En la Argentina de hoy se ha vuelto a mirar al dólar con preocupación. La plaza cambiaria pulsea cada día para ver hasta dónde puede llegar el precio de la divisa estadounidense, en un tira y afloja permanente con el Banco Central, que intenta contener una escalada devaluatoria, seguro prólogo de lo que sería un nuevo salto inflacionario.
El escenario es ya de por sí complejo, y a esta tensión que flota en el ambiente se le suma la presión que poco a poco irá generando la campaña electoral con vistas a las elecciones presidenciales de octubre. La desconfianza se traducirá en una acción concreta y conocida: la búsqueda de refugio en el dólar.
Para cuando esto ocurra, en un proceso que se prevé paulatino y en ascenso a partir de la llegada de las encuestas, el Gobierno y el Banco Central tienen preparadas las municiones para si no bajar, al menos contener la devaluación del peso echando mano a la suba de la tasa y la venta de divisas en el mercado.
"El objetivo del Gobierno es que lleguemos a octubre con un mercado cambiario civilizado", dice Pablo Goldin, director de la consultora Macroview, y avanza en una charla que le cuenta las costillas al programa económico.
-Dados los últimos datos de inflación, ¿alcanza sólo con la política monetaria para contener este proceso?
-Definitivamente la inflación en la Argentina no puede contenerse con un solo instrumento. Claro que a veces lo que un gobierno puede o no hacer depende mucho de las circunstancias y el contexto económico. En el último año de mandato de Cambiemos, atravesando una severa crisis económica, cambiaria y financiera, me da la impresión que el Banco Central, apuntalado por el Fondo Monetario Internacional, tuvo que tomar la decisión de cortar todos los grifos de la emisión monetaria porque si no nos íbamos hacia una espiralización inflacionaria.
-¿Tuvo éxito en esto la estrategia del Banco Central?
-La política monetaria tan restrictiva sirvió para evitar la espiral inflacionaria. En aquel momento, por septiembre u octubre del año pasado, había 6% de inflación mensual, y lo único que se logró hacer por lo pronto y hasta ahora es tomar una determinación para que no haya una aceleración del proceso inflacionario. ¿Alcanza esto para que la inflación baje del 4% mensual? Puede que sí, con políticas monetarias tan duras, que la inflación en tres meses baje. El costo, sin embargo, es muy alto en lo referente al consumo y el nivel de actividad. Hay que ser claros: la política monetaria es hiperdura. El Gobierno está terminando su mandato y la política monetaria puede hacer la tarea sucia, pero nos va a doler. No descarto que para mayo o junio la tasa de inflación baje de los actuales niveles.
-Si para junio la inflación no baja, ¿puede el Gobierno continuar con la misma receta?
-Los datos mensuales son anecdóticos en cuanto a la influencia que pueden tener una vez la carne, la leche, los colegios. Todos estos factores son, entre comillas, anecdóticos. La inflación es el reflejo de una situación macro descompensada, que venimos trayendo desde hace rato. La inflación es definitivamente un fenómeno macro. Cuando una economía tiene desequilibrios fiscales, monetarios o cambiarios, la inflación no puede bajar inmediatamente. Si de acá a tres meses hablamos nuevamente y todo sigue igual, yo diría; primero que estamos en un problema porque en una economía donde, simplificando, el Banco Central emite cero pesos y los precios aumentan al ritmo de 3% mensual, la gente tendrá cada vez menos capacidad de consumo. Iríamos hacia una recesión más fuerte que la actual o bien hacia una prolongación de esta crisis.
PLAN PERDURAR
-¿Hay margen para hacer otra cosa?
-Llegado ese momento, a un mes de las PASO y a tres de las elecciones, ¿puede el Gobierno dar un golpe de timón? Creo que no. Ya vamos a estar jugados a que el tipo de cambio no nos de otro susto grande. Nada más. Segundo: podría ocurrir que dentro de un par de meses la inflación ceda un poco, que significaría que junio diera 1 y pico por ciento mensual. Entonces el Gobierno puede decir: hasta acá llegamos, no puedo bajarla más. Es lo máximo a que puede aspirar el Gobierno en este camino con un tipo de cambio civilizado, no explotado. Es la única ambición posible.
