La sociedad no ha proporcionado (a los niños) ningún ritual mediante el cual se conviertan en miembros de la tribu, de la comunidad. Todos los niños necesitan nacer dos veces para aprender a funcionar racionalmente en el mundo actual, dejando atrás la niñez.
Joseph Campbell
Estamos en Pascuas y este evento se inscribe en el año litúrgico que tiene diferentes etapas que representan tiempos internos demarcados por rituales que nos referencian a ciclos externos existenciales y naturales. Es por eso que en muchos casos coinciden con épocas del año, estaciones, o ciclos solares. Esos rituales son los que han permitido desde el inicio de la cultura establecer un orden superior a lo individual, en el cual el ser se identifica como parte de un todo que lo ayuda así a definir su propia existencia individual. Ya no es un ente aislado y autodefinido, sino que forma parte de algo colectivo que lo sostiene y reasegura. Estos fenómenos de ciclos rituales se repiten en diversas religiones, filosofías y culturas.
En el caso de los cristianos, el inicio del ciclo puede considerarse desde la navidad, el nacimiento de Cristo, coincidente con el solsticio de verano o invierno según el hemisferio, posteriormente al cual vendrá la epifanía, la revelación, en nuestro caso los Reyes Magos o sabios, que implican una toma de conciencia, el conocimiento de ese nuevo ser que nació. Luego darán comienzo las semanas posteriores al carnaval, que celebra los últimos días de liberación, de jolgorio, de poder consumir, entre otros, alimentos como la carne y de allí el nombre Carnaval (“carne levare”). Inmediatamente posterior a esta última celebración en el que se libera por unos días tanto el individuo y otras fuerzas refrenadas, vendrá el miércoles de ceniza en el que se queman (la ceniza) los ramos que han sido bendecidos el Domingo de Ramos del año anterior, significando el final de ese periodo, que comenzó gozosamente simbolizado por las ramas verdes. Así dará inicio a un periodo de 6 semanas, 40 días de transición: la cuaresma, el camino por el desierto, un pasaje por las dudas, las privaciones, el cuestionamiento, la puesta a prueba, y aun así sostener con persistencia ese camino que todavía no se conoce, pero ya se intuye. Ese camino llevará en caso de superarlo, a una nueva glorificación (de ramos, del siguiente periodo), que marca el inicio de la Semana Santa.
Esta semana es la más importante del año litúrgico, en la que el "cordero de Dios" (el animal de sacrificio ritual), será sometido a todo tipo de pruebas y traiciones, y finalmente será sacrificado ritualmente para que vuelva a renacer el Dios-Héroe ya transformado. Esto reproduce el “martirio” del yo, del egotismo o de la identificación consigo mismo, estadio que será dejado atrás para ir a una etapa superior renovada. Es decir, el ser pasa a otro estado, en un giro completo que vuelve al origen pero como un nuevo ser en otro nivel de conciencia.
La palabra usada en hebreo “Pesaj,” remite a ese pasaje, así como el termino en inglés de “passover”, “atravesar”, “pasar por encima de”, que en el caso de tradición judía es la liberación de la esclavitud y de las fuerzas de la destrucción. La palabra “Easter” refiere a la una deidad de la fertilidad, a Oestera, o Estera, con la cual se celebra también algo relativo a la resurrección, pero la estacional, la solar y era el comienzo de la primavera en el hemisferio norte. Es decir, también una nueva y renovada etapa.
Estos ciclos constantes son los de la vida misma en la cual no existen uno sin el otro, así como sin sus opuestos complementarios incorporados en el ser.
Lo significativo del mensaje cristiano, es que un hombre, un semidiós (en terminología de la mitología grecorromana) o un Dios, decide volverse un igual y cargar con el drama de la existencia humana, hacerse cargo de todos los “pecados“ del mundo y tomar como propio todo aquello que ve reprobable en los demás, haciéndolo hasta el punto de pagar con su vida. No busca los errores o culpas en los demás, sino entiende la transformación de lo colectivo como un proceso que se inicia en el mismo.
En la actualidad en nuestro país, región y en el mundo en general se vive una época en la que emergen los opuestos complementarios, es decir conflictos en los cuales la violencia, el enajenamiento, el vivir al otro como extraño y enemigo, ha pasado a ser primero aisladamente y luego de forma establecida, una nueva normalidad, quizás suene la frase. Episodios de todas las semanas en los cuales aparecen emergentes, como la violencia en Rosario o al escribir este artículo, el ídolo local, nacional e internacional “Fideo” Di María, pasa a ser amenazado de muerte en Rosario, o un asesinato en una peluquería, o el asesinato de 140 personas en un teatro en Moscú, así como los de todos los días, son indicadores emergentes de algo mucho más profundo que puede poner en peligro nuestra existencia, física, psicológica, emocional, económica, pero en particular nuestra existencia como cultura o civilización.
En épocas de caos es la cultura la que sirve de malla de contención, y en momentos de pérdida de sentido, identidad y pertenencia, quizás parte del camino a explorar sea justamente nuestra propia pertenencia cultural. Allí es donde vemos que el sentido del ritual colectivo, que hace a la identidad cultural, está en retroceso. La historia nos muestra que las civilizaciones que han perdido su sostén mítico, ritual, cultural, empiezan a caer en la desintegración y el caos.
