Suplemento Económico

¿Realmente son viables las energías renovables?

 

Por Mario Marquínez Otálora

La política promocionada por los países principales del mundo, haciendo el uso casi compulsivo de las energías renovables en detrimento del uso de los combustibles fósiles y de la energía nuclear, no solo es antieconómica y retrógrada, sino también inmoral.

Es antieconómica porque las energías renovables no son confiables ni producen electricidad más barata para su consumo. Los países con más capacidad instalada por habitante en Europa son Alemania y Dinamarca, pero ambas tienen el costo por kilovatio más alto de Europa.

En todos los países donde se pretende instalar masivamente estos sistemas, se necesitan grandes cantidades de subsidios para su instalación. Si no, las compañías que los instalan no serían económicamente viables. Estos subsidios provienen de la población que utiliza otras fuentes de energía y no reciben nada a cambio.

Se han gastado unos 4000 billones de dólares mundialmente en la investigación y construcción de sistemas de energía renovable en el mundo entre los años 2000 y 2018. Sin embargo, el porcentaje de energía generada por combustibles fósiles no ha variado desde 1991.

Es retrógrado porque al pretender hacer que toda la industria y la sociedad dependan de un sistema de energía eléctrica no confiable, empeora el funcionamiento de las fábricas, el transporte y todas las actividades humanas que necesitan energía, retrocediendo cientos de años a un estado de dependencia del clima, cosa que se había desechado con el uso de combustibles fósiles o nucleares, que son independientes de él.

ES INMORAL

Inmoral, por último pero no menos importante, porque supone prohibir a miles de millones de personas de países en desarrollo el optar por energías que les permitan acceder a una mejor calidad de vida sobre la excusa improbabilísima científicamente de una contaminación catastrófica en el futuro.

Una familia habitante de las zonas más empobrecidas del planeta necesita hoy utilizar más de la mitad del tiempo disponible en una jornada solo para recolectar la leña necesaria para el día y mantener encendidos los fuegos, lo que la excluye por completo de otras actividades, como mejorar su casa, obtener alimentos o cuidar sus cultivos. El uso del carbón, con su combustión más controlada y lenta, libera más tiempo para esas otras tareas, siendo el primer escalón del desarrollo.

Para ponerlo en perspectiva, el consumo actual de energía per cápita en los Estados Unidos es de 12.000 kWh, mientras que en Europa el promedio está alrededor de 7.000 kWh y en nuestro país, el promedio es de 2.000 kWh. El aumento en el consumo de energía está relacionado con un mayor nivel de desarrollo y comodidad, pero se lo cuestiona porque puede ocasionar un supuesto e incomprensible mayor impacto ambiental futuro a través de las emisiones de gases de efecto invernadero, como si la muerte de 1,6 millones de personas al año por la falta de este tipo de energía no fuera un impacto suficiente, que se está llevando a cabo en este preciso instante.

MITO C02

La propaganda mundial (infundada) contra todo lo que emita CO2 ha puesto en el centro de atención de las políticas energéticas del mundo desarrollado a las energías supuestamente llamadas renovables.

Sin embargo ninguna energía es renovable, según el segundo principio de la termodinámica, toda energía que realiza un trabajo se transforma en calor, que es un tipo de energía de menor calidad de la cual es imposible obtener más trabajo (espero que los científicos me perdonen por esta definición tan simplista). Las energías renovables, en realidad, captan la energía solar (que algún día se agotará, por eso no son estrictamente renovables) para transformarla primero en electricidad, que es un tipo de energía fácil de transportar aunque bastante más difícil de acumular. 

MEDIDOR DEL CONFORT

La mejora en el nivel de vida y en la esperanza de vida, así como la capacidad de albergar a los 6.800 millones de personas que habitan el planeta, son posibles gracias al uso intensivo de la energía disponible.

El uso de la energía per cápita es un medidor del confort y estándar de vida de una persona o población, mucho más adecuado que el ingreso per cápita, el cual puede interpretarse de diferentes maneras y, por lo tanto, tener valores e interpretaciones distintas. Aunque la evolución de ambos indicadores suele ser aproximadamente similar y los mínimos y máximos ofrecen información bastante coherente entre ambos.

Mientras que en el mundo, miles de millones de personas no pueden acceder a un consumo de energía mayor a 200 kWh, manteniéndose en un escalón apenas superior a la pobreza extrema, ¿es acaso moral prohibirles el uso de los combustibles fósiles mientras continúan muriéndose con una expectativa de vida y progreso mínimos?

