Martín Krause *
Curiosamente, el liberalismo es considerado como una idea extraña o ajena al espíritu argentino si es que se puede definir tal cosa. Y es curioso porque el liberalismo se encuentra en la raíz del origen de este país y de los mejores momentos que ha podido darle a su historia.
Así, quienes participaron de la epopeya independentista estaban básicamente inspirados por las ideas liberales provenientes de la Revolución Gloriosa en Inglaterra, la Revolución Francesa y la Constitución de Cádiz de 1812, de claro corte liberal. Moreno, Vieytes, Belgrano, Rivadavia, aunque con diferencias entre sí, compartían una matriz común de ideas liberales provenientes del viejo continente. Ni que hablar de quienes sentaron las bases de organización institucional del país con su mejor exponente en Juan Bautista Alberdi.
Esas ideas liberales, entonces, fueron la causa tanto de la independencia misma del país como de su organización institucional, de los años que conformaron a ese territorio en una nación y que le dieron sus años de más brillante desempeño. El país se pobló de capitales y de inmigrantes y alcanzó a estar entre los países más ricos del mundo y, sin duda, el de mayor progreso en América Latina.
NUESTROS ABUELOS
En el período 1877-1897 llegaron al país 1.356.130 inmigrantes, de los cuales más de la mitad de Italia y el resto en orden de importancia de España, Francia, Austria, Alemania, Gran Bretaña, Bélgica, Suiza, Rusia, Holanda, Portugal, Dinamarca, Estados Unidos y Suecia.
Estas son algunas de las cartas que enviaban a sus parientes los recién llegados describiendo su situación en la Argentina sin regulaciones laborales (Wolf, Ema y Cristina Patriarca, 1991, La gran inmigración, Editorial Sudamericana: Buenos Aires, p.32):
"De Girolamo Bonesso, en Colonia Esperanza (1888):
Aquí, del más rico al más pobre, todos viven de carne, pan y ministra todos los días, y los días de fiesta todos beben alegremente y hasta el más pobre tiene cincuenta liras en el bolsillo. Nadie se descubre delante de los ricos y se puede hablar con cualquiera. Son muy afables y respetuosos, y tienen mejor corazón que ciertos canallas de Italia. A mi parecer es bueno emigrar".
"De Vittorio Petrei, en Jesús María (1878):
Nosotros estamos seguros de ganar dinero y no hay que tener miedo a dejar la polenta, que aquí se come buena carne, buen pan y buenas palomas. Los señorones de allá decían que en América se encuentran bestias feroces; las bestias están en Italia y son esos señores".
Anécdotas, tal vez, que no deben dejar olvidar los incontables sacrificios que debieron superar todos los que llegaron a esta tierra de oportunidad. Pero más allá de la anécdota, algunos investigadores han analizado la situación del mercado laboral durante esos años:
"En la segunda mitad del siglo pasado, la mayor parte del mercado de trabajo argentino se integró con rapidez al régimen capitalista; a los trabajadores se los empleaba y despedía por meras razones económicas, pero la mano de obra a su vez podía desplazarse con libertad dentro del país y salir o entrar de él sin ninguna traba. Por otra parte, a pesar de alguna que otra desocupación cíclica, de 1860 a 1930 la Argentina en general se caracteriza por una economía con plena ocupación, en la que el desempleo temporal tenía fácil remedio: el regreso a la patria o el traslado a otros países escasos de mano de obra, como Estados Unidos" (Díaz Alejandro Carlos F., 1970, Ensayos sobre la historia económica argentina, Amorrortu Editores, Buenos Aires, p. 39).
Respecto de los niveles de remuneración de los trabajadores en un mercado desregulado, continúa Díaz Alejandro en la obra citada:
"Los datos sobre salarios de 1900 a 1930 son más abundantes. Los salarios reales en la pampa eran, al parecer, superiores a los de algunas ciudades europeas. Una comparación entre las tasas de salarios por hora correspondientes al lapso 1911-14 en Buenos Aires, París y Marsella respecto de siete categorías diferentes, muestra que las tasas salariales de Buenos Aires eran superiores a las de Marsella en todas las categorías (alrededor de un 80%), y superiores a casi todas las de París (alrededor del 25%). Un informe de 1921 del Departamento Británico de Comercio de Ultramar afirmaba que los salarios argentinos antes de la Primera Guerra Mundial eran superiores a los de los países europeos, aunque no habían ido creciendo al mismo ritmo". Y concluye el mismo autor que "para atraer a los inmigrantes, los salarios reales de la Argentina tenían que ser superiores, por lo menos en el margen, a los de Italia y España, y hasta competitivos con los de otros países de inmigración, por más que los factores culturales dieran a la Argentina una ventaja innegable en cuanto a los inmigrantes latinos. Los salarios, así como el tiempo libre y las condiciones de trabajo, también propendían a mejorar, según parece, a un ritmo más acelerado que el del producto interno per cápita".
NO HABIA AUH
No había programas sociales, no había legislación laboral, pero eran numerosas las oportunidades de empleo y para desarrollar la capacidad creativa y productiva. Este proceso comenzó a revertirse a comienzos del siglo XX, y cien años después nos encontramos con una legislación laboral frondosa que llena varios tomos, un ministerio especial, un fuero específico en la justicia, largos períodos con elevado desempleo y un porcentaje de empleo informal que supera el 35%.
La legislación laboral no solamente no ha servido para proteger el empleo sino que además ha obligado que un buen número de ellos se encuentre en la informalidad, el mercado los ha generado a pesar de todas las trabas y barreras.
Se insiste hoy en generar empleos por medio de políticas públicas, las que logran hacerlo a un alto costo y destruyendo empleos en otros lados; y no se permite que la libertad de contratación vuelva a generar las oportunidades de antaño.
CAMBIO FATAL
Ese caso que asombraba al mundo se derrumbó, sin embargo, bajo el doble golpe mortal de la crisis de los años 30 (tanto local con el golpe de Estado como internacional con la Gran Depresión) y la llegada de las ideas fascistas, que tornarían populistas con el tiempo.
La Argentina cambió de modelo y de personalidad. De país pujante pasó a diletante, del progreso al atraso. Países a los que mirábamos desde muy arriba, nos alcanzaron y superaron en riqueza y oportunidades. El abandono del liberalismo por el populismo tuvo un altísimo costo, que aún seguimos pagando, y nos damos todavía el lujo de denostar esas ideas bajo la fantasía del revisionismo histórico.
Entramos en un ciclo donde la libertad se estancó y el estatismo ocupó todos los lugares, sobre todo en la mente de los argentinos. Cuando nuestros padres y abuelos solamente buscaban aprovechar las oportunidades que la libertad les ofrecía, hoy exigimos al Estado que nos brinde lo que es nuestro por "derecho". Le entregamos nuestras libertades políticas a los militares y las económicas a los políticos, y nos quedamos sin nada. Y nos negamos a reconocer el éxito que una vez supimos tener. El liberalismo es presentado como una ideología de ricos cuando fue, en realidad, el que sacó a la mayoría de pobres para convertir a la Argentina en un país de clase media.
Ser liberal en la Argentina de hoy es rescatar esa tradición y proyectarla hacia adelante en este mundo globalizado. Es volver a ser un ejemplo de libertad y de oportunidades., para todos los hombres (y mujeres) del mundo que quieran habitar en el suelo argentino.
* Profesor de Economía, Universidad de Buenos Aires