En su obra “Maps of Meaning: The Architecture of Belief” (Mapas de Sentido en su edición en español con una traducción algo limitada) dice Jordan B. Peterson:
Algo que no podemos ver nos protege de algo que no entendemos. Lo que no podemos ver es la cultura, en su manifestación intrapsíquica o interna. Lo que no entendemos es el caos que dio origen a la cultura. Si la estructura de la cultura se altera, sin saberlo, regresa el caos.
En alguna medida estamos en una época en que los mitos ya no existen de manera que nos puedan explicar el mundo de manera cabal, hemos “abandonado a Dios”, en el sentido de no poder encontrar allí tampoco una razón de peso suficiente y absoluta que nos aporte esa protección ante lo que no entendemos o nos supera. Marco Aurelio dijo que hubo una época oscura en la historia de Roma en la que los Dioses habían sido olvidados y al mismo tiempo todavía no había llegado (un nuevo) Dios.
En ese vacío de sentido, esa grieta conceptual en la manera de poder comprender el mundo, aparecen diversas explicaciones, pero aún ninguna nueva consolidada y superadora de la anterior.
En la época actual estamos en una situación semejante a la que cita Marco Aurelio. En el advenimiento de “nuevos dioses”, creemos que podemos prescindir de ese entramado cultural, pero las filosofías, los rituales, las religiones, las creencias son inevitablemente necesarias, y el problema es creer que se puede vivir siendo uno su propia referencia, su propio anclaje cultural. Hoy, una mezcla casi culinaria de “la biblia y el calefón”, xxxx ejemplificado al paroxismo, por las redes sociales, parece ocupar ese lugar. Es allí también donde se nos insta a adoptar una “Nueva Narrativa” (K. Schwab 2022), quizás la imagen más acabada de nuevas creencias, religiones o dioses. Así, por ejemplo, en la ausencia de los rituales tradicionales, hay cada vez más adolescentes que se inician en la droga casi con los mismos fines de los rituales chamánicos (ir al territorio de lo desconocido y temido), pero sin quien los guíe y con las consecuencias previsibles.
REINO DE LA ANOMIA
Otro ritual que se instala es el del caos y de allí la violencia, donde la anomia, la falta de normas, es la nueva norma. Los jóvenes que se inician en el mundo del narcomenudeo y del sicariato, tan bien relatado por Vallejo en la “Virgen de los Sicarios”, es un ritual iniciático sustitutivo del anterior ausente.
En esa pérdida o ausencia de sentido, de pertenencia, el individuo se aísla y de alguna manera entra en un estadio autorreferencial en el que en el mejor de los casos busca “otros dioses”. La advertencia bíblica no es anodina. Entre los dioses que encuentra es el “sí-mismo”, ya que en esa vuelta, quebrada la matriz cultural, la vuelta al caos primario implica volver al mito del origen del mundo en el que este es un lugar inhóspito donde la única forma (¿de llegar a destino, de sobrevivir, de vivir?) es superar a los demás, de tener más que los demás, etc. El otro es definitivamente un “alien” que no es parte del mismo sistema en el que yo vivo.
Esa ruptura del orden cultural al individual quizás esté bien representada por el debate entre J.P.Sartre y el Abate Pierre (incluso S. De Beauvoir) y así se repite frecuentemente la frase de Jean-Paul Sartre en la obra “Huit Clos”:
“El infierno son los demás (los otros)” (L’enfer c’est les autres)
Pero es interesante la respuesta del Abate Pierre:
“Estoy firmemente convencido de lo contrario. El infierno es uno mismo aislado de los demás” (Je suis intimement convaincu du contraire. L'enfer, c'est soi-même coupé des autres)
Vivimos una época de una violencia tal que asusta, no estamos en guerra tradicional, pero si un estado de violencia cotidiana que va desde lo más mínimo hasta la muerte. La forma de comunicarnos es agredirnos, es mostrarle al otro “quiénes somos”, qué temibles que somos.
Así todos los días hablamos de crímenes horribles y parece que eso es ajeno al mapa general en el que vivimos. La pregunta es siempre cómo puede pasar esto, la mente del asesino, si es un psicópata etc. etc. y varias formas de imaginar que eso no es algo que nos pertenece. Y no es más que lógico, nuestra mente de alguna manera es como una caja boba, cumple, aquello de que la alimentamos, es decir la violencia que vivimos la repetimos. Hay quienes actúan ese programa, ese mapa de manera extrema, pero es el mismo que estamos usando en todas partes, la violencia, el destrato, la ley del más fuerte, el abuso, el pensar primero y únicamente en mí etc. Pero nos sorprende cuando ese programa se cumple inexorablemente.
Quizás en definitiva retomar los rituales que nos han servido durante siglos, volver a caminos conocidos sea también la posibilidad de volver a la cordura y evitar el caos expresado bajo formas de violencia autodestructiva.
En estos días en los que buscamos soluciones parciales, a problemas urgentes, quizás sea momento de entender que no hay atajos y lo que debemos recuperar es nuestra salud mental, espiritual, y en definitiva volver a ser humanos, algo que todas las experiencias traumáticas nos privan.
Recuperar el sentido de ritual en este caso de Pascua de resurrección, puede ser una vía.
Felices pascuas de resurrección
Un ritual es la representación de un mito. Y, al participar en el ritual, estás participando del mito. Y dado que el mito es una proyección de la sabiduría profunda de la psique, al participar en un ritual, en el mito, estás puesto en acuerdo con esa sabiduría, que es la sabiduría que es inherente a ti de todos modos. Tu conciencia recuerda la sabiduría de tu propia vida.
Joseph Campbell