Seis millones. Esa es la cifra de inmigrantes europeos que llegaron a la Argentina entre 1860 y 1930. Tiene sentido, pues, que la visita al país de Giacomo Puccini en 1905, haya sido todo un acontecimiento: para ese entonces el gran operista italiano ya había revolucionado Italia y toda Europa con ‘La Bohéme’, ‘Madama Butterfly’ y ‘Tosca’, sólo por nombrar algunos de sus éxitos.
A principios de 1900, la Argentina se encontraba entre los países de mayor pujanza económica del mundo. Culturalmente seguía los dictados de las tendencias europeas y en la faz musical la actividad era intensísima, con predominancia de la ópera y, dentro de ésta, de la lírica italiana.
Así que el arribo del buque Tomaso Di Savoia que transportaba al representante del verismo italiano y a su esposa Elvira -que había partido de Génova un mes antes- causó un verdadero revuelo de fanáticos que ya desde temprano se habían agrupado en el puerto de Buenos Aires, aquel 23 de junio de 1905.
Ese fue el primero de los 47 días que el músico estuvo en el país, en su única pero intensa visita a nuestras tierras. Miles de personas, en su mayoría miembros de la populosa comunidad italiana, siguieron su presencia no sólo en los teatros donde se presentaron sus obras sino también en las calles y los lugares que recorrió.
ROMANCE
El romance de Puccini con la Argentina venía de larga data: no sólo Buenos Aires fue un escenario fundamental para los estrenos de sus óperas fuera de Italia, sino que su propio hermano había emigrado al país en 1889. Así que la propuesta de cruzar el Atlántico para participar del primer ‘Puccini Festival’ del mundo, en el teatro Opera, era algo que no se quería perder.
“La invitación la formula una empresa llamada Nardi & Bonetti, que traía a diferentes compañías. En este caso trajeron al compositor y La Prensa lo que ofrece, para reforzar la invitación, es alojarlo en su edificio de la Avenida de Mayo. Lo hizo en el departamento de huéspedes, con un montón de facilidades, por ejemplo, la posibilidad de realizar banquetes y agasajos de hasta veinte personas en un edificio que en aquel momento estaba en todo su esplendor. Así es que La Prensa hospedó a Puccini y lo homenajeó, y eso reforzó la invitación de esta compañía de ópera que es quien en realidad lo trae, y luego también lo lleva a Montevideo”, explica Daniel Varacalli Costa, experiodista de La Prensa y curador de la muestra ‘Puccini y la Argentina’, junto a la decana de la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), Laura Malosetti Costa.
Organizada por el Instituto de Cultura Italiana para celebrar el centenario del fallecimiento de Puccini, ocurrido el 29 de noviembre de 1924, la muestra se expone hasta diciembre en tres sedes en simultáneo: la Casa de la Cultura de la Ciudad (ex edificio de La Prensa, donde el músico se alojó), la sala Roma del Instituto de Cultura Italiana y el Museo Nacional de Arte Decorativo, que es la sede principal y donde transcurre la charla con Varacalli, también autor del libro ‘Puccini en la Argentina’, junto a Gustavo Otero.
EL HIMNO
Varacalli y Otero fueron los descubridores del himno ‘Dios y Patria’ en el año 2006. El hallazgo causó conmoción a nivel mundial ya que es el único himno escolar que el compositor realizó en toda su carrera, y el único en idioma español.
“Poco antes de que él partiera, a fines de julio, en el diario La Prensa había un periodista que era italiano y que había trabajado con Sarmiento. Se llamaba Matías Calandrelli y era pedagogo. Este periodista trabajaba mucho por la política educativa y se le ocurre que podía escribir un himno escolar y Puccini ponerle música. Entonces se le propone eso a Puccini desde la Dirección del diario y él acepta hacerlo. Antes de irse deja el manuscrito y se va. Ese manuscrito fue publicado en una edición de La Prensa posterior a su partida. Ahí quedó prácticamente dormido, hasta que en el año 2006, junto con Gustavo Otero, buscando en el archivo de La Prensa descubrimos la publicación de este himno, que era desconocido y que tiene características que lo hacen único”, relata el autor. Y agrega: “Es lo único que compuso Puccini en español y acá en la Argentina, y es el único himno escolar que realizó en toda su carrera. El componía óperas ceremoniales o de ocasión, pero el único himno escolar que compuso es éste. El himno se llama ‘Dios y Patria’, tiene un texto muy nacionalista porque era esa la ideología del autor. Puccini sólo compone la música. Lo interesante es que, gracias a esta investigación que hicimos con Gustavo Otero, el himno se sumó al repertorio de Puccini”.
“Puccini tenía
una personalidad
muy mujeriega
e hizo algo
impensado para
la Italia de esa
época: inició una
relación con una
mujer divorciada
y con dos hijos.”
