Correo de lectores

Profanación

Lo visto en la puesta en escena de la ópera Carmen compuesta por George Bizet con libreto en francés de Ludovic Halévy y Henri Meilhac, no admite otro calificativo que el de deplorable.

El capricho del Calixto Bieito que se jactó de decir “hice lo que quise” con la ópera inspirada en la novela de Prosper Merimée fue una de las representaciones más indignas para un escenario como el del Teatro Colón de Buenos Aires y que demuestra el nivel de degradación de la Secretaría de Cultura de la Ciudad Autónoma, sabe Dios con que pretensión de tolerante apertura.

Con una mala fe que evidencia que se sabía lo que vendría, la programación difundida al principio de la temporada escondía la verdadera naturaleza de la puesta en escena, lo que hizo que muchísima gente confiada en el nivel que la sala tiene, comprara anticipadamente entradas con meses de anticipación. Sólo un tiempo después, cuando ya las críticas eran inocultables, se agregó un párrafo en la página oficial del Colón que vergonzantemente advertía sobre “imágenes sensibles y violencia”.

¿Puritanismo anacrónico o simulado pudor? Si así fuera, ¿cómo compatibilizar esto con las declamadas políticas de resguardo infantil ante la pornografía? Hipocresía pura del discurso por un lado y la realidad cruda. Claramente se refería a desnudos, atuendo típico del teatro de revistas, actuaciones de manifiesto contenido sexual. Y todo esto a la vista del elenco de niños del mismo teatro a los que se los mostraba en alegre entusiasmo durante la representación.

Pero más allá de esto, subyace la intención del romper con todo lo que se toca. Porque no faltó nada en ese sentido. A saber: la obra se ambienta en África en tiempos del franquismo donde se ve a Legionarios libidinosos degradando no sólo a ese glorioso cuerpo sino a todo lo que significa España, al usar al denigrado régimen que de por sí ya es sinónimo de todo lo peor. Por cierto, sin negar desaciertos, rescató los principios que fueron la esencia de esa Nación. Cosa en que el gobierno español está empeñado en hacer a ojos vista, con su tuerta ley de Memoria histórica. Y de eso también sabemos en estos pagos.

El camino fácil que se eligió es el que siempre usan los supuestos transgresores cuando las ideas han impuesto los grupos ideológicos minoritarios que victimizándose dominan el pensamiento único.

En cuanto a la reinterpretación de la ópera exhibida, destruye la composición con automóviles en el escenario, con vestuario de la época de los ´60 (década emblemática si las hay para enaltecer la revolución cultural) y para colmo, con flojas interpretaciones musicales, con alguna excepción.

Un fraude artístico; una estafa a quienes ahora, sabiendo de que se trata, perderán seguramente el valor de las entradas; una ofensa al compositor; una trampa maliciosa de las autoridades del Teatro y de la Secretaría de Cultura. Eso sí, muy bien paga a los responsables.

En definitiva, para rebeldía, una representación que ni siquiera le llega ni a los talones a West Side Story.

 

Juan Martín Devoto

DNI 10.625.501