Ciencia y Salud
Unidos por el espanto en el abismo del fanatismo
La pandemia, y en nuestro caso una cuarentena única, nos ha puesto en un experimento social que muestra diversos aspectos de una sociedad que se ha ido fragmentando durante décadas.
En 1939 Ortega y Gasset, dice: "¡Argentinos, a las cosas! Déjense de cuestiones personales... de narcisismos... resuelvan de una vez..., ocuparse y preocuparse..., en vez de vivir a la defensiva... paralizadas sus potencias espirituales, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal''.
Ortega hablaba con cierta superioridad propia del europeo que nos explicaba cómo éramos, a partir de su propia historia del exilio en Argentina. A pesar de ello, vale al día de hoy reflexionar sobre lo que dijo porque señaló algo extremadamente agudo y certero.
En el mito, Narciso está paralizado en esa autoobservación y embelesamiento con la propia imagen y sus ideas. Esa autosatisfacción necesitará vivir la realidad como conflicto de opuestos frente a los cuales justificar la inacción, el ocuparse de la propia existencia. La relación entre narcisismo y lo cortado, "secare-sexus", llevaría varios capítulos. En su mirarse en el estanque, Narciso no puede escuchar el lamento de la bella Ninfa Eco y ella no puede más que seguirlo repitiendo una y otra vez.
¿Será este uno de nuestros mitos a resolver? Esta tendencia a la separación, a dividir lo uno, genera inevitablemente el antagonismo, cuando no el abierto conflicto con uno mismo. Esto hoy se ve en una sociedad de sectas, en conflicto permanente consigo misma, en la creencia que el conflicto (interno) por él mismo dará sentido a la propia existencia. De la misma manera que el filósofo o el científico es un buscador de dudas o problemas a plantearse, el personaje de la actualidad parece un incesante buscador de antagonismos que le permitan evadir la duda sobre la propia existencia.
Alimentado por quienes saben que la división es fuente de poder, entramos, pandemia mediante, en la mayor feria imaginable que nos pueda proveer de conflictos y antagonismos. Así cualquier postulado aislado, vacunas, cuarentena, epidemia, barbijos, son "delikatessen", al paladar del ávido coleccionista de parcialidades con el potencial de transformarlas en dialéctica conflictiva, en sectas dogmáticas que no permiten disidencia.
La obra tiene todos los ingredientes y personajes, el drama de una epidemia, la letanía de la muerte, que valida en su repetición, no cuestionar nada desde la razón ante el caudal emocional: médicos, comunicadores y políticos descubriendo por vez primera, la pobreza, el hambre y finalmente la muerte, consignas con las que nos van nutriendo como asistentes al foro romano, con hogazas de pan, en la arena los enemigos a ese discurso único. Así, el concepto seccionado del todo pierde sentido, pero adquiere potencia emocional que permite, sin ningún saber que lo respalde, convertirse en su defensor o atacante, en todo caso, que dé sentido a la batalla.
Hay que buscar enemigos y son fáciles de encontrar aún en quienes uno solo vea reflejado aquellas facetas que niega y proyecta.
Por supuesto, en las batallas la primera víctima es la verdad, pero esto es menor ante el fin. La fragmentación da la oportunidad de adquirir sentido existencial, sin ningún costo de capacitación o estudio y menos aún de reflexión o desarrollo. El concepto negado es proyectado en otro y cualquier palabra o hecho supuesto permitirá focalizar e individualizar al enemigo, que será responsable de la suma de los males, solo hay que señalar, poco importa inclusive su veracidad para que otros, como zombies, también ataquen en jauría.
Como en toda la historia, uno es virtuoso, el otro, enemigo, ajeno y merece el peor de los destinos, al menos la calumnia, el descrédito, sin importar su saber o argumentos o quizás hasta la imputación de delitos.
En este experimento social ha sido fácil entender cómo se puede haber desarrollado la respuesta social manipulada. Vemos la caza de brujas con el mismo fundamento y personajes que en Salem, la inquisición o los fanatismos revolucionarios, francés, bolchevique, etc., instrumentada desde la política y los medios.
En todos ellos, la necesidad de terminar un mundo conceptual, que debe ser reemplazado por uno nuevo, mejor, que posea la esperanza del recién nacido, aun cuando es tan viejo como la historia de la humanidad. Vejez/juventud como antinomias, no son casualmente repetidas.
Sabemos cómo continúa y termina esta lógica, pero eso implicaría detenerse a pensar, pero es más inmediato y reconfortante encontrar que el infierno (es) son los otros.