Espectáculos
"El cónsul", de Menotti, ambientada en la Guerra Fría, debutó en el Colón

Una reposición que no se justifica


'El cónsul'. Drama lírico en tres actos, con libro y música de Gian Carlo Menotti. Iluminación: Gonzalo Córdova. Escenografía y vestuario: Jorge Ferrari. Régie: Rubén Szuchmacher. Con: Leonardo Neiva, Carla Filipcic Holm, Adriana Mastrángelo, Virginia Correa Dupuy, Héctor Guedes, Pablo Urban, Alejandro Spies y otros, Orquesta Estable del Teatro Colón (direc.: Justin Brown). El martes 3, en el teatro Colón.


 


Hay más de una ópera de autores contemporáneos que tanto por la novedad como debido a sus méritos debería conocerse en nuestro medio. Sin embargo, el Colón, después de veintitrés años de justificada desaparición de su cartelera, el martes volvió a presentar "El cónsul" (1950), en segunda función de gran abono de la temporada lírica oficial. Buena parte del público, vale la pena aclararlo, que ya desde el inicio no era muy nutrido, abandonó la sala antes de concluida la representación.

TIEMPO PASADO

Casi siempre se ha señalado que la partitura del melodrama de Gian Carlo Menotti (cinematográfica, sencilla) carecía de mayor trascendencia, y estaba puesta simplemente al servicio de una pieza teatral talentosa, de elevado mérito, perteneciente al propio compositor. Esta afirmación es cierta en parte.

Con algunas excepciones, la música de esta ópera se oye si se quiere edulcorada, descolorida, carente de élan; su adocenado melodismo y lo que es más, su ilevantable chatura armónica, sin perjuicio del consumado oficio de su autor (1911-2007), la convierten en un producto olvidable (recordemos que poco después de su estreno en Filadelfia se dieron doscientos sesenta y nueve representaciones en Broadway, lo que le valió el premio al Mejor Musical Play del año).

Ahora bien; en lo que hace al drama teatral, ¿cabe reconocerle los altos valores que se le adjudicaron inicialmente e hicieron que "The Consul" alcanzara un éxito internacional verdaderamente explosivo en la década de 1950? La respuesta es negativa. Porque se trata una obra escrita para una época, la de la Guerra Fría y las dictaduras crueles de los países europeos sometidos al dominio stalinista (con sus activas KGB). Todo esto, que conmovía a los auditorios de aquellos tiempos, ya pasó. Y así, hoy la trama teatral de "El cónsul", lenta, despojada de aquellas vivencias, exhibe en cambio más de un fragmento de mero relleno, por cierto prescindible.

Por lo demás: concebir una ópera con eje principal en la burocracia y su deshumanización, parece desde luego un alarde demasiado audaz.

INTERPRETES

Rubén Szuchmacher plasmó situaciones de buen mecanismo escénico y movió con ingenio a los personajes, pero no pudo hacer mucho más para dar realce a una creación teatral y musicalmente demodé. Gonzalo Córdova trazó un espectro lumínico un tanto sombrío (adaptado a la esencia de la pieza), y Jorge Ferrari aportó lo suyo con un vestuario simple y un diseño escenográfico realista, de armoniosa funcionalidad.

En el cuadro de intérpretes sobresalió nuestra compatriota Carla Filipcic Holm (Magda Sorel, "una actriz cantante", como nos lo explicaba el propio Menotti), espléndida por su plenitud vocal, bello registro y claridad de articulación, y también por su fraseo y logrado desempeño actoral ("To this We"ve Come"). El barítono brasilero Leonardo Neiva (John Sorel) mostró a su vez metal terso y parejo, al tiempo que las mezzos Virginia Correa Dupuy (Madre) y Adriana Mastrángelo (Secretaria) se manejaron con impecable corrección.

La sorpresa estuvo en el foso. Al frente de la Orquesta Estable, de labor ajustada y transparente, estuvo Justin Brown (1962), maestro británico, discípulo de Ozawa y Bernstein en Tanglewood, quien hizo su debut en el Colón. Su versión, de volumen un tanto elevado con respecto a las voces, lució permanente dinámica y fluido movimiento, así como también equilibrio, concisión, seguridad. Menos mal. Porque si no todo hubiera sido mucho peor.

Calificación: Regular