Por Susana Merlo *
La consolidación cívica que implica una nueva elección y los 40 años continuos de democracia, aunque constituyen un hecho indiscutiblemente bueno, no cubre todos los aspectos. De hecho, respecto a las democracias modernas y consistentes del mundo, la Argentina aparece todavía alejada de muchos de los beneficios de este sistema de Gobierno.
Y, aunque “elegir” a las autoridades de un país es un gran paso adelante, igualmente lo son otras instancias de la vida cívica como el cumplimiento de la ley; el respeto a las instituciones; la ética y la moral en el ejercicio de la función pública; o la igualdad de todos frente a cada una de estas instancias, entre otras varias cuestiones centrales.
Y en tal sentido, estas elecciones 2023 están dejando un sabor agridulce, ya que faltan aún muchos de los aspectos mencionados. Tanto así que, excepto algún par de propuestas, y/o ideas, ninguno de los principales grupos que se presentaron a competir presentó su plan de gobierno, ni un equipo articulado, y simplemente se abocaron a erosionar al oponente, sin intentar siquiera mostrar porque había que votarlos a ellos y a agregar algunos “nombres” impactantes.
La situación se profundizó tras la primera vuelta al dejar una instancia de balotaje, ante la cual parecen brillar por su ausencia los principios políticos (y de los otros).
Así las cosas la ciudadanía debió, y debe aún, optar por lo que menos le disgusta y no por lo que le hubiera gustado realmente, ya que en el actual sistema con internas feroces recién sobre el final de cada período electoral, en general impide que lleguen los muy buenos candidatos (que los hay) pero que, por ejemplo, no pueden vivir de la política como sí hacen los “profesionales”. Y, si bien esto tampoco es excluyente, ya que hay alguno bueno también entre estos últimos, la mayoría quedó por el camino porque fueron demasiados los “escollos” que debieron vencer para poder llegar.
Ahora bien, como sector, ¿en que lugar queda el campo en este escenario? A diferencia de cuando los dirigentes ya están en el poder, que saben muy bien donde está el campo pues apelan sistemáticamente a la agroindustria como fuente de recursos rápidos (y casi cautivos), durante las campañas proselitistas; el agro casi no existe, ni en la dedicación (son pocos los productores y muy desparramados en toda la geografía), ni en las propuestas que se concentran, más vale, en los sectores más populosos, urbanos, mediáticos, o de mayor peso político. Todas características que casi excluyen al campo.
Y este 2023 no fue la excepción. Peor aún, fue tan generalizada la falta de propuestas (para todos los sectores), que cuando llegó el momento casi no había referentes, y menos aún, que fueran potables para poder mostrar.
Sin embargo, en un país como la Argentina, la fuerza del sector es tal, que pocos entienden el porqué de su tremenda debilidad política. Solo basta mirar lo que causó la sequía de más de dos años, para entender que todavía el motor del país sigue siendo la agroindustria, y hoy por hoy el campo es el único capaz de impulsar con sus recursos, a otros con potencial real como la minería, o el turismo, sin mencionar a la tecnología.
Pero como todo en la vida, -de la gente, y de los pueblos-, se requiere de una planificación, objetivos, mapas de ruta, señales que indiquen los mejores caminos a seguir, por donde desperdiciar menos tiempo y recursos. Lo que se llama un “plan estratégico” que, lamentablemente, el país no tiene desde aquellos albores de República a mediados del siglo XIX, que permitieron la irrupción de la famosa Generación del ´80, que delineó aquel país que llegó a ser líder mundial a principios del siglo XX.
No es magia. Es trabajo, consecuencia, continuidad, metas. Algo equivalente a un plano para hacer una casa, ¿o a alguien se le ocurriría encarar una construcción sin tenerlo? Además del ingeniero, el arquitecto, y el constructor, naturalmente.
De ahí el título: “Sin plan, no hay nada”, porque es imposible encarar una presidencia (exitosa), sin saber adonde se quiere dirigir el país. La cantidad de ministerios, los nombres de los funcionarios, los edificios que se ocupen, los autos, los aviones, los partidos políticos, etc., etc., no tienen ninguna importancia si no se sabe hacia adonde se quiere ir.
Y hasta ahora, en esta campaña (como en la mayoría de las anteriores) de eso no se escuchó hablar….