Espectáculos

Una obra generosa de divinidad

‘Momentos de la Pascua’, por el Coro Polifónico Nacional y el actor Marcos Montes, en el Palacio Libertad.


‘Momentos de la Pascua’. Concierto con obras de Bach, Mozart, Halley, Puccini, Verdi, y poemas de Neruda, M. Hernández, A. Storni, S. Ocampo y otros. Dramaturgia y puesta en escena: José Militano. Diseño visual: Emanuel Fernández. Con: Coro Polifónico Nacional (dir: Fernando Tomé), Marcos Montes (actor). Solistas: C. Gómez (soprano), C. Santoro (piano y órgano). El miércoles 16 en el Auditorio Nacional del Palacio Libertad.


 

 

Se ha observado, recientemente, que numerosos medios comunicación se refieren a la Semana Santa con el eufemismo de ‘fin de semana largo’. Se está a un paso de denominarla ‘semana turística’, como en otros países no tan lejanos. Por eso es loable que las autoridades de la Secretaría de Cultura hayan programado distintas actividades que recuerdan la relación entre Arte y la Fe, como el concierto Dixit Dominus, música religiosa argentina para coro en la Iglesia Presbiteriana San Andrés, que coincidió el mismo día con ‘Momentos de Pascua’, y la presentación del Ensamble Camerus, hoy a las 19, con la ejecución de ´La Pasión según San Juan’, de Bach, en el Auditorio Nacional.

 

MUSICA SACRA

Dos de los programas mencionados tienen como eje central únicamente a la música sacra, de indudable valor artístico. Su belleza trasciende y capta tanto a los espíritus sensibles o no a la dimensión religiosa que embargó a sus creadores. No obstante, en ‘Momentos de Pascua’ el Coro Polifónico Nacional fue más audaz: fusionó la música con el teatro y la poesía, creando un clima piadoso y de gran recogimiento.

La puesta sencilla y contundente de José Militano subrayó el despojamiento y la soledad. El escenario enorme y vacío, sólo ocupado por el podio, un piano y un órgano, se asemeja a un teatro griego de madera abandonado. El actor Marcos Montes lo recorrió lentamente creando un clima introspectivo y triste. Allí fue reviviendo el Vía Crucis transitado por Nuestro Señor Jesucristo con el dolor humano expresado por los poetas.

La presentación escénica se dividió en distintas partes: en ‘Getsemaní’, Montes recitó ‘Tengo miedo’ de Neruda, donde alude a la muerte del universo “sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde”, y el coro interpretó -acompañado por el órgano- ‘O Haupt voll Blut und Wunden’, de ‘La Pasión según San Mateo’, de Bach. En su transitar, la voz poética de Juan Ramón Jiménez y María Sánchez dieron vida a la ‘Renuncia’ y el coro respondió con el ‘Ave Verum Corpu’s’ de Mozart logrando un clímax poético musical intenso, camino a otra etapa clave: ‘Calvario’, donde Montes, sin estridencias, con una desesperación medida, repite los verso de Alfonsina Storni como una letanía: “¡Agua, agua, agua! (...) No quiero beberla. No quiero tomarla. No es la boca mía la que pide agua(…). Uno de los mejores momentos de la noche.

 

ESTRENO

El Coro, a continuación, ofreció un espacio de sosiego con el estreno mundial del motete de la autora argentina Georgina Perazzo sobre el ‘Ubi caritas’. Un himno que se atribuye a Paulinus de Aquileia, de finales del setecientos, aunque su melodía gregoriana se conoce desde el siglo X y se usó durante mucho tiempo como antífona del lavatorio de pies durante la Misa del Jueves Santo.

Un acierto haber incluido a esta fina y joven compositora bonaerense. El motete comienza con una bella introducción interpretada en piano y la melodía suave es portadora de la alegría y la esperanza de que donde hay caridad y amor allí está Dios.

Esta obra musical dio paso a otro momento de gran impacto: ‘Muerte’. Allí la poesía de ‘La araucana’, de Alonso de Ercilla, del siglo XVI, se conjugó con ‘El herido’ y ‘Para la libertad’, conocido poema de Miguel Hernández al que Montes le dio su toque personal alejado de histrionismos y amaneramientos efectistas.

El programa siguió los pasos de un diálogo entre la tierra y el cielo, el actor en el escenario y el coro en las alturas, como dando las respuestas sacras al drama del humanismo. Ese camino que transitó Montes en el espacio vacío lo hizo enfrentarse con la cruz pequeña, sencilla y luminosa a la que denominaron ‘Dolorosa’. Allí afloraron los poemas de García Lorca y el Coro como un grito de dolor interpretó el ‘Stabat Mater’ de las ‘Quatro pezzi sacri’ de Verdi, escritas por el gran maestro a los ochenta y cuatro años como un retorno a sus juveniles orígenes de organista.

El ‘Sepulcro’, una de las últimas estaciones profanas, sacó de escena al actor y solamente se escuchó su voz recitando “al fin de la batalla, muerto el combatiente, vino hacia el un hombre y le dijo: ‘No mueras, te amo tanto!’”. Pero el cadáver, ¡ay siguió muriendo! ‘Masa’, de César Vallejo, fue el pórtico del estallido del Coro que con fuerza, calidez y matices variados interpretó el ‘Regina Coeli’ de ‘Cavalleria Rusticana’, de Pietro Mascagni. Allí tuvo una actuación importante la soprano Carolina Gómez, que con voz clara y potente logró darle a su intervención un sentimiento religioso. Se integró a las voces del Coro Polifónico con naturalidad y se destacó con un agudo final sentido y de gran belleza.

 

RESURRECCION

Y en el final, la tierra se une con el cielo. El actor junto al Coro comparte la ‘Resurrección’. ‘El muerto’ del poeta español José Hierro anima a la esperanza de que “aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca”. Y nuestra poeta Diana Bellessi confiesa que “los corderos cantan y voy con ellos/ consagran la tierra vuelta rumor/ Donde hay memoria de la matanza hay/ un corazón que renace hablando/cavado en la piedra del viviente mar”.

El Coro se despidió con un ‘Halleluia’ diferente y poco convencional de Beethoven tomado de ‘Cristo en el monte de los olivos. Op.85 para coro y piano’. No podía ser de otra manera. Los versos resonaron como oraciones laicas que hicieron referencia a la humanidad de Jesucristo. Sin nombrarlo, salió a la luz la pasión, muerte y resurrección de cada habitante de la tierra. Sin perder de vista con Silvina Ocampo el sentido sobrenatural: “Que el ángel te librará de la tristeza y te despertará un precioso día sin memoria de loque te afligía y te dirá al oído: Escucha y cesa tus llantos”.

El Coro Polifónico Nacional se desempeñó con su acostumbrada excelencia. El maestro Tomé ofreció una lectura de las obras sin exageraciones. Y Claudio Santoro, un prodigioso artista, pasó del órgano al piano con una naturalidad envidiable y, además, con sensibilidad le dio notas musicales incidentales a las poesías marcando sus momentos más importantes. Una combinación perfecta con la puesta de Militano y la actuación de Montes. En síntesis, por la precisión lograron una bellísima obra de cámara con la grandilocuencia de un coro que supo adaptarse a las circunstancias.

 

Calificación: Excelente