Opinión
FILOSOFIA COTIDIANA

¿Por qué debería importarnos la virtud?

El domingo 6 de abril, alrededor de la 1:00 en la autopista Buenos Aires-La Plata, el ministro de Gobierno bonaerense, y mano derecha del gobernador Axel Kicillof, Carlos Bianco se negó a un control de alcoholemia.

Circulaba en un auto oficial Volkswagen Vento gris que acumulaba 137 multas por más de 21,5 millones de pesos, infracciones por exceso de velocidad, uso del celular al volante, circular por carriles prohibidos y hasta evadir el pago de peajes (nada mal por ser una autoridad pagada con nuestros impuestos).

Si leemos una biografía de Cicerón, seguramente nos encontraremos con dos palabras propias del Imperio Romano: la auctoritas y la potestas.

La potestas era la autoridad legal inherente al cargo político, la auctoritas era la reputación, el prestigio, la consistencia, así un miembro del senado romano que buscara un cargo más alto, normalmente tendría que poseer auctoritas para llegar lejos.

Comparen este modelo de ciudadano que hizo grande a Roma, con los que actualmente pueblan los estamentos políticos y de poder más elevados de nuestro país, salvo honrosas excepciones.

El señor Bianco ejerce la potestas, constituida en abuso de poder, dado que se niega al control de alcoholemia, se hace llevar a su casa como un dignatario de Estado, conduce un auto con tantas faltas de tránsito, que cualquier ciudadano común ya estaría en la cárcel, y su auctoritas es nula, deformativa frente a la sociedad, e inmoral.

Lo peor de todo, sigue en su cargo, justificando lo injustificable, se atribuye el derecho de no ser igual ante la ley.

¿HASTA CUANDO?

La virtud se define como un hábito operativo bueno.

Los valores, especialmente los éticos o morales, son un conjunto de principios y normas que rigen la conducta humana, relacionados con el sentido del bien y del mal.

Podríamos considerarlos como un mapa, una brújula, que nos permite tomar decisiones, y convivir dentro de una sociedad.

La inmoralidad, es un comportamiento que se aparta de esos principios y de esos estándares aceptados, implica la violación de los derechos de otras personas.

El ser humano es un ser social, necesita de los demás, por lo tanto, las virtudes y los valores, moldean y definen una sociedad.

Sin un conjunto de valores y directrices éticas compartidas una comunidad (o cultura) se desestabiliza, pierde su sentido de unidad y propósito, lo que conduce necesariamente a la división, al conflicto, aparece necesariamente la desconfianza en las relaciones personales y en las instituciones.

¿Cuál es la realidad de la sociedad argentina? Tal vez la mejor respuesta sea la de una sociedad autodestructiva, dividida, deshumanizada, una sociedad que desde hace mucho tiempo ha sido vaciada de valores.

El prójimo, nuestro enemigo; la calle, el escenario real que explicita la realidad que vivimos.

Seguimos padeciendo de problemas graves, que no son solo económicos, baste citar la violencia social, la corrupción, la inmoralidad de la deuda externa, la inflación, una justicia con los ojos cerrados, la inseguridad, la falta de respeto por las normas de tránsito.

Como sociedad, parecemos ser incapaces de resolverlos, teniendo enormes divisiones, una sociedad reactiva, violenta, gobernada por las emociones y que oscila entre la ansiedad y la depresión.

La pregunta es: ¿Sin moral y sin valores, puede Argentina seguir siendo un pueblo?

Necesariamente esta situación, deviene en una profunda crisis (ya instalada), dado que la familia ha dejado de ser el elemento rector de principios, la educación, se pierde en programas e ideologías intrascendentes, que no sirven como motor de cambio; la gente se identifica con programas como el Gran Hermano, programas de chimentos, u opinólogos de turno; y la clase política sigue privilegiando sus propios intereses, gozando de una total impunidad.

No es la economía solamente, es la educación.

Enseñar, pero sobre todo vivir los valores morales y éticos, dado que son la única garantía de progreso de un país.