Una pérdida eterna. La muerte de Eva Perón
Por Sandra Gayol
Fondo de Cultura Económica. 334 páginas
No abundan en la bibliografía local análisis concretos acerca de la las emociones como instrumento de la política, como parte organizada del discurso político. Sandra Gayol, la autora de esta investigación, analiza detalladamente la creación de lo que ella denomina “la comunidad emocional peronista” a partir de la agonía, muerte y ritos funerarios de Eva Perón en el período 1951-52.
“Eva desde el inicio de su carrera política -explica Gayol- había hecho de la política de las emociones un utensilio central para la vinculación con las masas, pero su enfermedad y muerte impulsaron y facilitaron la articulación y consolidación de la comunidad emocional” del universo peronista para identificarse entre sí y diferenciarse de los que no lo eran.
Esos sentimientos de felicidad, dolor y sacrificio -señala Gayol- ya estaban presentes en Juan Perón en sus inicios cuando prometía “saldar la deuda con las masas sufridas” colocando el sufrimiento como discurso legitimador y como paso necesario para la felicidad.
“Fue el peronismo como organización política quien propuso en Argentina que no había dolor que no merezca atención política”, teoriza la historiadora oriunda de Bolívar, doctora por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de Paris y Magister por la Universite Sorbonne Nouvelle.
Desde esta óptica, entonces, recorre minuciosamente no sólo el tratamiento que la prensa oficialista le dio a la enfermedad, muerte y entierro de Eva, sino también la manera en que esa “comunidad emocional” vivió esos momentos (con cartas particulares del ciudadano común enviadas al Presidente, telegramas, poemas y documentos contemporáneos a los acontecimientos y entrevistas posteriores) y el análisis -en algunos casos hasta burlón- que hizo el antiperonismo en el exterior durante los acontecimientos.
Resulta interesante, entre tanto material rescatado, la lectura de los boletines médicos que emitía la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia, las reuniones políticas para la campaña de 1951 y la cantidad de oficios religiosos de la Iglesia Católica para pedir por la salud de Evita. Como así también los pormenores del rito fúnebre y las exequias (“Un evento nacional mayúsculo”), la vinculación de Eva con la Virgen María o con todo lo que tenga que ver con santidad, el monumento faraónico en su honor, los homenajes del diario Democracia y la revista Mundo Peronista, la radio o las películas que se realizaron en su honor, incluso una encargada a los estudios Fox de los Estados Unidos.
Las flores, los aromas, la ornamentación en las calles, la experiencia en los pueblos chicos bonaerenses y la construcción de la figura de Perón como líder acongojado por la pérdida, pero, a la vez, padre protector de la multitud doliente, también forman parte de esta investigación que logra unir equilibradamente los hechos históricos con el análisis catedrático que permite el paso de los años.
A manera de conclusión se puede asegurar que la muerte de Eva Perón fue como “una lente de aumento” que sirve para explorar de manera palpable y privilegiada aquel experimento de entrelazar acción política y emociones que se llevó a cabo durante el primer peronismo (1943-1955).