Opinión

Tipos sociales: los trepadores

Por José Luis Rinaldi

Los trepadores pertenecen a una estirpe especial: disimulados en las sombras de cualquier ámbito en que nos movemos, siempre existe alguno.
El trepador es aquel que siempre quiere llegar a más, pero no como una legítima aspiración a superarse y llegar por propios merecimientos y valores, por su esfuerzo, por su capacidad, por su dedicación al estudio, por su esmero en el trabajo… No, el trepador es aquel que se ha entrenado para descubrir y aprovechar ciertas oportunidades en las cuales pueda subir, escalar, pasar adelante como sea y en dónde sea, pero no por sus méritos ni con buenas armas. Aparecen en el trabajo, en la política, en la escala social, dentro de una empresa, en el mundo académico, en la investigación, en su ubicación en la foto con alguien famoso o de interés, se las ingenian para estar cercanos a las personas con las que buscan relacionarse, etc. etc.

ESCALERA PROPIA
El trepador tiene siempre su propia escalera bajo el brazo pero sabiamente escondida y enrollada; en cuanto ve la ocasión, la apoya sobre lo que sea, incluso sobre sus compañeros y amigos de hasta ayer y hasta sobre nosotros mismos, con una habilidad que casi no nos percatamos. Y allí empieza a trepar y trepar y trepar; luego llega a una meseta, y cuando parece que ya se ha calmado, que ha logrado el cargo o lugar al que aspiraba, lo único que ha hecho es estar preparando su nueva estrategia y tomando envión para arremeter en su escalamiento y volver con más fuerza. Casi diríamos que está en sus genes.

SIGUIENTE ESCALÓN
Naturalmente, en su carrera hacia esa meta inalcanzable (pues siempre hay un punto más a escalar), por un lado corta y pisa cabezas que van rodando detrás suyo; esto puede describirse como un ejercicio gimnástico de dejar atrás, en el preciso momento en que llegaron al siguiente escalón, a quienes le brindaron su amistad, su afecto y hasta su apoyo y enseñanzas; casi inmediatamente se olvida de quien hasta ayer era su compañero, su confidente, quizá porque no quiere que le desenmascare con los nuevos personajes con los que ahora se codea o porque ahora se avergüenza de los que ha dejado atrás; y no vaya a ser que digan de dónde proviene, que le marquen sus limitaciones, o peor aún, que muestren su calidad de trepador, pues si esto último ocurre, se le complicará volver a usar la escalera para subir otro peldaño de su escalada sin fin.
Pero así como niega a los que han quedado atrás y se hace el distraído para ignorarlos y que así no lo comprometan, reinicia el engaño con sus nuevos compañeros, pues también a ellos bajo una “amistad interesada”, empezará a usarlos para continuar su infinita subida. En otras palabras, los que han quedado atrás pasan a serle desconocidos u olvidados, pues nada le pueden reportar ya; y a los que ahora están a su nivel, sólo los considera como un medio, un resorte o un trampolín para seguir su carrera, y así sigue continuamente ese ciclo interminable de dejar atrás a unos y usar a los otros para luego también dejarlos atrás y usar a los nuevos, en un proceso sin fin. Amistad, afecto, empatía: cero.
UN MEDIO
El otro no es respetado en cuanto otro; es sólo un medio, es un engranaje de su cadena de tracción en el escalamiento; sus pseudoafectos van variando en el trepador según sus nuevas aspiraciones; también sus hábitos, su barrio, su lugar de veraneo, su deporte, su automóvil y hasta su propia vestimenta.
El escalar suele también afectar a la familia; así, el cónyuge muchas veces pasa a ser también víctima de sus aspiraciones enfermizas; debe ser reemplazado por alguien con mejor situación social, o mejor situación financiera, o mejor relacionada, o mejor presencia, o más elegante o más joven o hasta aún más trepador, para así hacer el trabajo de escalamiento de a dos y lograrlo más rápidamente. El ejemplo que da para los hijos no tiene importancia alguna; hasta llegan a creer que es bueno que aprendan de él, con aquello de que el mundo es una jungla.
Se les presenta un problema cuando se encuentran con otra persona que tiene incorporado ese mismo mecanismo y una escalera que puede ser aún más larga; allí entran los celos, la envidia, y las ganas de superarlo a cualquier precio; es una lucha sorda, disimulada, pero encarnizada, feroz, donde ambos contendientes tienen al menos dos caras; una para el otro, y otra para el resto. Y el que triunfa llega con un nivel de soberbia revanchismo que sólo quiere enterrar al que fuera su contrincante; y a este último lo ataca un defecto no menos perverso del que ya hemos hablado: el re-sentimiento hacia aquel que usando de iguales métodos que él, lo ha superado… Pero atención, pues ante tal circunstancia, de inmediato el perdidoso reemplaza momentáneamente la escalera por el serrucho, en cuyo uso rápidamente el perdedor de la contienda obtiene una técnica y una habilidad notable, y también a través de una fina y meticulosa difamación, ya que no faltará ocasión en que intente que quien lo ha superado pierda su lugar preponderante a través de sus intrigas, zancadillas, maledicencias.

SIN PERTENENCIA
Es cierto que seguramente estos trepadores están muy lejos de ser felices; no pertenecen a ninguna parte, no tienen amigos perdurables ya que reemplazan la amistad por el uso y abuso del otro; se van ganando enemigos entre aquellos que va dejando atrás pisando sus cabezas; no tienen principios sólidos, no tiene arraigo, pues el escalamiento exige ser flexible y acomodaticio en nuestros valores y liviano en nuestros afectos.
Lamentablemente el trepador es una estirpe demasiado presente en la sociedad de hoy; difícil desentrañar las razones de su abundancia (¿poder, dinero, fama, figuración…?) pero cada día debemos convivir con alguno de ellos. Al menos, aprendamos a identificarlos y esquivarlos; eso ya nos puede dar tranquilidad de espíritu y cierta diversión, al observar sus burdas maniobras, pero también cierta tristeza, ante el espectáculo que brinda y el daño que provoca.