Política

Una pintura para el combate

Por María Inés Rodríguez Aguilar y Miguel José Ruffo *

Nuestras identidades culturales se conforman desde procesos dinámicos de infinitos pliegues y confluencias fecundas, expresando la riqueza de nuestras memorias y los sentidos históricos contenidos en nuestros valiosos patrimonios.

En ellos, confluyen los poderes de las imágenes de las obras de arte y en especial, los provenientes de la pintura de historia con la persistencia de los lenguajes de sus ricas producciones.

Las pinturas de historia, en particular las pinturas de episodios militares, son a la historia argentina lo que los poemas homéricos son a la historia de Grecia. No desde el punto de vista de su uso, ya que generaciones de helenos, fueron educados por los poemas de Homero; pero sí desde el punto de vista, de su género artístico. La Ilíada y la Odisea son poemas épicos, género que narra hechos heroicos o maravillosos.

En nuestra historia las obras de arte El Combate de San Lorenzo, Chacabuco y El Abrazo de Maipú nos narran episodios de la guerra de la independencia, en los sentidos de las relatos homéricos dado que para los griegos, el arte es mímesis o imitación de la realidad. “Se debe tener en cuenta que todo artista, ya sea escritor, ya pintor (forja imágenes) debe necesariamente adoptar siempre una de las tres maneras de imitar: debe representar las cosas tal como fueron o son realmente, o bien tal como se dice que parecen, o bien tal como deberían ser”, dice Delfín Leocadio Garassa, citando a Aristóteles.

El arte neoclásico o académico representa los acontecimientos en función de un deber ser. En el caso de El Combate de San Lorenzo

de Julio Fernández Villanueva, cumple tres funciones: gnoseológica, ética y estética.

En ella observamos a San Martín aprisionado por su caballo muerto. A la planicie de 300 metros donde se despliega la carga de caballería, entre el Convento de San Carlos y la barranca. Afirma Bartolomé Mitre que era “adecuada para las maniobras de caballería”. Al Convento de San Carlos, donde se encontraban las fuerzas de San Martín, desde derecha e izquierda, salieron al ataque. A los granaderos que se aproximan para auxiliar al jefe caído.

Todo ello configura lo gnoseológico de la pinturas; vale decir, aquello que se nos dice del combate, ante San Martín apresado, se acercan los granaderos Baigorria y Cabral: ¿Cómo socorrer al futuro libertador de medio continente? ¿Cómo salvar su vida aun a riesgo de la propia?

EL DEBE SER

Estas preguntas nos introducen en la dimensión ética del conflicto representado; el deber ser, la obligación que la situación exige. Kant en su Crítica de la Razón Práctica nos lleva al campo de lo Absoluto (Dios), hay un “imperativo categórico” que prescribe la necesidad del auxilio. Pero tratemos de ver en la imagen este dilema moral; esta orden del deber ser, verla, no desde el contexto, desde la frase del sargento Cabral “muero contento, hemos batido al enemigo”, sino desde la propia composición. Parece no haber dilema espiritual en los granaderos que van a socorrer a San Martín.

¿Entonces? Pensamos que la respuesta está en las formas y colores del cielo. Hacia la izquierda y el centro, formaciones nubosas grises y oscuras; hacia la derecha, una nubosidad más tenue, blanquecina. El gris resulta de combinar el blanco y el negro. Mientras el blanco es la razón, la luz; el negro es la sinrazón, la oscuridad. El gris del cielo expresa la forma en que el deber del soldado se impone aún al costo de su vida.

Finalmente, la función estética: Kant plantea en la Crítica del Juicio o de la Facultad de Juzgar, que los juicos estéticos son de naturaleza subjetiva, que expresan la sensación de agrado o desagrado que el sujeto experimenta al contemplar una obra de arte.

Se trata de sentir en el intelecto que el óleo es bello; en efecto, la razón debe renunciar a su función cognoscitiva, y encontrarse inmersa en las facultades imaginativas: el cielo nuboso y grisáceo, el humo de los disparos, el alba sugerida, son componentes que estimulan la sensación de agrado frente a la libertad de medio continente salvada por la valentía del sargento Juan Bautista Cabral; son componentes que nos remiten a la infinitud, a la eternidad. Y lo infinito y eterno desafía a toda razón y nos coloca frente a lo sublime de la belleza. “Bello – dice Umberto Eco siguiéndolo a Kant- es aquello que agrada de forma desinteresada sin ser originado por, o ser reconducible a un concepto; por eso el gusto es la facultad de juzgar desinteresadamente un objeto”.

Pero cuando decimos que el agrado que experimentamos se desprende de ver en la imagen una especie de futuro encarnado en ese presente que es el auxilio a San Martín, estamos introduciendo un concepto que va más allá de la sensación. Sin embargo, es la sensación pura, despojada de todo rasgo interesado, solo experimentada ante El Combate de San Lorenzo de Julio Fernández Villanueva, al contemplarlo lo que nos permite hablar de su belleza.

* Directora Nacional de Museos de la Secretaría de Cultura de la Nación y Académico correspondiente de la Academia Sanmartiniana.