El libro de Horacio Castillo encierra una tesis: la escritura del autor del "Facundo" se asentaría en una sensibilidad poética y en el lenguaje figurado propio de este género, al que prestó especial atención ya que además de escribir algunos poemas fue un fervoroso lector de la lírica internacional e incluso escribió comentarios críticos.
El sustancioso ensayo no solamente se impone desde el título, sino que introduce al lector en el tema con una pregunta -"¿Sarmiento poeta?", que funciona como piedra de toque: "Cuando definí el título del libro tuve en cuenta lo extraño, lo desprevenido, lo aparentemente exagerado de esa calificación", dice en una entrevista.
Y sigue: "Todo ello me llevó a trasladar la responsabilidad a (Bartolomé) Mitre que le dijo a Sarmiento con todas las letras: "Todo eso es poesía, y por eso lo bautizo a Usted poeta, derramando sobre su cabeza el óleo sacro de los elegidos".
Aparte de los escasos versos atribuidos al sanjuanino, su prosa, según Castillo, "está fundada en recursos propios de la poesía. Más aún, su sensibilidad, su espíritu, su percepción del mundo, son las de un poeta. Vivió su vida entre poetas, de Godoy a Longefellow, entonces el más importante lírico de lengua inglesa, que lo distinguió con su amistad".
El autor sostiene que Sarmiento a lo largo de su extensa obra cita permanentemente a poetas: Byron, Lamartine -ambos ídolos de su juventud-, pero también a Homero, Virgilio, Dante, Víctor Hugo, Hidalgo, Mármol y Echeverría.
Esta visto -dice Castillo, traductor de poetas griegos y autor él mismo de varios libros de poesía como "Tuerto rey" y "Mandala"- que Sarmiento lejos de rechazar el género, lo consideraba "la verdadera manifestación de la literatura".
"El mismo contribuyó con agudas críticas a los poetas y a la poesía de su época a crear una leyenda negra que sus biógrafos, sin investigar repitieron. Hay pasajes de su obra que desmienten esa superchería", apunta.
PROSA SARMIENTINA
El sanjuanino considera a la poesía un "fuego eléctrico" y al poeta la rara avis que ha alcanzado lo "sublime"; mientras los versificadores son "la plaga de la época", los cultores de una literatura "verbosa y hueca".
Para Castillo, la prosa sarmientina echa mano de las figuras retóricas de la poesía: "Un capítulo está dedicado a lo que llamo el "Facundo implícito"; un arquetipo basado en elementos retóricos (imágenes, metáforas., metonimias, hasta metros tradicionales) que instituyen un "Facundo" esencialmente poético".
Agrega que: "Sarmiento mismo dijo que lo escribió en "un rapto de lirismo". Y es ese lirismo, fundado en el paradigma clásico, el soporte determinante de su escritura y del propio mito".
Una y otra vez, el interesante análisis de Castillo martilla que a Sarmiento "todo lo conducía a la poesía".
"Tuvo una extraordinaria sensibilidad artística. Cultivó la pintura, el teatro, amaba la música clásica, tenía una singular capacidad para percibir el misterio del mundo, ahondó en el drama de la existencia en un grado del que dan cuenta algunas frases dignas del más encumbrado filósofo", cuenta.
"Todo eso -explica Castillo- lo llevaba a la poesía, y si no fuera por la vigencia de la forma -que conspiraba contra su necesidad de libertad expresiva- y por la pobre tradición poética de su país, hubiera sido un gran poeta. Un Whitman".
¿Cuál sería esa vecindad entre Sarmiento y el poeta estadounidense Walt Whitman?
VINCULO CON CASTILLO
"La admiración por la técnica, que le pareció una de las grandes conquistas de la civilización, lo hizo añorar a un poeta que cantara la "maquinaria", un Dante que exaltara al ferrocarril, la máquina de vapor, el telégrafo".
Sin embargo, Sarmiento rechazaba la poesía de su tiempo que, a su entender, encorsetaba ideas, emociones y sentimientos, en un modo de versificar que calificó de "moldes y cajoncitos". Esa exigencia de libertad y su deslumbramiento por la máquina -sostiene Castillo- lo vincula estrechamente con Whitman: "con quien tiene coincidencias concretas".
"Whitman anuncia "The world Democratic" y Sarmiento habla del "poema épico de la democracia"; Whitman canta al "Hombre Moderno" y Sarmiento vio en el yanqui un nuevo tipo de hombre; Whitman presintió un nuevo mundo y otro tanto hizo Sarmiento".
De acuerdo al "Sarmiento poeta", hay un momento en que el escritor rechaza el castellano: "Gilles Deleuze dice que para poder escribir se debe odiar la lengua materna. Sarmiento odió, en ese sentido, no el español, sino el español de los puristas, y proclamaba -lo que lo llevó a polemizar con Andrés Bello- la soberanía del pueblo en la sanción de la lengua".
Sarmiento -al decir de Castillo- rechazaba: "Un idioma plagado de galicismos, de lo que llamaba "antiguallas", pero admiraba a Cervantes, Lope de Vega, Calderón. Y tal fue su rechazo que, como Borges, tuvo que crear un español propio".
Las páginas de este ensayo -que le llevó cinco años de trabajo investigativo a Castillo-, se abren también a un Sarmiento que en algunos pasajes de sus libros se anticipa de alguna manera al realismo mágico y al relato fantástico.