Cultura
EL PULSO DEL LOS MERCADOS

Theodore Gericault, pintor y litógrafo

A comienzos de enero, para ser más precisos el 27, se cumplió el bicentenario del fallecimiento en París de Theodore Gericault. Había nacido en Rouen el 26 de setiembre de 1791, en el seno de una familia de fortuna, lo que le permitió a temprana edad al heredar a su madre dedicarse a su pasión que eran las artes plásticas, donde tuvo como maestro a Guerin, adelantándose de algún modo a la escuela romántica.

Sin preocupaciones materiales, dedicaba largas horas a su tarea, cuando en 1812 su nombre de algún modo saltó a la fama cuando en el Salón de París presentó el retrato de un oficial de cazadores a caballo. Retrato ecuestre de un oficial de la guardia napoleónica, la obra produjo una verdadera sensación en los medios artísticos parisinos.

Afirma Pablo C. Ducrós Hicken uno de los primeros estudiosos de la iconografía sanmartiniana, que Gericault “sentía especial interés por los caballos y debido a ello concurría con frecuencia a los circos para contemplar las pruebas ecuestres y a los hipódromos para estudiar sus actitudes y movimientos, pintando luego algunas carreras en Italia y Gran Bretaña”.

Los siguientes cinco años los dedicó a viajar por Italia, frecuentando museos, talleres y ateliers, para volver definitivamente a París en 1817, donde adquirió también el dominio de la litografía que cultivó especialmente en la temática militar sobre las campañas napoleónicas.

Según su reconocido biógrafo M. Charles Clement, trabó amistad con un antiguo teniente del ejército napoleónico Ambrosio Crámer, que había servido junto con otros compatriotas como Viel, Bruix y Brandsen en el Ejército de los Andes.

Separado voluntariamente de éste por motivos que se desconocen, volvió a Francia y allí le sugirió componer láminas sobre las acciones de Chacabuco y Maipú y sobre los generales San Martín y Belgrano, que podría colocar con facilidad en el mercado porteño.

Al respecto Ducrós afirma que “predominando las acciones de caballería, Gericault se esmeró en dibujar láminas ecuestres de los próceres argentinos y en donde la documentación de los trajes, hecha bajo la dirección de Crámer, es muy acertada, aunque desde luego no tan fidedigna como podría haberlo hecho Gil de Castro”

, que lo tuvo posando al Libertador y a muchos de sus camaradas de armas.

 

FIGURA ECUESTRE

Bonifacio del Carril, estudioso de nuestra iconografía y destacado coleccionista en la obra que le dedicó al Libertador, describió el retrato del General en Xefe de los exércitos aliados de Buenos Ayres y Chile, figura ecuestre, dibujada sobre la piedra sin invertir probablemente en París en el primer semestre de 1819. Junto con este trabajo realizó también la litografía ecuestre del general Belgrano y las de las batallas de Chacabuco y Maipú.

Fue el 21 de junio de 1820, al día siguiente de la muerte de Belgrano, que seguramente Crámer ya de regreso en Buenos Aires publicó en La Gaceta este aviso: “Se hace saber que en la mercería de D. Pablo Ortiz calle del Cabildo, se han depositado para su venta las láminas de las batallas de Chacabuco y Maipú, dibujadas en Francia por un sujeto de aquella nación que asistió a las acciones, cuyo precio es de ocho reales cada una, e igualmente los retratos de los generales San Martín y Belgrano a cuatro reales”.

No sabemos el éxito de la inversión hecha por Crámer, pero sin duda el retrato de Belgrano, es “una pieza destacada de la iconografía nacional” como lo destacan María Inés Rodríguez Aguilar y Miguel Ruffo: “De la misma existen dos estados. El primero, en el cual figura el general sin la espada al cinto, y el segundo, en el cual aparece, está pendiente de su costado izquierdo. Estudiando las dos pruebas se advierte fácilmente que sobre la piedra de su primer estado ha sido dibujada posteriormente la espada. Los que han catalogado la obra del maestro francés, como Clement y Delteil, no mencionan el primer estado, seguramente por ignorarlo”, comentó un estudioso de la obra de Gericault como fue don Alejo González Garaño.

La escena de la batalla de Maipú nos trajo a la memoria aquel recuerdo de la adornaba el comedor del general Lucio N. Mansilla, que según su hijo: “Me explicaba cada vez que me veía mirándolo con esa atención y entusiasmo infantil que en todo asunto de guerra ve algo mitológico”, quien recordó después una conversación que tuvo en Chile con “el general Las Heras, tan denodado, conversación que transmitida a mi padre no hizo sino aumentar mis perplejidades respecto a la bravura del Gran Capitán”.

Volvamos a París, en agosto de 1819 Gericault, presentó en París su obra cumbre: La balsa de la Medusa que al año siguiente pasó desde Londres a Escocia, en una exposición itinerante pueblo por pueblo, que recaudó más de 50.000 libras esterlinas. Otras telas con escenas bélicas como La Guardia de Artillería cambiando de posición y La Guardia de Artillería merecieron el favorable comentario de la crítica y los espectadores.

Su obra dio motivo a una encendida polémica entre José Pacífico Otero, que atribuía la autoría la inspiración de las litografías a Antonio Álvarez de Arenales, en contra de la opinión acertada de Eduardo Schiaffino y Alejo González Garaño que apoyaban con acierto a Crámer.

El Museo Histórico Nacional y el Municipal de Bellas Artes de Rouen en Francia, como colecciones privadas como la de Bonifacio del Carril, que tanto estudió la obra de Gericault, conservan estas escenas vinculadas a personajes y episodios de la historia argentina, de la que este diario muchas veces dio noticia a través de sus páginas.