No pretendo, con este título, caer en el habitual pleonasmo de decir o escribir eso de “volver de nuevo”; pero sí quiero así poner énfasis en los hechos que vemos repetirse periódicamente y sin solución. Entre ellos me refiero al problema docente y, en particular, al universitario.
Es, de hecho, volver a vivir para quienes empezamos siendo protagonistas adolescentes de la “laica o libre”, intensa pelea estudiantil en nuestros primeros años de colegio. Entonces quedó todo discutido, todo dicho: la enseñanza privada, particularmente la de instituciones religiosas, no tenía por qué no acceder al nivel universitario y convivir ahí con la hasta entonces exclusiva Universidad estatal.
Y, más allá de que a la privada le costó y le cuesta mucho llegar al nivel alto que correspondería, no puede decirse que su existencia haya perjudicado a la educación estatal como se amenazaba. Para eso nuestras instituciones oficiales se han bastado solas.
A fin de no alargar esta nota y exceptuando algunos fugaces momentos de enderezamiento -por ejemplo el rectorado del Dr. Andrés Santas en la UBA que, como mínimo, regularizó todos los concursos de profesores hacia fines de los sesenta-, no hay más remedio que reconocer que lo que eternamente se ha llamado “lucha estudiantil” es hasta hoy el mismo reclamo politizado, vacío de verdadero contenido docente y originado con la mentirosa Reforma de 1918.
Disimulado entrismo del socialismo/comunismo que se disfrazó de peronista a comienzos de los setenta, pero fue aceptado por la mayoría del peronismo orgánico al que hasta entonces combatía por “facho”. Toda una novedad que le valió enseguida asentarse con Cámpora.
Después sobrevivió adentro ante las insuficiencias del Proceso y, martirizándose, explotó durante el alfonsinismo con Shuberoff, aquel enriquecido profesor nombrado de apuro cuyas huestes ocupan hasta hoy la derrumbada Universidad de Buenos Aires.
Esos mismos okupas, liderados ahora por administrativos y gremialistas, desplazaron a los docentes postponiendo indefinidamente los concursos -clave de la calidad universitaria- aunque vocean sin pudor acerca de los viejos méritos de la Universidad que anemizan mientras la realidad golpea con la ausencia de verdadero mérito humanístico, científico y docente.
El resultado enriqueció a esos okupas que hoy piden más presupuesto con bolsillos llenos y enseñanza vaciada. Esos que, con el pelo cambiado de color pero intactas mañas, vociferaron que ya se iba a ver lo que sería el Hospital de Clínicas de la UBA “por fin manejado por el pueblo” cuando, a comienzos de este siglo, provocaron con bombos y platillos la renuncia del Decano Salomón Schachter, quien colaboraba en re-edificarlo, y lo transformaron en la dolorida institución que nos apena hoy.
Vuelven los bombos, vuelven los paros, las tomas y las huelgas. Retornan las palabras huecas mientras sigue cayendo la calidad al compás de la prédica igualitaria. El clima empieza a volver y re-volver. A este ritmo es preciso impedir que reaparezca el revólver que conocimos y ya se anuncia.