Opinión
Buena Data en La Prensa

Un paso adelante

La Ley Nacional 26.743, conocida como ley de Identidad de Género, promulgada en 2012, sigue dando que hablar. 

Es posible que algunos de los legisladores que la votaron hayan actuado con ingenuidad o con tal liviandad que no les permitió advertir los dramas personales y sociales que esta podía acarrear. La norma permite que las personas que sienten que su sexo biológico no coincide con su género autopercibido puedan inscribirse en sus documentos con el nombre y sexo que elijan y regula intervenciones hormonales y quirúrgicas para adaptar su cuerpo a la identidad autopercibida. 

CUIDANDO A LOS NIÑOS

Antes de la firma del DNU 62/2025 los menores podían acceder a hormonización y cirugías con la anuencia de sus representantes legales, o en caso de no contar con tales avales podían recurrir para que en un breve plazo, el juez les habilite esas prácticas. Bajo el amparo de esta ley algunos niños recibíeron bloqueadores de la pubertad, hormonización cruzada, y se avaló la ablación de órganos sanos (ejemplo, extirpación de los senos) en adolescentes porque “A partir de los dieciséis años el adolescente es considerado como un adulto para las decisiones atinentes al cuidado de su propio cuerpo”. (CCyC)

La norma actual prohíbe que los menores de 18 años accedan a este tipo de intervenciones y tratamientos. Esta medida se sostiene en la evidencia de que entre el 70 al 97% de los varones y entre el 50 al 88% de las mujeres que no se sienten conformes con su sexo superan la disforia en edad adulta, siempre que no hayan iniciado una transición. Además, aún los médicos dedicados a la hormonización de niños, admiten que no existe suficiente investigación sobre sus efectos a largo plazo.

Escribe Sandra Mercado Rodriguez, persona trans arrepentida, en “La estafa del Transgenerismo”: “El Instituto Nacional para la Excelencia en Salud y Atención del Reino Unido, ha llevado a cabo un estudio sobre los bloqueadores de la pubertad y las hormonas de sexo cruzado. Se destaca en las conclusiones que los bloqueadores no mejoran la disforia de género, ni la salud mental, la imagen corporal y el comportamiento social. Con respecto a los tratamientos con hormonas cruzadas, se observan muy bajos cambios en el malestar general del paciente, al igual, se desconocen los efectos secundarios a largo plazo de las hormonas cruzadas, se da a entender que realmente no merece la pena jugarse la vida a cambio de prácticamente nada.” 

NO ES SOLO UN NOMBRE

Esta medida es reparadora y cuida, en parte, a los menores que padecen disforia de género y disforia de género de inicio rápido. Esta última, más frecuentemente niñas, que declaran repentinamente “sentirse” de otro sexo, parece ser un fenómeno social que canaliza una diversidad de malestares. Los trastornos mentales, la estigmatización del varón como agresor, la naturalización del mundo trans y la promoción de un modelo que confunde autopercepción con realidad hace de estas niñas una población muy vulnerable, impulsándolas a considerar que ser de otro sexo podría ser más ventajoso. 

Pero decimos que cuida, en parte, porque el camino hacia la transición se inicia con la transición social, aparentemente inocua y muchas veces entendida como solidaria y empática. 

La transición social de menores aún sigue vigente en la ley. “Deberá respetarse la identidad de género adoptada por las personas, en especial por niñas, niños y adolescentes, que utilicen un nombre de pila distinto al consignado en su documento nacional de identidad. A su solo requerimiento, el nombre de pila adoptado deberá ser utilizado para la citación, registro, legajo, llamado y cualquier otra gestión o servicio, tanto en los ámbitos públicos como privados.”(Art. 12)

Es necesario crear conciencia de que avalar la transición social es convalidar la creencia errónea de “haber nacido en un cuerpo equivocado”. Es poner al niño en camino de continuar la transición más adelante, en lugar de abordar la raíz del problema. 
 

ESTAR INFORMADO

La agrupación MANADA, (Madres de Niños y Adolescentes con Disforia de Género acelerada) solicita que se prohíba la transición social de los menores por parte de los adultos, en todos los ámbitos educativos. Ya que ese aval es altamente dañino y generalmente se hace a escondidas de los padres. 
También solicita que, en adultos jóvenes con comorbilidades y/o patologías previas de base como TDAH (Trastorno por Déficit de Atención), TEA (Trastornos del Espectro Autista) y TLP (Trastorno Límite de la Personalidad), se exija un seguimiento más prudente antes de avanzar a tratamientos invasivos. 

Por último, que los consentimientos informados sean expedidos exclusivamente por el Ministerio de Salud, conteniendo la información completa, detallada y actualizada, sobre daños ya comprobados y posibles para que sean devueltos con la firma del paciente en un tiempo no inferior a seis meses. De esta manera la persona tenga tiempo para evaluar su decisión. 

Cada vez más detransicionistas atestiguan que modificar o derogar la ley es necesario. En este sentido, termina diciendo Sandra Mercado, en la introducción a su libro: “La transexualidad me trajo una caótica amalgama de emociones, experiencias llenas de euforia y la angustia de seguir odiando mi cuerpo. No existe ese final feliz, lo único que me queda es seguir trabajando en la aceptación de lo que realmente soy biológicamente, un hombre…Es hora de dejar de vivir en una nube llena de mentiras que va a màs, trabajar conscientemente en la realidad y aceptación de nuestros cuerpos cuando nos miremos al espejo”. 

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