Opinión
Con perdón de la palabra

Submarinos

Cuando yo era joven, o sea hace ya muchísimo tiempo, leí y releí un libro titulado Los Corsarios Submarinos. Incluía el mismo relatos de comandantes de submarinos alemanes, referidos a las diversas aventuras corridas por ellos a bordo de sus naves.

Entre otros, el capitán Weddigen contaba las incidencias ocurridas mientras comandaba el U9. Entre otras, con horror, incluía el ataque que llevó a cabo por error contra el vapor Lusitania, que creyó un buque de guerra y resultó ser un transporte desarmado. Aunque se supo luego que el mismo conducía tropas, de manera que estaría cumpliendo una misión bélica. Circunstancias todas que suscitan diversas dudas sobre la inocencia del atacante y la buena fe del atacado. El título del respectivo capítulo era: "¡Dios mío, es el Lusitania!''.­

El libro incluía también la narración del ataque llevado a cabo por el comandante Otto Hersing contra parte de la flota británica surta en un puerto. A resultas del cual hundió tres cruceros ingleses: El Hogue, el Cressy y el Aboukuir

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VINCULADOS A LA ARGENTINA­

También existen historias de submarinos vinculadas con la Argentina.­

Por lo pronto, concluida la Segunda Guerra Mundial, cruzaron el Atlántico para rendirse a las autoridades de nuestro país.

Eran unidades modernísimas, que incluían un dispositivo antirradar, consistente en una suerte de burbuja que los envolvía, absorbiendo la onda de radar que, así, no rebotaba delatando la presencia del submarino.

Nuestro gobierno, de modo nada elegante, entregó las mismas al de los Estados Unidos.­

También me han contado marinos amigos que, en algunas caletas abruptas de la Patagonia, aparecen anillas de hierro empotradas en la roca, en las cuales seguramente amarraban submarinos.

Y, para concluir, señalaré que un sobrino de mi primer suegro (yo soy viudo y vuelto a casar), solía viajar a la estancia de un amigo sobre la Bahía Thetis, en Tierra del Fuego. Y allí, noche a noche, se veían reflectores de submarinos que navegaban por la bahía.

Yo, personalmente, viajé hasta allí y, además de los restos de un velero antiguo encallado en la playa, se veían cajones con repuestos donde se leían inscripciones en alemán.

También me ha refrescado el tema de los submarinos un libro que acabo de leer. Se trata de El Italiano, de Arturo Pérez-Reverte, a mi ver el mejor novelista de la actualidad.­