UN CONTEMPORÁNEO
Si se elige recorrer la exposición del Museo Nacional de Arte Decorativo, es el imponente traje de la gélida princesa Turandot el primero que con el que los visitantes se toparán. Se trata de un vestido estilo oriental de color negro, mangas que llegan hasta el piso, con bordados hechos a mano, y una corona que emula a la medusa de la mitología griega.
Es justo lo que la cruel protagonista de la famosa ópera inconclusa de Puccini hubiera usado. Sobre el misterio que ronda su obra cumbre, acerca de por qué no pudo terminarla, Daniel Varacalli se inclina por la teoría más lógica: “A Puccini le llevaba bastante componer sus óperas, no era un compositor rápido. El se involucraba mucho en los libretos, le costaba decidirse, y con ‘Turandot’ pasó lo mismo. El prácticamente la terminó, le faltaba la última escena, pero ahí él se enferma. Era un fumador empedernido, le da cáncer de garganta y se va a Bruselas a operarse. Sin embargo, la operación sale mal y termina muriendo. Pero hasta a último momento estuvo garabateando esa última escena”.
La pieza póstuma llegó al Teatro Colón apenas dos meses después de su estreno en Italia en 1926. “La tradición pucciniana continúa de una manera muy potente luego de su muerte, con grandes cantantes que vinieron a representar sus óperas acá, como María Callas o Pavarotti. Cuando el Colón se reabrió en 2010 (tras la restauración, la reinauguración) fue con ‘La Bohéme’, así que hay también un afecto muy grande”, destaca el escritor.
De hecho, fue el Colón el que cedió la colección de trajes, bocetos y piezas escenográficas pertenecientes a las óperas del compositor italiano exhibidos en la muestra, que también se nutrió de elementos cedidos por coleccionistas privados que aportaron fotografías, recortes de prensa, autógrafos y partituras con anotaciones.
Sobre el por qué de tantas protagonistas femeninas en sus óperas, Varacalli explica: “Puccini tenía una identificación muy fuerte con la figura femenina, con su madre. Tenía una personalidad muy mujeriega, y además hizo algo impensado para la Italia de esa época que fue iniciar una relación con una mujer divorciada y con dos hijos, Elvira Vonturi. El marido de Elvira vivía, así que el hijo varón se queda a vivir con el padre y la hija mujer se va a vivir con ellos, que además tienen otro hijo, Antonio. Eran una familia ensamblada a fines del siglo XIX. A pesar de todo eso, su matrimonio naufraga porque él era una especie de Don Juan”.
TAMBIEN CAZADOR
Durante su estadía en la Argentina, Puccini aprovechó para dar rienda suelta a otra de sus aficiones: la caza. Viajó a diversas estancias de la provincia de Buenos Aires: primero a la localidad de 25 de Mayo, a una estancia propiedad de Jorge Keen; luego a Vedia, donde permanece en la estancia ‘El Dorado’, propiedad del doctor Benito Villanueva, y finalmente al partido de Tandil, donde se aloja en la estancia ‘La Ernestina’ ,de la familia Keen.
Pese a que en los registros se asegura que el maestro era un experto cazador con muy buena puntería, Varacalli, entre risas, afirma que no era tan así y que, por el contrario, le acercaron varias perdices como para que el botín esté asegurado.
Anécdotas como ésta, sus orígenes humildes y su afición por la caza, las mujeres, los autos y el cigarrillo, pintan a un genio muy humano. Tal vez sea esa la razón de que sus óperas se hayan popularizado en tan poco tiempo, lo que le valió un tendal de detractores que lo tildaban de melodramático y efectista.
Para Varacalli esas críticas son “infundadas: Puccini se hizo famoso y rico en vida; a Tchaikovsky le pasó algo parecido en Rusia. A los dos les tocó ser muy famosos y eso genera, por parte de la crítica, una cierta distancia. Porque se piensa que son muy aceptados porque son fáciles, pero en realidad no es así. La música de Puccini funciona porque él era un gran melodista, pero la arquitectura de su música es muy compleja”.
El experto asegura además que uno de los grandes motivos por los cuales el maestro sigue vigente, aun a cien años de su fallecimiento, son las problemáticas humanas de sus óperas: “Su música y sus temas son muy cercanos al hombre de hoy. Sigue generando una identificación muy inmediata con el oyente actual. Entonces, para mí, Puccini es un contemporáneo, alguien cuya música genera empatía, identificación, placer; los dramas humanos que plantea nos representan, no son dramas históricos lejanos en el tiempo”.
“El manuscrito
fue publicado en
una edición
posterior a la
partida de Puccini.
Quedó dormido
hasta que en 2006,
buscando en el
archivo del diario,
lo descubrimos.”