Espectáculos

Reabre la fábrica de 'Kinky Boots'

Una tarde de ensayo en el Astral con Ricky Pashkus y el elenco del musical estrenado en enero de 2020, que ahora va por su revancha.

Hay una acción constante pero serena, contenida, sobre el escenario del teatro Astral. Si bien son muchos los actores y los desplazamientos dibujan una coreografía intrincada entre trastos, cintas transportadoras y decorados que suben y bajan, no hay desesperación en los rostros, ni un atisbo de nervios. Solo concentración y silencio. Da gusto ver como el elenco de 'Kinky Boots' disfruta del momento del ensayo.

Al mando del barco, desde el centro de la platea, el director Ricky Pashkus reparte el juego, entrega indicaciones, pregunta con la candidez de un niño cuando algo no sabe. Es evidente que se nutre del trabajo en equipo. Lo rodean sin asfixiarlo Matías Ibarra (dirección vocal) y Gustavo Wons (coreografía) por la derecha, y Gastón Potocnik (diseño de iluminación) y Alan Gejtman (asistencia de dirección) por la izquierda. A ellos recurre Pashkus una y otra vez a medida que avanza la pasada.

Hay algo de sana revancha en este regreso del musical de Harvey Fiertein (libro) y Cindy Lauper (música y letras) a la calle Corrientes. Estrenado en Buenos Aires el 15 de enero de 2020, la pandemia le asestó un zarpazo obligándolo a bajar de cartel en pleno suceso de taquilla. La espera se hizo larga pero estuvo matizada de buenas noticias: la misma productora -Rimas- y director estrenaron una versión parecida de la obra en España (que regresa a escena a fines de este mes), y aquí el espectáculo arrasó en la última gala de los Premios Hugo alzándose con catorce estatuillas. De manera que esta rentrée que finalmente tendrá lugar el próximo viernes era de algún modo inevitable.

 

DESDE ARRIBA

"Modelo, vedete, mannequin'', recita Pashkus como una letanía. Se yergue sobre la butaca y le habla a Martín Bossi, un metro ochenta de fibroso cuerpo masculino sostenido por unas botitas cortas con taco, de un color rojo furioso. De inmediato, Bossi -o Simon/Lola, el personaje que encarna en la ficción de 'Kinky Boots'- recoge el guante y suaviza el andar, los ademanes. A pesar del short negro y la musculosa de fajina, de la ausencia de maquillaje y de peluca, vuelve a ser Lola, más Lola que nunca.

Transcurre la mitad del primer acto y Bossi juega una escena con Fer Dente, el otro protagonista de esta puesta. "Tomá la bota como si fuese una joya'', musita el director y los actores, aplicados, piden repetir el diálogo desde arriba. Sentado frente a su teclado a un costado del proscenio, el director musical Gaspar Scabuzzo ejecuta los intermedios musicales y algunas de las canciones. Otras se ensayan sobre pistas pregrabadas, de una energía contagiosa. Todos cantan en vivo, eso sí. Incluso Laura Esquivel, quien acaba de incorporarse al elenco y todavía está midiendo los espacios y descubriendo los yeites de su personaje, Lauren.

No es la única incorporación en este regreso al Astral. Tanto entre el personal de la fábrica de calzados de Charlie Price (Dente) como en el grupo de drag queens que acompañan a Lola hay nuevos rostros. Sin duda, las Angels son una de las grandes atracciones de esta obra y las recién llegadas no hacen más que elevar la vara. Vean si no las arriesgadas destrezas que realizan Franco Rau y LeFer Ibarra, o la potencia arrolladora de Nico Villalba, a esta altura una suerte de Reina Madre de las angelitas, y quedarán convencidos. Sin obviar a la Yesabel de Matías Prieto Peccia, verdaderamente hilarante.

 

CUÑO ARGENTINO

Aunque se trate de un musical 'de Broadway' nadie puede discutir que esta puesta posee auténtico cuño argentino. Bossi, sobre todo, se esfuerza para que la trama tenga una bajada local y actual con referencias al covid ("estás pálida, hisopate'') y varias chanzas que funcionan muy bien en boca de su personaje desprejuiciado, con un aire de diva en decadencia. Tan repentista parece ser su humor que hasta el equipo artístico y de producción estalla en carcajadas con algunas de sus ocurrencias.

"Es sorprendente como Martín está ahora mucho más relajado'', lo elogia Pashkus ante su círculo íntimo de colaboradores, y todos asienten. Pasan los cuadros y en esa gimnasia los personajes aletargados en el libreto parecen ir reencarnando en los actores. Con una naturalidad que no es pose, Dente canta 'Hay que probar' ('Step One') mientras busca una salida al drama del negocio familiar en ruinas. Ha ganado aplomo con los años y se nota, aunque ese rasgo no se contradice con la imagen de jovencito que esconde detrás del bigote.

Alentado por Lauren, Charlie se acerca a Lola, quien podría ser la llave para evitar el cierre de la fábrica artesanal a la que Nicola, la novia del inexperto heredero (Flor Anca), sueña convertir en condominio. 'Kinky Boots' habla de eso: de cambiar el foco y abrir los ojos, de animarse, y es también un canto a la diversidad.

 

DOS MUNDOS

El cierre del primer acto está cerca. Después de una escena muy emotiva entre los protagonistas, en la que Lola desnuda su alma, vendrá el estallido final al ritmo de 'Everybody Say Yeah', uno de los temas más característicos de la obra. Como si el tiempo no hubiese pasado, el mecanismo de relojería de la puesta vuelve a funcionar de maravillas y el encuentro entre dos mundos, el de los obreros de la planta y el de las aguerridas Angels de taco aguja e insinuante figura, se convierte en un mensaje en sí mismo (aunque más adelante habrá chispazos, claro).

Pashkus disfruta del momento, como ha confesado haberlo hecho a lo largo de todo el proceso. Baila en su asiento, agita los brazos, sonríe. Reclama un telón final que no baja, pero no se enoja, no. Habrá oportunidad de probarlo después del necesario receso. Media hora en la que la fantasía dará paso a la realidad de una Buenos Aires ruidosa y contrariada que espera agazapada detrás de las puertas de la sala. No dan ganas de abandonar ese mundo de fantasía, luminoso y plural que con tanto esfuerzo han construido.