A Mariana, Silvina y Rosana Chiarlo se les planteó un gran desafío en el 2020 cuando pasados los 50 años les surgió una oportunidad que provocaría un giro en sus vidas. En una etapa en la que los hijos están yéndose de la casa o generando sus propios proyectos, las tres mujeres santafesinas decidieron ponerse al frente de la fábrica familiar Tinka de producción de bolitas de vidrio, única en su tipo en la Argentina, ubicada en el localidad de San Jorge (centro-oeste de Santa Fe).
En el comienzo arrancaron con una ventaja: conocían la empresa desde su infancia debido a que su tío, hoy de 95 años, junto con un amigo habían fundado la fábrica. Además, posteriormente su padre también había trabajado allí por décadas. “Hoy la fábrica tiene 70 años de existencia y ante la posibilidad de que se cerrara o que la vendieran a un tercero decidimos seguir con el negocio”, explicó a La Prensa Mariana Chiarlo.
La responsabilidad sobre sus hombros se hizo sentir desde el primer minuto. Una cosa era recorrer las instalaciones como familiar y otra distinta fue como empresaria con poder de decisión sobre el futuro del emprendimiento en el que trabajan empleados desde hace décadas y, además, se reconoce como un orgullo para San Jorge. Además, sus bolitas han marcado a generaciones de argentinos que pasaron largas horas jugando con ellas.
“Cuando con mis hermanas compramos esta fábrica, si bien los conocíamos a los empleados de toda la vida, porque muchos llevan años en la fábrica, era todo un desafío. Primero tuvimos que aprender muchas cosas del día a día que desconocíamos y dependíamos mucho de ellos”, explicó la psicóloga santafesina, quien de chica con sus amigas aprovechaban los descartes de las bolitas de la fábrica para jugar simulando que eran tacitas de té para sus muñecas.
Por suerte para las tres emprendedoras el equipo de trabajo en la fábrica “es espectacular. Nos han enseñado de todo, porque nosotras dependíamos de ello. Comercializar por ahí es más fácil, pero producir y hacer algo tan especial es otra cosa. Estamos eternamente agradecidas con nuestros compañeros de trabajo. Así que lo que hagamos es para poder dividir entre todos y también para aquellos que hoy están todavía vivos, como es mi papá y mi tío, y así poder retribuirles también un poco todo esto”.
A las tres hermanas el emprendimiento les genera “mucho orgullo. Es sostener una historia que nos atravesó absolutamente a todos durante 70 años. Nosotras nacimos con todo esto, entonces que se siga manteniendo y que la gente nos reconozca tiene un gran valor”.
En algunos momentos de la entrevista, Mariana se entrecorta por la emoción de recordar tantas cosas que vivió en ese lugar y las dificultades que atravesó su padre para continuar con la fábrica abierta, que permitió que tuvieran siempre un techo propio, un plato de comida y concretar el sueño de que las tres hijas llegaran a terminar sus estudios universitarios.
“Hoy tenemos nueve empleados en planta permanente y nosotros seis de la familia. Así que trabajamos las tres hermanas y ya está la tercera generación que se sumó al proyecto. Un sobrino se recibió de administrador de empresa y está en toda la organización, mientras mi sobrina que está en el escritorio y otro sobrino está en producción. Somos ya la tercera generación tratando de mantener esta historia”, enfatizó la emprendedora.
DOS MILLONES
La producción actual es de dos millones de bolitas por semana. Las máquinas se encienden los domingos por la noche y no se apagan hasta el viernes. Los operarios las controlan todo el tiempo, distribuidos en turnos rotativos. La elaboración de esa cantidad de bolitas requiere casi 10 mil kilos de vidrio por semana.
El catálogo de productos de Tinka está integrado, según el tamaño, por bolitas y bolones. La oferta está conformada por cuatro modelos: la industrial que es toda negra y se hace con botellas de vidrio verdes o marrones, la ónix que se elabora con botellas de vidrio oscuro y tiene vetas de color por fuera y la vergel que se construye con botellas de vidrio transparente con vetas de color por fuera. Y hay otra, especial, que se llama pétalo, se hace con insumos procedentes de cristalerías, es transparente y tiene las vetas por dentro. Esta última es discontinua porque es difícil reunir la cantidad del material necesario para fabricarlas.
