Esto le pasó a un amigo mío en esta ciudad, me van a decir que no es posible, que no es cierto, porque nadie acepta la realidad ajena hasta que le sucede.
Todo comenzó un día en que José caminaba por la avenida Corrientes. Faltaba una baldosa y al pisar la ese suelo desnudo sintió que el piso lo chupaba. “El centro de la Tierra me absorbe”, pensó y al segundo se dio cuenta que a nadie podría confesarle tal sensación. “A los 71 años no me puede estar pasando esto”, se decía, cuando al cruzar por el césped de una plaza le parecía que iba a hundirse y desaparecer enterrado. Toda una vida trabajando y ahora que estaba jubilado no podía disfrutar de su nuevo estado.
Consultó con un médico amigo el cual después de comprobar que José no había bebido de más, escuchó su testimonio y luego le confesó que no entendía la razón de ese síntoma y que probablemente sería una sensación psicológica. Por las dudas le tomó la presión arterial, la fiebre y el resultado fue normal. Le recomendó hacer terapia.
Pero José notaba que su cuerpo se volvía más denso, más pesado, sin estar comiendo de más. La solución inmediata era no transitar caminos de tierra ni calles que no estuvieran asfaltadas.
Todo iba bien hasta que creyó que el asfalto mismo se derretía bajo sus pies cuando cruzaba una avenida y que el centro de la Tierra comenzaba a succionarlo.
Su esposa Gloria no le creyó cuando se lo contó y temió que fuera el comienzo de alguna enfermedad neurológica grave. Hasta que al salir por el portón de su casa, y comenzar a cruzar la calle José comenzó a hundirse en el piso. Primero fueron los tobillos, y en unas horas ya estaba abajo hasta las rodillas. Los vecinos intentaron sacarlo pero era imposible, la fuerza que ejercía el centro de la Tierra era más poderosa que un grupo de hombres musculosos. José iba desapareciendo de a poco.
Me llamó por celular y yo mismo fui a la municipalidad a solicitar que vinieran a romper la calle y lo sacaran de allí pero fue inútil. Me informaron que eso requería un trámite judicial, ellos no debían destruir el pavimento por un incidente común. En síntesis, me tomaron por loco.
“Esto me pasa por haber hecho en la vida tantas metidas de pata y al instante decir: ‘¡tragame tierra!’”, murmuraba José ya al borde de la desesperación.
Los medios (cronistas de noticieros) no tardaron en llegar para cubrir la nota. Mientras le hacían las preguntas más absurdas, José sentía que el terreno seguía cediendo bajos sus pies y se iba cada vez más para abajo. Filósofos y científicos, en la televisión, discutían si José era el exponente del derrumbe del capitalismo mundial o solo un pobre desgraciado que había descubierto que el magma interno del planeta tiende a atraer los objetos de la superficie. Varias noticias internacionales apocalípticas hicieron que los medios se olvidaran de José. Los bomberos no pudieron lograr nada.
Finalmente José fue solo una cabeza sobresaliendo del pavimento despidiéndose de todos con amor, y de golpe desapareció dejando un hoyo que rápidamente empleados de mantenimiento de una empresa telefónica cubrieron con brea líquida para que no los culparan a ellos de lo sucedido por los trabajos que hacían en la cuadra.
Cuando Gloria llegó ya todo había pasado. Un Yogui que meditaba desde un balcón le gritó que no se preocupara, que José se iba a reencarnar, que volvería algún día convertido en una planta, en un vegetal. Gloria se prometió no volver a pensar nunca más que su (ahora ex) marido sería un arbusto. Debo decir que lo extraño y que, por las dudas, no piso cuadras de tierra.