En una época en que la palabra empoderamiento no existía, ya la protagonista de esta historia concentraba el poder en su país y era elegida para el cargo de primera ministra de Israel. Golda Mabovich era conocida por su apellido de casada (Myerson, convertido luego en Meir), ya había ocupado lugares importantes en el movimiento laborista judío de Palestina, colaborado intensamente con Ben Gurion y luego en el proceso que desemboca en la creación del estado de Israel en 1948.
La acción de la obra se inicia cuando ya mayor (71 años) y enferma es requerida por el Partido Laborista para ser primera ministra, luego de la muerte del ministro Levi Eskhold, uno de los protagonistas de la Guerra de los Seis Días. Las luchas internas dentro del gabinete de coalición, la presión de representantes del gobierno británico y cierta desconfianza entre sus mismos partidarios sobre un futuro complicado que tendría al frente una mujer vieja y enferma, integran el contrapunto de fuerzas que tiran y aflojan de acuerdo a las circunstancias que se modifican.
Paralelamente, el retorno del pasado a través de situaciones que se ponen en acción en el presente dinamiza un desarrollo que de otra manera hubiera llegado a la aridez. Es que sólo la particular personalidad de la estadista, la proverbial acidez de su humor y el constante alerta de su conciencia ante el paso de los años y el avance de la enfermedad, podían mantener un poder que amenazaba desmadrarse.
ATRACTIVA PUESTA
El director Gerardo Grillea supo graduar el desarrollo de la narración. Y logró muy buen manejo de grupo (doce son los actores) y la determinación funcional del espacio escénico en la misma planta, con sólo un breve camino que abarca los laterales. Una mesa alargada, un mueble donde se guardan los medicamentos, imprescindibles para la enfermedad de la protagonista, y ciertos espacios a proscenio, donde se ubican colaboradores en el comienzo, determinan el mapa escénico.
Para destacar, la composición de Marina Munilla (Premio ACE del año anterior) como la estadista. Dichos irónicos, una risita tan necesaria como los noventa cigarrillos que dicen que fumaba por día y el alerta existencial que le dio fama en su calidad de diplomática y política, son algunos de los recursos (junto con el maquillaje) que la ayudaron en la caracterización.
Un elenco homogéneo, de dicción impecable y similar energía completa una puesta cuidada y atractiva
Calificación: Muy buena