Por Roberto Chiti (*)
Aunque era esperable que Sergio Massa pudiera entrar al balotaje, su triunfo por un margen de algo más de 6 puntos sobre Javier Milei provocó una nueva conmoción electoral, al tiempo que modificó el escenario de expectativas de cara a la segunda vuelta del próximo 19 de noviembre.
La hipótesis comúnmente aceptada de que el contexto es el factor más determinante en cualquier elección, en esta primera vuelta quedó evidentemente contradicha.
En este sentido, podrían ponerse distintos elementos en el análisis explicativo de cómo el candidato de Unión
por la Patria obtuvo casi 10% más que en las PASO. Pero lo cierto es que aún con todos los factores de apuntalamiento (sobre todo en términos de subsidios y de aparato electoral), seguirá siendo difícil explicar que un ministro de Economía que ha llevado la crisis económica y social a niveles nunca vistos en el país, haya obtenido un 36,5% de los votos y pueda proyectarse con chances ser electo Presidente.
También es cierto que resulta complejo explicar el cuadro completo.
Que Juntos por el Cambio, la principal fuerza de oposición, haya pasado de ser el frente más votado con el 42% en las elecciones legislativas de 2021, a desmoronarse con un 24% y quedar como tercera fuerza sólo dos años después, da cuenta de un colapso político y electoral pocas veces visto. Más aún, con un oficialismo haciendo la peor gestión de gobierno desde el regreso de la democracia.
Por otro lado, que una fuerza política como La Libertad Avanza, espacio que hasta hace dos años ni siquiera existía, haya ratificado el apoyo del 30% del electorado y esté con chances reales de ganar un balotaje, no puede menos que catalogarse como uno de los mayores hitos
de la historia política argentina. Al menos hace tan sólo tres meses, era un escenario impensado.
Una disputa que hoy se vislumbra con final abierto.
Por todo lo antedicho, es esperable que, en los próximos días, con el envión del triunfo y de la golpe sorpresivo, el oficialismo apele a tratar de generar una atmósfera de partido definido.
Sin embargo, si se consideran una serie de elementos objetivos, La Libertad Avanza dispone de numerosas cartas para poder imponerse en noviembre.
Un primer factor consistirá en hacer valer lo que (aún hoy) es una demanda de cambio de la ciudadanía. Una mayoría de la población está disconforme con la situación actual.
Traducido en términos de imagen, casi un 70% tiene una opinión desfavorable del gobierno de Alberto Fernández, del cual Massa es ministro de economía. Milei sin dudas tiene un activo significativo en ese sentido. Representa inobjetablemente lo nuevo.
En segundo término, en el plano de los acuerdos políticos, resultará imperioso un acercamiento de Milei a los dos espacios de oposición que obtuvieron el tercer y cuarto lugar.
Aunque esto podría traducirse en acuerdos políticos, lo fundamental será la conexión que pueda establecer con la mayoría de los votantes de JXC y de la fuerza de Juan Schiaretti.
Entre ambos obtuvieron unos 8.000.000 de votos, la mayoría de los cuales son antikirchneristas.
Un tercer aspecto tendrá que ver con la forma en que el candidato de LLA logre moderar su perfil disruptivo, sin perder autenticidad. Esto resulta relevante no sólo en lo atinente a la personalidad de Milei, irascible y propensa a los exabruptos, sino también en la enunciación de propuestas políticas.
Aunque está claro que hay numerosos puntos de simil tud en este sentido con las otras fuerzas opositoras (a excepción de la izquierda), también lo es que algunas iniciativas planteadas por LLA requerirán algún tipo de reformulación.
El discurso anticasta insertó a Milei en el balotaje. Ahora necesitará dar una demostración de madurez política para ampliar su base de apoyo y superar a un candidato que, si bien logró un impensado impulso, tiene un techo impuesto por la realidad.
(*) Politólogo