¿Solo porque se supone que en un futuro indeterminado se produciría un detrimento ambiental indeterminado y científicamente discutido?
La tendencia política actual de reducir la dependencia de los combustibles fósiles en favor de las energías renovables, como una medida para abordar la variabilidad climática (me niego a llamar cambio climático a lo que en realidad es parte de un ciclo natural), mantiene en un punto ciego a los millones de personas que aún dependen de energías ineficientes. Mediante inversiones realistas y mucho menos fantasiosas que las que se están gastando en la investigación de las energías alternativas, podrían elevar su nivel de vida a niveles mínimos aceptables, desde los cuales encarar su futuro desarrollo.

Nos engañamos con la idea de que las energías renovables podrían reemplazar la utilización de combustibles fósiles, llevando progreso a estas poblaciones, ya que un sistema energético apto debe tener tres características principales por definición:

* Debe ser confiable (una red confiable no puede tener más de una falla por década).

* Debe poder ser accesible económicamente para todos los habitantes, para un suministro mínimo.

* Debe ser limpia, mantener un bajo nivel de residuos y afectar  lo menos posible al medio ambiente.

Ninguna de las llamadas energías renovables cumple estas tres características simultáneamente, ni siquiera pueden cumplir dos de ellas, mientras que tanto la energía nuclear como la proporcionada por los combustibles fósiles cumplen al menos dos de ellas y están en proceso de cumplir las tres, siempre y cuando se terminen los desarrollos económicos y técnicos para la gestión de los residuos. Las renovables están muy lejos de ello.

VARIANTES

Veamos cada tipo de energía en particular:

Ni la energía eólica ni la solar son continuas y confiables, ya que si es de noche o está nublado y el sol está oculto, la fotovoltaica no produce electricidad, mientras que si no hay viento o hay demasiado, tampoco pueden funcionar los generadores eólicos. Estas energías siempre necesitan una alternativa de respaldo dispuesta a reemplazarlas cuando faltan, generalmente sobre la base de quemar carbón o petróleo/gas o energía nuclear. Esto duplica el monto invertido y, por ende, el costo del kWh producido. Además, los equipos necesarios producen una huella ecológica nefasta a través de su construcción y su anulación del terreno. La muerte de miles de aves migratorias, murciélagos e insectos producida por la granja de aerogeneradores ha empezado a preocupar a los naturalistas, un dato que generalmente no recibe demasiada prensa.

La energía de los combustibles fósiles es barata, fácil de almacenar y transmitir, pero tiene el inconveniente (discutido) de la generación de CO2. Además, es superabundante; se calcula que hay reservas de petróleo/gas reconocidas por 8,5 trillones de barriles, sin contar las reservas que aún no estarían registradas, listas para ser extraídas. Mientras que, desde que se descubrió el petróleo en el año 1859 hasta la actualidad, la humanidad ha gastado solo un trillón de barriles. Los últimos datos de consumo indican que se han utilizado 31,5 millones de barriles entre los años 2020 y 2021.

Duplicando esta cifra por el aumento de la utilización del petróleo por parte de los países pobres, la reserva actual sería suficiente para todavía muchos años, aun teniendo en cuenta que la mayor eficiencia de los generadores y los aparatos eléctricos permitan una mejor utilización de estos combustibles.
La energía eléctrica a partir de biomasa necesita una gran inversión en equipos para el manejo y el procesamiento de los distintos tipos de biomasa, y en terrenos que de otra manera serían útiles y necesarios para la producción de alimentos.

Por último, la energía nuclear es limpia, no genera casi residuos, pero debido a las estrictas regulaciones gubernamentales para hacerla segura y porque su construcción es todavía artesanal y no seriada, sigue siendo larga de amortizar debido a la alta inversión necesaria, pero su costo por kWh producido es mínimo. Las nuevas mini centrales nucleares paquetizadas son un paso hacia la mejora de los costos de inversión.

El 84% de la energía utilizada hoy en el mundo proviene de la combustión de combustibles fósiles. Para promover la investigación de otras formas de energía, el mundo está gastando 3,7 billones de dólares al año. Si quisiéramos bajar la temperatura del planeta en la insignificancia de 0.14 °C (apenas discernible con un termómetro común), se deberían gastar unos 3.200 billones de dólares en los próximos años. Esto supone que cada habitante del planeta, desde el más pobre africano hasta el magnate neoyorquino, debería erogar 65.000 dólares al año, una cifra que el habitante subsahariano difícilmente podría obtener en varias vidas de trabajo.

Los que disfrutamos de esa energía no tenemos la capacidad moral ni el derecho de imponer el atraso y el subdesarrollo de los miles de millones de habitantes que aún no la tienen, por un supuesto mejoramiento ambiental que no está aún definido.