Suisen, el gato de Goró
Aki Shimazaki
Nórdica Libros. 158 páginas
He aquí una versión moderna de la tragedia de Narciso, el hombre que se enamoró de su propia imagen reflejada en un estanque de agua hasta perderse. La escritora canadiense de origen japonés Aki Shimazaki recrea el mito griego en esta obra, tercera parte de su pentalogía titulada La sombra del cardo. Suisen, de hecho, es como se llama en japonés a la flor del narciso.
La historia gira en torno a Goró Kida, un empresario cuya riqueza, fama y poder lo han perdido.
Es el presidente de una destilería próspera que fundó su abuelo, y por lo tanto el heredero de una dinastía empresaria. Ególatra y prepotente, satisfecho de sí mismo, es admirado hasta por la estabilidad del hogar que formó hace más de veinte años con su mujer, con la que tuvo dos hijos. Y justo cuando cree que la felicidad completa la tiene al alcance de la mano, sus certezas empiezan a tambalear.
Shimazaki juega con la idea del espejo y el espejismo, que son propios del mito y la tragedia que lo acompaña.
Espejo y espejismo, presente y pasado, engaño y autoengaño, van adoptando contornos cada vez más nítidos conforme avanza la trama, que es lineal y que nos lleva a seguir los pasos de Goró, sobre todo por las calles de la ciudad japonesa de Nagoya, aunque también en su fugaz visita a la ciudad turística de Kanazawa.
En el recorrido desde su mansión hasta su lujosa oficina, y desde un bar hasta una fiesta en casa de un político o hasta el departamento de sus varias amantes, emerge el trato despótico que dispensa Goró a todo el mundo y los ecos de un trauma no resuelto de la infancia.
Tal vez puedan objetarse los trazos un poco gruesos de la pintura de personajes. Pero a cambio habrá que reconocer el realismo con que se describe el abismo al que se enfrenta Goró.
Se ha querido ver erróneamente una venganza feminista (hoy todo quiere interpretarse de ese modo) donde hay más bien una mirada acre sobre un comportamiento humano, si es que no se trata incluso de una ácida crítica social. Porque a través de la fatuidad del protagonista la autora apunta al cinismo de las apariencias en la sociedad japonesa y de ciertas tradiciones.
A eso parecen dirigidos los contrapuntos que salpican la obra: la libertad de los hijos para elegir su propio destino frente al reclamo de obediencia del padre, la vocación frente a la predestinación, el deber frente al derecho, la autenticidad frente a la falsedad.
Suisen, el gato de Goró coloca al protagonista en el cruce de caminos donde se decide la tragedia, entre el amor verdadero y el amor desordenado, y explora sus dramáticas consecuencias, mientras los días se acortan con la llegada del invierno.