Tal vez lo primero que llama la atención al ver `Pampa escarlata' es el registro de actuación. Reforzados por el vestuario de época, se ve a dos intérpretes utilizando formas de hablar bien particulares, que hacen alusión a una clase alta antigua, encarnada en una chica con pretensiones de artista y un maestro particular a quien no le gustan nada sus pinturas. El
Ambos intérpretes se lucen en un juego de parlamentos difícil de mantener. Y en el caso de Adúriz -casi todo el tiempo está en escena- representa un
CAMBIO DE REGISTRO
Lo curioso de esta obra -ganadora de la convocatoria Operas Primas de 2019 del Centro Cultural Rojas- es que no parece escrita y dirigida por un joven de veintipico -y tampoco una ópera prima-. Julián Cnochaert, el alma detrás de todo, se muestra como un maduro artífice de la palabra y un hábil director que sabe bien lo que quiere y ahí va. Se nota su formación, pero nos la muestra con agrado, sin cancherear como suelen hacer algunos directores del
Inspirada en las novelas inglesas del siglo XIX, como las de las hermosas Bronté, Jane Austen y Mary Shelley, el material mete a la pampa argentina en Inglaterra. Y lo que sale es un magma de sensaciones intensas donde el juego del equipo se ve en todo su desarrollo. Hay sangre, claro. Hay dolor, pero también hay charme inglés.
Magnífica resulta, asimismo, la iluminación de Ricardo Sica, quien contornea, resignifica y profundiza lo que se dice y ve.
El arte, las ansias de gloria, la ambición sin límite, los maestros detentores de un supuesto saber, el colonialismo cultural, y tantos otros elementos surcan el escenario de Area 623 (Pasco y México). El lugar es donde antes estaba Apacheta y felizmente continúa como un nuevo espacio, con la iluminadora Eli Sirlin a la cabeza.
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