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Vencer o morir

El baúl de los recuerdos. Italia se quedó con el título del mundo en 1934. Amenazada por el dictador Benito Mussolini, derrotó a Checoslovaquia en la final y conservó la vida.

Transcurrían las horas previas a la final del Mundial de 1934. Italia, el dueño de casa, aguardaba el momento de salir a la cancha. De pronto, el técnico Vittorio Pozzo recibió la orden de reunir a sus jugadores. Debían escuchar las últimas instrucciones. Y no precisamente del entrenador. “Si los checos juegan correctamente, ustedes juegan correctamente. Pero si los checos pegan, ustedes pegan más que los checos. Y acuérdense: tienen que ganar. Si no ganan…”. Las palabras de Benito Mussolini fueron acompañadas por una fría sonrisa y el inequívoco gesto del dedo índice pasando de izquierda a derecha por el cuello. El destino le hizo un guiño misericordioso a la Squadra azzurra, que venció a Checoslovaquia, ganó el título y salvó su vida.

El Duce no estaba dispuesto a tolerar una derrota. Desde el momento en el que la FIFA le concedió a Italia la sede de la segunda Copa del Mundo, el dictador entendió que el fútbol asomaba como el escenario ideal para propagar las bondades del régimen fascista. Eso significaba que los azzurri debían ser campeones sí o sí. No había otra alternativa.

Consciente del peso de las imposiciones de Mussolini, Pozzo, un entrenador avanzado que en la década del ´30 ya poseía fichas con datos detallados de los principales jugadores del planeta, diseñó un equipo capaz de quedarse con el título. Recurrió a los mejores futbolistas del país, tales los casos de los entrealas Giuseppe Meazza y Giovanni Ferrari y el potente goleador Angelo Schiavio, y les sumó talento de exportación.

En calidad de oriundos, es decir de extranjeros descendientes de italianos, incluyó en el plantel a los argentinos Luis Monti, Atilio De María (ambos habían sido subcampeones en Uruguay 1930), Enrique Guaita y Raimundo Orsi y al brasileño Anfilogino Guarisi.

Los locales no pasaron apremios para librarse de Estados Unidos (7-1 en el debut), pero en los cuartos de final sostuvieron dos cruentas batallas con España. El primer partido terminó 1-1 y contó con la complicidad del árbitro belga Louis Baert para demoler a su adversario con un juego tan violento que rozó lo criminal. Y en el desempate le tocó al suizo Rene Mercet cerrar los ojos y facilitar el triunfo italiano.

En las semifinales, los de Pozzo doblegaron 1-0 a Austria, un seleccionado al que por su técnica exquisita se lo conocía como el Wunderteam (Equipo maravilla) y que contaba con el mejor centrodelantero de Europa, Matthias Sindelar.

CON LAS FUERZAS DE LA DESESPERACIÓN

Checoslovaquia arribó al partido decisivo contra Italia. Sus principales figuras eran el arquero Frantisek Planicka y el goleador Oldrich Nejedly. El guardavallas y capitán del equipo tenía muy claras las circunstancias que rodeaban a la final: “Son ellos los que tienen que estar nerviosos, los que tienen la obligación de vencer. Hay que dejarlos venir y explotar el contraataque”.

Planicka estaba en lo cierto. La preocupación y el temor se habían apoderado de Pozzo y sus muchachos. Monti, quien había sido víctima de una intensa guerra psicológica cuatro años antes en Montevideo, se burlaba de su suerte. De su mala suerte: “Lo que es mi destino: en el Uruguay me querían matar si ganaba. Y aquí me matan si no ganamos”.

El partido se dio a pedir de los checos. Los azzurri desbordaban por los costados con los argentinos Guaita (El Indio, integrante de una famosa delantera de Estudiantes apodada Los profesores) y Mumo Orsi (fantástico jugador de Independiente en la era amateur). Sus centros terminaban irremediablemente en las manos de Planicka.

El árbitro sueco Ivan Eklind se mostraba muy dispuesto a pasar por alto el juego brusco de los italianos. Monti -el único jugador que disputó dos finales para seleccionados diferentes en la historia- pegaba sin descanso. También jugaba. Por esas cualidades era uno de los favoritos de Pozzo. Sabía que Doble Ancho -tal su apelativo- era un futbolista vital para un seleccionado con pretensiones.

En el segundo tiempo el trámite continuaba siendo muy complicado para Italia. Por más que una fuerte infracción sobre Antonin Puc dejó a los checos con un hombre menos por un cuarto de hora, nada cambiaba. Es más: el puntero regresó justo a tiempo para poner en ventaja a su equipo.

Un silencio de muerte recorrió las tribunas del Estadio Nacional del Partido Nacional Fascista. Faltaba solo un cuarto de hora. A nueve minutos del cierre, en una acción en celeste y blanco, Guaita le alcanzó la pelota a Orsi. Mumo se quitó de encima la marca de Josef Kostalek y con un remate esquinado sometió a Planicka.

El empate se mantuvo hasta el pitazo final de Eklind y se hizo necesario disputar un alargue de media hora. Los 22 protagonistas estaban exhaustos. En esas condiciones, el triunfo quedaría en poder del equipo que estuviera dispuesto a derrotar al cansancio.

Meazza inició una jugada que derivó en Guaita. El puntero derecho le alcanzó la pelota a Schiavio, un efectivo delantero del Bologna, quien, con sus últimas fuerzas, superó el vuelo del arquero con un remate que viajó sin escalas hasta el fondo del arco.

¡Italia campeona del mundo! Tal como quería Mussolini. El Duce, en implacable uniforme militar, fue el centro de la celebración. Hasta se hizo entregar una copa con su propia efigie y la leyenda “L´Italie vince” (“Italia vence”).

Ajeno a los festejos del dictador, Schiavio fue brutalmente honesto cuando le preguntaron de dónde había sacado las fuerzas para sellar el triunfo. “De la desesperación”, contestó. Él sabía que ese gol le había salvado la vida.

LA SÍNTESIS

Italia 2 - Checoslovaquia 1

Italia: Gianpiero Combi; Eraldo Monzeglio, Luigi Allemandi; Attilio Ferraris, Luis Monti, Luigi Bertolini; Giuseppe Meazza, Giovanni Ferrari; Enrique Guaita, Angelo Schiavio, Raimundo Orsi. DT: Vittorio Pozzo.

Checoslovaquia: Frantisek Planicka; Josef Ctyroky, Ladislav Zenisek; Rudolf Krcil, Stefan Cambal, Josef Kostalek; Antonin Puc, Oldrich Nejedly, Jiri Sobotka, Frantisek Svoboda, Frantisek Junek. DT: Karel Petru.

Incidencias

Segundo tiempo: 31m gol de Puc (CH); 36m gol de Orsi (I). Primer tiempo suplementario: 5m gol de Schiavio (I).

Estadio: Nacional del Partido Nacional Fascista (Roma). Árbitro: Ivan Eklind, de Suecia. Fecha: 10 de junio de 1934.