¿Esto sería lo que Carlos Melconian dio en llamar el Plan Perdurar?
-Hoy, viendo el escenario económico con el diario del lunes, lo que mencionó Melconian el año pasado es un lujo. Ahora ha dado en llamar a este esquema el Plan Picapiedra. El otro, al menos, tenía cierto aliento. Este de ahora es de absoluta emergencia, armado sobre la marcha y con apoyo del FMI. El único objetivo concreto es evitar la espiralización cambiaria e inflacionaria, y no caer en default. No se le puede exigir nada más al Gobierno en estas circunstancias. No se le pueden pedir peras al olmo. El FMI nos ayudará a prevenir todo esto y a bajar un poco la inflación, pero no viene a reactivar el país.
-¿Habría que ir hacia una política de control de precios, como una manera de sumar otro instrumento en la lucha contra la inflación? ¿Es viable armar alguna mesa de diálogo?
-A esta altura no tiene ningún asidero. En términos temporales, a seis meses de las elecciones no hay ninguna chance de armar algo parecido. Nadie se va a sentar en ninguna mesa. En la Argentina, aún en el primer día de gestión, ensamblar una política de control o consenso de precios y salarios es complicado. Es un instrumento más, siempre y cuando los deberes macro también se hagan. Con un nuevo gobierno, manteniendo el ordenamiento monetario dentro de lo posible, se puede tratar de implementar un consenso en materia de precios. Algunos países lo han hecho, también la Argentina. Pero lo primero es lograr un ordenamiento macro.
-¿El Gobierno está logrando ordenar las cuentas públicas?
-No sé si lo está logrando. Lo cierto es que la realidad le impuso al Gobierno un ajuste fiscal y monetario. Desde hace un año que está en este baile. Se quedaron sin financiamiento. Básicamente primero pusieron las retenciones a las exportaciones. Ese fue el puntapié inicial de este ajuste fiscal. En el fondo las retenciones, salvo para los productores del campo, los pequeños productores y la pequeña industria, para la gente de la ciudad es lo menos doloroso. Las retenciones son política y socialmente bienvenidas en la Argentina. El otro pedazo del ajuste es el ajuste fiscal propiamente dicho que pasa por la caída de la obra pública y los salarios, además de la transferencia de gastos a las provincias. Todavía estamos en el camino de ida del ajuste. Aún no hemos hallado el equilibrio fiscal, veremos hasta donde se llega.
ACTIVIDAD
-¿Cuánto puede resistir la actividad productiva?
-La realidad es que en esta política de emergencia el objetivo es llegar lo más decorosamente posible a las elecciones. Si no teníamos este esquema rudimentario, básico y hasta troglodita hace ocho meses atrás, ahora hubiésemos estado mucho peor. A partir de ahí hay que barajar y dar de nuevo. Con este dispositivo que tenemos, ¿el 10 de diciembre podemos seguir igual? No. ¿Qué significa en términos de plan económica barajar y dar de nuevo? Quien gane las elecciones presidenciales tendrá que sentarse en la Casa Rosada y ahí surge otra pregunta: ¿Qué es lo primero que hay que hacer? Cualquier presidente electo, no importa su signo político, del oficialismo o de la oposición, debe tener tres cosas en claro: difícilmente vaya a tener una luna de miel, eso no va a ocurrir. El que gane tendrá que trabajar desde el primer día, arremangarse contra viento y marea desde el día uno. No habrá los clásicos seis meses de gracia.
-¿Cuáles son los otros dos ejes?