“No se pueden mezclar patrones, porque llevan material reciclado por excelencia. Hay algunos que se hacen con botellas de vidrio de todos los colores o frascos, y hay una especial, que tiene un pétalo. También están las japonesitas, que son las que tienen los colores por dentro y se hacen en versión de bolones. Esa se hace con material proveniente de la cristalería San Carlos o cristalería Cañada de Gómez de acá de la provincia de Santa Fe. Son los modelos clásicos que se producen desde hace años”, señaló Mariana, cuyos hijos por ser aún jóvenes aún no se sumaron al proyecto.
Con la idea de innovar para mantenerse en el mercado, las hermanas Chiarlo decidieron reversionar algunos patrones. “Habíamos sacado un modelo denominado el “Meteorito”, que los chicos lo conocen como una bolita que tiene vidriecitos de colores pegados. Y, por otro lado, reflotamos lo que alguna vez la fábrica había hecho, que era unas bolitas con stickers de los escudos de los clubes”, detalló la empresaria.
En este momento, el 75 por ciento de las unidades que vende Tinka se destinan a juegos infantiles. El resto va para usos industriales (en el interior de los envases de pintura en aerosol) y artísticos. Actualmente la fábrica no llega a exportar porque no cuenta con producción suficiente y la demanda interna se lleva todo lo que hace.
MUNDIAL
La pasión por la Copa del Mundial jugado en Qatar y la obtención de la tercera estrella son, sin duda, grandes inspiraciones para los argentinos. Y para la fábrica fue el motivo principal para sacar una colección especialmente dedicada a ese evento.
“Para eso pensamos en 30 bolones, que son los 26 jugadores, el técnico, las tres estrellitas, la copa y Messi besando la Copa. Emprendimos este camino hace ya dos meses, cuando armamos bolsitas con bolitas celestes y blancas y tres bolones con stickers”, destalló Mariana.
Al respecto, aclaró que “cada bolsita no viene con la colección entera. Es como las figuritas, hay que buscar para completar. Nosotros vendemos las cajas al por mayor desde fábrica y luego son distribuidas en gran parte del país”.
Un punto destacado de esta colección mundialista es que todo el trabajo es manual por lo que hay un gran equipo trabajando para sacar el proyecto a tiempo. Así, se corta y luego se pega un sticker en cada bolita, un trabajo que requiere una gran paciencia.
“En esta edición especial, somos mucha gente trabajando. A todo el resto de la familia que no está hoy en la fábrica siempre les bromeamos diciéndoles que pasen por la vereda de la fábrica que los agarramos para hacer algo. Además, los vecinos que conocen todo esto, se han ofrecido también. La fábrica es como una niña bonita de la ciudad y a todos los enorgullece”, señaló la empresaria.
Según cuentan, apenas salió a la calle la colección del Mundial se agotó de tal manera que las hermanas encararon para una segunda y tercera edición. El éxito de la propuesta trajo también un alivio financiero y la posibilidad de pagar un crédito que se había solicitado para financiar el proyecto. “El 2023 fue un año muy duro para la venta. Encaramos un crédito con el que compramos todo el material, muchos de los cuales son importados y los compramos con un dólar a 385, 390 y hoy está a mucho más. Eso complica la adquisición de nuevo stock de materia prima, pero no podemos perder la oportunidad de lo que se dio, así que vamos a seguir haciéndolas”, explicó la emprendedora.
Así, quien pase por la vereda de la fábrica podrá notar la meticulosa tarea que realizan todos los abocados a la nueva colección. “No se olviden que las bolitas nosotros la hacemos desde siempre, pero esta edición especial implica pegar un sticker uno por uno, porque es un trabajo manual. Luego se los lleva a una mufla, que es un hornito que calienta a 500 grados para poder vitrificarla, para que parezca que estuviera dentro del vidrio. ¿Ustedes saben lo que implica todo ese proceso? Nosotras hace un mes a esta parte que no dormimos porque hay que ir a la madrugada, apagar la mufla, sacar 3.000 bolitas y volver a poner la misma cantidad”, detalló la santafesina que, pese al arduo trabajo, no lo cambia por nada del mundo porque le permitió, a sus más de 50 años, soñar con nuevos proyectos.