Si Jorge Luis Borges se unió para siempre a Buenos Aires con su recordada frase "no nos une el amor sino el espanto'', la escritora norteamericana Fran Lebowitz sella su vínculo con Nueva York, gracias a este documental producido y dirigido por Martin Scorsese, donde describe como nadie su amor-odio por la ciudad de los rascacielos. Es que la conoce como nadie, porque en sus calles y rincones, supo ser princesa y mendiga. De limpiar casas a escribir en las revistas más importantes del mundo sobre cómo los jóvenes debían vivir su vida cosmopolita.
Tal vez para nosotros Fran Lebowitz sea una perfecta desconocida, pero dentro del mundo de la cultura norteamericana es una periodista de autoridad consensuada. Y muchos fueron los que cayeron antes sus encantos discursivos. En su momento Andy Warhol la convocó para su publicación
Nacida en 1950 en la ciudad de Nueva Jersey, Frances Ann Lebowitz se declara lesbiana, amante del jazz y de los libros. Para ella, ver un libro tirado en la basura es como ver a un ser humano muerto, mientras asegura que "Dalai Lama necesitaría un solo viaje en el subte neoyorkino para convertirse en un lunático furioso''. Y si aún no convence su descripción, podríamos decir que Fran es una versión ácida y sarcástica de Beatriz Sarlo, con toques del humor de Enrique Pinti, la estética intelectual de José Pablo Feinmann y las laberínticas reflexiones del recordado Fernando Peña.
MIRADA
Dividido en siete capítulos de treinta minutos cada uno, `Supongamos que Nueva York es una ciudad', mezcla imágenes de archivo, entrevistas, monólogos y muchas charlas con el mismo director. Presenta, profundiza y explica así a la ciudad de Nueva York bajo su particular mirada. Y por particular nos referimos a afilada, mordaz, irónica, inteligente y, sobre todo, culta. Fran no hace de su bandera feminista una batalla multidireccional, pero apunta y acierta. No defenestra al hombre per se pero su razonamiento la define: "Si el mundo fuese manejado por las mujeres no habría torneos de fútbol sino de elástico y rayuela. Todos son pasatiempos, pero a unos los hacen ver serios y a otros, estúpidos''.
A esta docuserie (como se dice ahora) original de Netflix, Scorsese le pone toda la estética de un filme atrapante. Un collage con el pasado y el presente a modo que Nueva York no pierda su encanto, que la degustemos pero sin olvidar que es la voz de Fran Lebowitz el eje principal. Y aunque él aparece en todo momento, cede todo protagonismo y hasta se muestra infantil, riéndose a carcajadas por todo lo que dice su invitada. Obvio que se retroalimentan y ninguno brillaría sin el otro, pero en este caso la estrella merecedora de todos los premios sería ella, y él solo un humilde servidor.
Definitivamente, de la mirada de Lebowitz entendemos mejor a Nueva York. Porque la observó desde la periferia cuando para vivir tuvo que manejar un taxi, y porque la sobró cuando todos hacían eco de sus columnas. Comenzó criticando películas de clase B y hoy es la cara visible de un documental para el mundo. Si Woody Allen tiene sus ciudades (Barcelona, París, Roma, y su corazón en Manhattan), a Nueva York le queda la dupla Lebowitz/Scorsese.
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