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Vencieron y salvaron sus vidas

Historias mundialistas - Italia albergó el Mundial de 1934 y lo ganó. Fue el triunfo de un equipo con alma de campeón que debió soportar las amenazas de muerte del líder fascista Benito Mussolini. El éxito de un DT adelantado a su tiempo como Vittorio Pozzo y un plantel de calidad que se nutrió de la clase de cuatro jugadores argentinos.

"Y acuérdense: tienen que ganar. Si no ganan…". Súbitamente devenido en fanático del fútbol, Benito Mussolini no terminó la frase, pero su gesto fue elocuente: sonreía mientras se pasaba con cuidada lentitud el dedo índice por el cuello, de izquierda a derecha. Los jugadores italianos entendieron a la perfección el mensaje del Duce, el hombre que gobernaba el país con mano de hierro. Esa selección azzurra se alzó con el título en el Mundial de 1934 y repitió la consagración en 1938. Vencer era el único medio para seguir con vida. Y ese equipo dirigido por Vittorio Pozzo venció…

Italia organizó en el ´34 el segundo Mundial de la historia. Y Mussolini, a pesar de que sólo había asistido a un partido de fútbol en su vida, no tardó en encontrar en ese certamen un instrumento perfecto para la propaganda del régimen fascista que imperaba en la península. Fue la primera vez que el poder político se puso la camiseta para jugar su propia partido. Y por supuesto no sería la última…

Al frente de la squadra azzurra estaba Pozzo, un verdadero estudioso del fútbol que ya en la tercera década del siglo pasado poseía fichas con datos de casi todos los jugadores del mundo. El Comisario Unico, como lo llamaban en su tierra, sabia que los deseos del Duce no eran fáciles de complacer, pero tenía a su favor la fortuna de contar con un grupo de jugadores excepcionales como el fantástico Giuseppe Meazza, el veterano goleador Angelo Schiavio, el defensor Virginio Rosetta y el insider izquierdo Giovanni Ferrari.

Sabio como pocos, Pozzo estaba al tanto de que en ese entonces los mejores jugadores provenían de Sudamérica y, sin dudarlo un segundo, salió a buscarlos. Incorporó al plantel en calidad de oriundos (descendientes de italianos) a los argentinos Luis Monti (el mismo que había estado en la Selección albiceleste cuatro años antes en el Mundial disputado en Uruguay), Atilio Demaría, Enrique Guaita y Raimundo Orsi y al brasileño Anfilogino Guarisi. Ellos les otorgaron a los azzurri el toque de distinción necesario para conformar un equipo con alma de campeón, más allá de las imposiciones de Mussolini.

La Copa del Mundo de 1934 prácticamente no contó con representación sudamericana. El campeón vigente, Uruguay, decidió no participar como represalia por el boicot europeo en el ´30. La Argentina, la otra gran potencia, presentó una formación sin sus principales estrellas. Esto fue una consecuencia de la decisión de abandonar el llamado amateurismo marrón que imperaba en esos días para volcarse a al actividad rentada. La crisis de representatividad surgió porque la Liga Profesional no estaba afiliada a la FIFA, por lo que se armó un plantel improvisado con jugadores de clubes que militaban en la Asociación Amateur -la única que seguía ligada al ente rector de este deporte-, que contaba con equipos de tercera línea de la Capital Federal y el interior del país.  Así, la Selección estuvo integrada por futbolistas de Sportivo Buenos Aires, Defensores de Belgrano, Sportivo Alsina, Dock Sud, Barracas Central, Desamparados de San Juan, Sarmiento de Chaco y Gimnasia de Mendoza, entre otros.

Brasil también dijo presente con un equipo en el que por primera vez se mezclaban futbolistas de color con jóvenes blancos de las clases acomodadas. Entre esos recién llegados al conjunto nacional estaba nada más y nada menos que Leónidas, por entonces un joven de 21 años que iba en camino de ser uno de los mejores delanteros de la historia de su país.

Los grandes rivales de Italia habitaban en suelo europeo. España contaba con un arquero con apariencia de invencible como El Divino Ricardo Zamora. Hungría se abrazaba a una escuela de juego atildado y elegante. Austria deslumbraba con un conjunto al que apodaban Wunderteam (Equipo Maravilla) y que tenía al mejor centrodelantero del mundo, el exquisito Mathias Sindelar. El cuarteto de adversarios temibles se completaba con Checoslovaquia, que basaba sus aspiraciones en la seguridad del arquero Frantisek Planicka y la peligrosidad de los atacantes Oldrich Nejedly y Antonin Puc.