-Dos: cualquier gobierno tendrá que sentarse a negociar con el Fondo Monetario Internacional y seguir conviviendo luego con el FMI. No podrán decir que no lo quieren, no es así. Al FMI no se lo defaultea. Ni Néstor Kirchner lo hizo. El organismo acompañará con diferentes programas. Se irá refinanciando y pagando de a poco la deuda a través de diferentes programas. Todos tratarán de negociar e imprimir sus propias pinceladas, pero hay que tener claro que el FMI seguirá en la Argentina. Y tercero, cualquiera que gane tendrá que encontrar la sintonía fina, muy fina, entre el esfuerzo fiscal para pagar los vencimientos de deuda acumulados, contra la posibilidad que tenga la Argentina de volver a crecer. El desafío central pasará por volver a crecer.
-Se espera una suba del dólar cuando se acerquen las elecciones presidenciales. ¿Alcanzan las divisas para contener una corrida como la del año pasado?
-El esquema cambiario que elige un país depende del nivel de reservas que tenga su Banco Central. El Banco Central de la República Argentina no tiene muchas reservas. Las que tienen son en total u$s 68.000 millones. Pero las propias, las que puede utilizar en el mercado para intervenir y frenar una corrida son menos de u$s 20.000 millones. El resto son yuanes que no se pueden utilizar en seguida o depósitos en dólares, que en definitiva son depósitos de la gente. Eso no se puede tocar. Es poca esa cifra para intervenir. Si tomamos en cuenta que el año pasado el Gobierno tuvo que vender u$s 5.000 millones mensuales para frenar la corrida, entonces quedarían fondos para cinco meses. Y eso no es nada. Cualquier régimen de tipo de cambio fijo o semifijo dependerá de la cantidad de reservas que tengamos. Un país con pocas reservas tendrá un régimen más flexible, libro o móvil que uno que tiene muchas reservas.
-Pero el plan es salir a frenar cualquier suba brusca a través de subastas diarias.
-Es utópico defender el precio del dólar sin reservas suficientes. Un país tiene el régimen cambiario que puede, no el que quiere. Eso no existe. Argentina puede vender parte de los dólares que le dio el FMI, lo que puedan liquidar los exportadores, y eso va a competir o pulsear contra la demanda o compra de dólares que haga la gente cuando se acerquen las elecciones. Los argentinos tendemos a votar con dólares en el bolsillo. Hoy todavía no ha comenzado la compra masiva de la gente. Ocurre que hay pocos pesos en la calle. Por otra parte, la liquidación de los dólares de la cosehca está sujeta a lo que decidan los chacareros. De eso depende que el tipo de cambio suba mucho o no. Con respecto a la banda de flotación cambiaria, son valores referenciales que a la hora de la verdad el Banco Central no puede comprometerese a defender. Ahí se acomodará el tipo de cambio en función de la compra y la venta en el mercado.
-El FMI suele abogar por la libre flotación del dólar, pero eso en la Argentina puede ser incendiario.
-No sé si es la palabra, pero es inestable y complicado. Por eso el FMI en su imaginario, en su manual prefiere regímenes de flotación lo más libre posible. En este caso ha dejado esta pseudo banda y le da la posibilidad al Banco Central de vender 150 millones por día, más los u$s 60 millones diarios que autorizó al Tesoro para sus gastos operativos. Esa es la negociación y es el esfuercito que hace el FMI para no dejar todo al libre albedrío y que pase lo que pase. El objetivo es el siguiente: vos para que la gente no compre dólares y se llevo todo, tenés que dejar la menor cantidad de pesos en la economía. Ese es el verdadero cerrojo cambiario que pretende el FMI.
-¿Será inevitable la suba del dólar cuando se acerquen las elecciones?
-El dólar no se quedará clavado en $ 41. Irá en una tendencia ascendente, en función de la oferta y la demanda. Si los chacareros no venden la cosecha y la gente sale y busca pesos y compran dólares, o si no renuevan los depósitos y se pasan al dólar, el tipo de cambio irá subiendo. Si los chacareros liquidan y venden, entonces el tipo de cambio subirá más paulatinamente, de manera no traumática. Pero subir va a subir. El objetivo del Gobierno es que lleguemos a octubre con un mercado cambiario civilizado. Yendo a lo político, cualquier nueva corrida cambiaria será casi un golpe letal para el Gobierno. Y no es seguro que logre evitarlo.