Opinión
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Que no tape lo de Loan el culebrón de Olivos

Que un hombre golpee a su mujer, lo descalifica. Que lo haga un presidente, además, degrada su investidura. De todos modos, es deplorable que el culebrón de Fabiola y Fernández desplace de los medios la desaparición de Loan.

Una bofetada en Olivos, siendo grave, lo es mucho menos que los secuestros de niños con el fin de asesinarlos, ya sea para traficar sus órganos o para ofrendar su vida en un ritual satánico. Casos ya hemos tenido.

Lo sucedido en la quinta presidencial, de configurar delito -cosa harto probable- sería el de lesiones. En cambio, lo de Loan, muy posiblemente sea un homicidio como los antes mencionados o un secuestro con fines de trata. Amén de la distinta gravedad que media entre el uno y los otros ilícitos, el secuestro de Loan también es más grave desde el punto de vista institucional.

En primer lugar, porque la justicia y la policía de Corrientes obraron con una lentitud fronteriza con el encubrimiento, perdiéndose así un tiempo que posiblemente sea irrecuperable para el esclarecimiento del hecho.

No es casual que esté preso el comisario de la localidad en la que Loan desapareció. Tampoco lo es que nada menos que un senador provincial, junto a un letrado designado por el invisible dedo del poder, llevara a una de las detenidas, Laudelina, a un juzgado provincial para que hiciera una declaración falsa. De la cual, poco después, se desdijo.

En la Justicia Federal, el sumario tampoco marcha a buen paso y ello no se debe en todo al pésimo manejo que de él hizo la justicia provincial. Como para que a la radiografía de la corrupción no le falte nada, un alto oficial de la Marina aparece seriamente comprometido en el caso.

Loan es una víctima más de la descomposición moral de nuestro país. Que sucede por la acción o por la cobertura omisiva de sus dirigentes. Así es que organizaciones criminales como el narcotráfico y la trata de personas actúan entre nosotros como pez en el agua y con una cierta legitimación en su obrar. Juez de la Corte Suprema hubo, en cuyos inmuebles funcionaban prostíbulos. Zaffaroni se llamaba por si alguien lo olvidó.

A esa dirigencia pertenece Fernández. Más aún, ocupó su cúspide. Y Fabiola, mayor de edad, vivió inmersa en ese mundillo conviviendo con el ex presidente. Mundillo del que no se alejó, de paso sea dicho, por las fiestas en pandemia, ni por el vacunatorio VIP, ni por el escándalo de los seguros. Nada de eso le provocó molestia.

Es posible que ella sea víctima de lesiones causadas por Fernández. Pero ni ella, ni él, ni la obscena panelista que se sentó en el sillón presidencial son víctimas, aunque les plazca presentarse como tales.

Pertenecen a otro grupo: al de los victimarios, al de quienes se aprovechan de un país que, en su decadencia, los tolera. Víctima es Loan. Su caso no puede abandonarse. Porque si cayera en el olvido, apenas se lo recordará un precedente cuando tenga lugar el próximo secuestro. Que Dios no permita ni lo uno ni lo otro.