Libros

Tras una artista incomprendida

Han pasado 27 años desde que el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez se tropezó con el nombre de Feliza Bursztyn pero solo ahora logró dar vida a Los nombres de Feliza, un libro en el que recrea la corta vida de la escultora bogotana, comprometida con las causas sociales, y en el que ahonda en la tristeza que acabó con su vida.

Vásquez, al que le gusta escribir en las horas de la mañana y en medio del silencio absoluto, señaló a la agencia EFE que Los nombres de Feliza (Alfaguara) son "275 páginas tratando de encontrar las razones de la tristeza que mató a Feliza".

El ganador del Premio Alfaguara de Novela de 2011 con El ruido de las cosas al caer cuenta que su libro es una ficción que funde lo biográfico, la realidad y la imaginación para contar la historia de una artista que se enfrentó a una sociedad cerrada y machista que no la entendió.

Feliza Bursztyn, hija de padres judío-polacos, murió de un infarto fulminante el 8 de enero de 1982 en París, el país dónde vivió su segundo exilio. Tenía solo 48 años de edad.

Murió cuando iba a cenar con varios amigos, entre ellos el nobel colombiano de Literatura, Gabriel García Márquez, quien en una columna de opinión días después aseguró que la artista murió de tristeza.

Esa fue la piedra angular para que Vásquez (Bogotá, 1973) comenzara a investigar la vida y obra de la escultura.

"Fueron pasando los años. Yo escribí otros libros, pero desde hace 27 años iba averiguando quién era esta mujer, hasta descubrir cómo se podía explorar su vida fascinante mediante la novela, que es lo que yo he tratado de hacer en los últimos años: investigar las vidas reales de gente real a través de la ficción", explicó el escritor.

Vásquez ve a Bursztyn como una pionera no solo como escultora, sino como mujer que no bajó los brazos, que vivió el machismo y la persecución política y que tuvo que salir de Colombia, un país del que "nunca se olvidó".

El ganador del Premio Real Academia Española en 2014 por Las reputaciones, recuerda que Bursztyn "volvió arte" la chatarra de hierro y los desperdicios de acero inoxidable para realizar composiciones en diferentes escalas.

"Feliza se educó en París como artista y cuando descubrió que en Colombia no había fundición ni montañas para sacar el mármol, decidió trabajar con lo que sí tenía a mano y montó toda una obra alrededor de la recuperación de la chatarra, incluidos vehículos que se estrellaban en accidentes de tráfico que ella convertía en obras de arte. Se rebeló contra los patrones artísticos que imperaban en su momento", recordó Vásquez.

Eso le permitió hacer obras como Mirando al norte, Las histéricas y Homenaje a Gandhi, escultura ubicada en Bogotá y que trataron de robar con una grúa (la propia escultura logró impedir el robo).

La minuciosa investigación de la vida de la artista está formada por decenas de entrevistas con personas que la conocieron, especialmente su segundo esposo, Pablo Leyva.

"Me interesó conocer a profundidad a Feliza, incluso me matriculé en la misma escuela de escultura en la que ella tomó clases en París", apuntó el autor.