Por segunda vez en 40 años de democracia dos candidatos irán a balotaje en medio de una completa incertidumbre. La primera, entre Mauricio Macri y Daniel Scioli en 2015, terminó con una diferencia de dos puntos a favor de Macri, que ganó por algo más de 600 mil votos. En esta ocasión los números de las devaluadas encuestas muestran una paridad también estrecha.
Es la única semejanza, porque en lo demás las diferencias son notorias. En primer lugar la crisis económica actual con una inflación asfixiante, producto del agotamiento del “modelo” kirchnerista/peronista. Ya es imposible seguir con el despilfarro fiscal y la emisión descontrolada sin caer en la hiper. A lo que se agrega que la situación de las reservas llegó a un punto dramático con faltantes de insumos básicos.
La segunda diferencia es que ante la evidencia del fin de ciclo la oposición unida obligatoriamente por el sistema aumentó sus chances de éxito encolumnada detrás de Javier Milei, un político improvisado e inestable, pero que corporiza el hartazgo social frente al deterioro económico y la carencia de soluciones por parte de la dirigencia tradicional.
Ese hartazgo volvió competitivo a un “outsider” cuyo desempeño si llega al poder es una incógnita. Sin embargo, esa incógnita estaría imponiéndose por entre dos y tres puntos al oficialismo, a pesar de la campaña negativa montada en su contra.
En los hechos, la batalla entre los dos candidatos parece la de David y Goliath, porque Massa no sólo dispuso de los ingentes recursos del Estado para hacer campaña, sino que exhibió un impresionante apoyo de los sectores establecidos, desde los empresarios hasta lo clubes de fútbol, pasando por los sindicatos, la universidad estatal, los actores, intelectuales, la UCR y una larga lista de corporaciones que apoyan el “statu quo” porque los beneficia.
A lo que hay que sumar una intensa campaña negativa que apuntó a las eventuales consecuencias de un triunfo del libertario: ajuste del gasto público, menos planes, tarifas sin subsidios, etcétera. Aun así, Milei siguió en carrera.
¿Por qué? Porque Massa es un político profesional avezado en la lucha por el poder y en el manejo de la cosa pública y por lo tanto sus promesas de cambio tienen baja credibilidad. Si la duda del futuro desempeño de Milei es la poca gobernabilidad, la certeza que ofrece Massa es que mantendrá el estado de cosas que dura 20 años con algunos retoques. Sus insinuaciones en sentido opuesto no convencen a los millones de votantes que se muestran dispuestos a tirarse de cabeza a la pileta sin siquiera averiguar si hay agua. Ese es el nivel de la crisis.
En el fondo es una lucha entre quienes se adaptaron al modelo, en particular las corporaciones, los planeros, los jubilados sin aportes, los empleados estatales, etcétera y los que quedaron afuera y sufren las consecuencias de un empobrecimiento sin horizonte.
Esos sectores medios que no tienen empleo público, ni planes, ni mercados cautivos, ni amigos en el gobierno son la base electoral de Milei y ni la campaña del miedo, ni las evidentes carencias de su candidato los hace retroceder. Ejemplo de esto fue el debate del domingo pasado. Lo ganó ampliamente Massa ante un adversario lento, desinformado y que repite argumentos desgastados por el uso, pero en las últimas horas Milei parece haber crecido otra vez. Su acto de cierre en Córdoba fue multitudinario y si saca la ventaja que se espera en esa provincia, Mendoza, Santa Fe y Entre Ríos, Massa deberá hacer una excelente elección en Buenos Aires para compensar las pérdidas.
En este marco de paridad los libertarios sembraron dudas sobre un posible fraude oficialista. El peronismo tiene una maquinaria electoral-clientelística sin igual en la provincia de Buenos Aires y especialmente en el conurbano sobre la cual Milei intentó sembrar sospechas.
Si bien la justicia electoral rechazó las acusaciones, la única manera de resolver el problema es con fiscalización que a Milei solo puede acercarle el PRO. En ese punto hubo enfrentamientos entre dirigentes de La Libertad Avanza y del macrismo ventilados profusamente a lo largo de la semana. En los hechos Macri demostró que sigue teniendo fuerte ascendiente en el electorado y su apoyo a Milei más el de Patricia Bullrich dieron un fuerte impulso al libertario. Si este gana, se producirá seguramente una reconfiguración del espacio de la derecha (ver “La interna del días después”).
En caso de que lo haga Massa, ocurrirá otro tanto en el peronismo. El resultado de la elección disparará un reagrupamiento de las facciones políticas, hoy segmentadas por falta de liderazgos. Lo que difícilmente garantice es una salida a la crisis que sigue deteriorando la economía, algo que la política sigue sin proveer porque está más quebrada que el Estado.