cubrirían con los dólares que, al eliminarse el riesgo de devaluación, pasarían del “colchón” a los bancos o serían repatriados.

Las ventajas de esa propuesta se hacen evidentes en estos días: la siempre latente expectativa de devaluación está obligando al BCRA a vender dólares. Si el tipo de cambio peso-dólar dejara de existir, estos episodios serían parte de la historia. Cualquier eventual tensión financiera se reflejaría en variaciones de las tasas de interés.

Que el BCRA deje de emitir pesos para siempre implica que no podría actuar como prestamista de última instancia: no podría proveer liquidez a los bancos en caso de corrida bancaria. Por eso, mientras se mantenga el crawl a 1%, se tendrían que ir aprobando las reformas legales necesarias para preparar el sistema bancario para un futuro sin prestamista de última instancia.

La primera fuente de liquidez serían los encajes sobre cuentas corrientes y a la vista. Ahora son del 45% y tendrían que aumentar, por ejemplo, a razón de 1% por bimestre o trimestre, hasta llegar a un nivel que permita financiar con esos depósitos solo saldos negativos temporarios en cuentas corrientes o de tarjetas de crédito (¿70%, 75%?).

El dinero de los encajes podría invertirse, por ejemplo, en bonos privados de calificación al menos AA- de hasta un año de plazo (o el plazo que se defina) y Letras del Tesoro. La idea es que los encajes den origen a un vasto mercado argentino de bonos privados de corto plazo. Los encajes de plazos fijos serían libres, con un plazo mínimo que podría ampliarse hasta 45 días: aún en caso de corrida, la liquidez comprometida sería una fracción del total. Quien necesite un plazo menor, debería hacerlo a través de un fondo de inversión.

El papel de Sedesa

Aunque la probabilidad de una corrida es inversamente proporcional al nivel de los encajes, porque con un nivel de encajes alto los bancos son casi inmunes, se podría reforzar la seguridad del sistema. Una posibilidad sería que, en caso de emergencia, podría recortarse, de forma drástica y temporaria, el encaje sobre los saldos de cuentas a la vista de los gobiernos nacional y provinciales.

Más allá del papel que se asigne a Sedesa (Seguro de Depósitos SA) en ese nuevo escenario, podría además obligarse a todos los bancos a contar con líneas de liquidez de emergencia, cuyas condiciones de acceso deberían ser públicas. Los bancos extranjeros lo podrían hacer con sus propias casas matrices; los nacionales, con grandes bancos extranjeros u organismos internacionales.

Para mejorar la transparencia y acceso a la información, todos los bancos “sistémicos” que operen en Argentina deberían obligatoriamente cotizar sus acciones en la bolsa de Buenos Aires, si es que ya no lo hacen. Finalmente, podría establecerse una calificación de riesgo obligatoria para todos los bancos, para que la gente pueda conocer de forma simple el nivel de riesgo de su banco.

La economía argentina no vivirá tranquila mientras existan el riesgo de devaluación y todos los riesgos que se derivan de la misma existencia del peso, que los políticos convirtieron en un arma de autodestrucción masiva. Por eso hay que eliminar esos riesgos para siempre, pasando a un sistema en donde el papel del peso vaya menguando hasta desparecer. Hoy mejor que mañana.

 

* Economista (@diebarcelo)