Tras librar dos cruentas batallas contra España en las que contó con la colaboración de los árbitros Louis Baert (belga) y Rene Mercet (suizo), Italia batió a Austria en semifinales en un partido en el que Mussolini obligó a los hombres de Pozzo a dejar lado las brusquedades cometidas contra Zamora y compañía. En especial, esa sugerencia fue para Monti, a quien de un día para el otro trataban de convertir en un caballero, dejando de lado su juego habitualmente vigoroso y basado en su fuerte personalidad.

En la final, el dueño de casa se encontró con Checoslovaquia, que estuvo a punto de dar la sorpresa. Cuando faltaba menos de 20 minutos para el cierre del partido decisivo, el conjunto dirigido técnicamente por Karel Petru se imponía con un gol de Puc, pero Orsi llevó el duelo a tiempo suplementario.

El agónico tanto de Schiavio le dio el triunfo a Italia. Desde el palco de honor Mussolini recibió, satisfecho, una copa con su propia imagen, con la cual no hacía más que premiarse a sí mismo por su triunfo personal.  El plan del Duce se había cumplido y por eso los jugadores salvaron la vida. Tal vez por esa razón resulte más comprensible la respuesta de Schiavio cuando le preguntaron de dónde había sacado fuerzas para marcar el gol de la victoria. “De la desesperación”, confesó.

LA FINAL

Italia 2 – Checoslovaquia 1

Italia: Giampiero Combi; Luigi Allemandi, Eraldo Monzeglio; Attilio Ferraris IV, Luis Monti, Luigi Bertolini; Enrique Guaita, Giuseppe Meazza, Angelo Schiavio, Giovanni Ferrari, Raimundo Orsi. DT: Vittorio Pozzo.

Checoslovaquia: Frantisek Planicka; Ladislav Zenisek, Josef Ctyroky; Josef Kostalek, Stefan Cambal, Rudolf Krcil; Frantisek Junek, Frantisek Svoboda, Jiri Sobotka, Oldrich Nejedly, Antonin Puc. DT: Karel Petru.

Incidencias: Segundo tiempo: 26m Gol de Puc (C); 36m Gol de Orsi (I); Primer tiempo suplementario: 5m Gol de Schiavio (I).

Estadio: Del Partido Nacional Fascista (Roma). Arbitro: Ivan Eklind, de Suecia. Público: 45.000 espectadores.

 

LOS CAMPEONES

Jugador/Partidos/Goles

Luigi Allemandi/5/0

Giampiero Combi/5/-3

Giuseppe Meazza/5/2

Luis Monti/5/0

Raimondo Orsi/ 5/3

Luigi Bertolini/4/0

Giovanni Ferrari/4/2

Enrique Guaita/4/1

Eraldo Monzeglio/4/0

Angelo Schiavio/4/4

Attilio Ferraris IV/3/0

Mario Pizziolo/2/0

Plácido Borel II/ 1/0

Mario Castellazzi/1/0

Atilio Demaría/1/0

Anfilogino Guarisi/1/0

Virginio Rosetta/1/0

Umberto Caligaris/1/0

Pietro Arcari/0/0

Giuseppe Cavanna/0/0

Guido Masetti/0/0

Mario Varglien/0/0

DT: Vittorio Pozzo

 

EL TORNEO

 

OCTAVOS DE FINAL

27/5/34 en Roma; Italia 7 – Estados Unidos 1

27/5/34 en Trieste: Checoslovaquia 2 – Rumania 1

27/5/34 en Florencia: Alemania 5 – Bélgica 2

27/5/34 en Torino: Austria 3 – Francia 2

27/5/34 en Génova: España 3 – Brasil 1

27/5/34 en Milán: Suiza 3 – Holanda 3

27/5/34 en Bologna: Suecia 3 – Argentina 2

27/5/34 en Nápoles: Hungría 4 – Egipto 2

 

CUARTOS DE FINAL

31/5/34 en Milán: Alemania 3 – Suecia 2

31/5/34 en Bologna: Austria 2 – Hungría 1

31/5/34 en Florencia: Italia 1 – España 1

31/5/34 en Torino: Checoslovaquia 3 – Suiza 2

1/6/34 en Florencia: Italia 1 – España 0 (desempate)

 

SEMIFINALES

3/6/34 en Milán: Italia 1 – Austria 0

3/6/34 en Roma: Checoslovaquia 3 – Alemania 1

 

TERCER Y CUARTO PUESTO

7/6/34 en Nápoles: Alemania 3 – Austria 2

 

FINAL

10/6/34 en Roma: Italia 2 – Checoslovaquia 1

 

GOLEADORES

Jugador/Equipo/Goles

Oldrich Nejedly/Checoslovaquia/5

Edmund Conen/Alemania/4

Angelo Schiavio/Italia/4

Leopold Kielholz/Suiza/3

Raimundo Orsi/Italia/3