El Gobierno desconcierta. Sus marchas y contramarchas terminan siendo el combustible para la desconfianza. Por momentos confuso, avanza y retrocede con sus medidas, tira cortinas de humo mientras opera por otros flancos.
En política monetaria el Banco Central, que de independiente nunca tuvo ni tiene nada, replica la estrategia. La mayoría de los argentinos, ansiosos por la evolución del tipo de cambio, a sabiendas de que su aumento se traslada inmediatamente a los precios, analiza día tras día el esquema de bandas de flotación. Se mira con ansiedad al dólar.
En ese estrecho corredor entre el piso de $ 34 y el techo de $ 44, la divisa estadounidense, contra todos los pronósticos, se inclinó esta semana hacia el borde inferior. Los medios repiten de manera cotidiana el mismo argumento: las altas tasas de interés planchan al billete verde. ¿Pero qué pasará cuando necesariamente los tipos de interés bajen? ¿Y cuándo será esto?
Todos contemplan al dólar, pero quizás lo más relevante de esta política monetaria que ensaya el Banco Central sea en realidad la decisión de congelar la Base Monetaria. Controlar agregados, como dicen los expertos. Esto quiere decir que no habrá más expansión de la moneda, y que por ende, si la inflación es un fenómeno atado directamente a la emisión, la suba sistemática de precios debería morigerarse hasta ingresar en una parábola descendente. Y si cae la inflación, entonces no sería necesario buscar refugio en el dólar. Esto sería algo así como el inicio de un círculo virtuoso, la contracara del ciclo de expectativas negativas que llevan a desprenderse de pesos y gatillan remarcaciones constantes en el mercado.
Cuenta un economista, liberal de pura cepa, docente de una Universidad usina del liberalismo argentino, que la medida de congelar la Base Monetaria no deja de sorprenderlo. “Nunca lo vi en los hechos y el único caso conocido en Argentina lo leímos en los libros de historia. Ocurrió durante el Gobierno de Carlos Pellegrini, en 1892”, explica, casi azorado.
El experto se remonta entonces en el tiempo y narra lo que sabe. La Argentina gobernada por Julio Argentino Roca había tomado préstamos internacionales para financiar la construcción del ferrocarril y el puerto de Buenos Aires, entre otras obras clave de infraestructura.
Hacia 1888 las acciones del Banco Constructor de La Plata cayeron, desplomándose de 235 a 160 puntos, desencadenando la segunda gran crisis económica en Argentina, conocida popularmente como la Crisis de 1890. El país cayó en default por cuatro años y quebró el Banco Nacional. Semejante escenario parió una crisis política que eyectó del poder al presidente Miguel Juárez Celman.
La Argentina, además, había emitido demasiado, se pasó de rosca, cuenta el economista. La inflación se volvió rampante. Fue entonces que tomó las riendas el vicepresidente, Carlos Pellegrini. Y lo primero que hizo en materia económica fue congelar la Base Monetaria.
La medida tuvo un efecto inmediato: paralizó la economía y el país tuvo que soportar algunos años de recesión. Aquí el experto hace un guiño. Cualquier similitud con el panorama actual no es mera coincidencia. Sin embargo, ocho años más tarde, es decir hacia 1898, el Producto Bruto había crecido 40% y los precios habían bajado 40%.
La rigurosidad del esquema era tal que la oferta monetaria de hecho cayó, porque los billetes se desgastaban y salían de circulación. Y no se reponían. La plaza se había secado de manera categórica. La medida de política monetaria arrojó buenos resultados a largo plazo porque era considerada intocable. Supieron sostenerla y gozaron de los beneficios.
El Gobierno actual, por el contrario, le puso fecha de terminación al objetivo de Emisión Cero: será en el mes de junio. Tal vez las necesidades políticas en un año con elecciones presidenciales lo lleven a darle nuevamente manija a la maquinita. Entonces todo el esfuerzo habrá sido en vano.
El economista, puntilloso, también acotó otro detalle a tener en cuenta. Puede ocurrir que ante la caída de la oferta monetaria, ante la falta de pesos en circulación y por ende el encarecimiento del dinero, el propio mercado termine fijando altas tasas de interés, más allá de lo que decida el Gobierno o el Banco Central. Entonces la recesión se prolongará en el tiempo.
Pero volviendo al esquema de Carlos Pellegrini en la última década del Siglo XIX, uno bien puede preguntarse: ¿Podrá tener el mismo final exitoso el plan que por estos días ensaya el Banco Central? Parafraseando a Bob Dylan, la respuesta, mi amigo, está flotando en el viento.