Una democracia de baja intensidad juega su destino cada vez que va a las urnas. A pesar de que transcurrieron más de de 35 años desde su restauración eso ocurre invariablemente con la democracia local.
En los hechos la votación de la fecha es un simulacro, porque se hace para definir algo que que ya está definido: las candidaturas presidenciales. Lo que no será, en cambio, un simulacro es el fuerte impacto que el resultado tendrá sobre la economía y el futuro político del país.
A la sombra de una lluvia de encuestas de opinión que pronostican un triunfo kirchnerista por márgenes variables, analistas económicos, medios y consultores coincidieron en que si la votación de hoy termina con una derrota de Mauricio Macri por más de cinco puntos o los Fernández quedan cerca del 45%, las generales de octubre ya estarán perdidas para el gobierno y empresarios y consumidores correrán a refugiarse en el dólar. Habrá parálisis de inversiones y de consumo. El revés electoral golpeará a la economía paralizando la lenta recuperación y amenazará la precaria estabilidad de los últimos meses.
Si contrariamente Macri gana o pierde por poco, las expectativas de un triunfo en octubre consolidarán la tendencia a la baja de la inflación y fortalecerán la recuperación del consumo. Tanto la victoria como el fracaso se retroalimentan.
Resultó llamativo, sin embargo, que ante este cuadro inquietante los mercados cerraran positivos el viernes. La Bolsa subió, el riesgo país cayó, el dólar se mantuvo sin mayores variaciones y los papeles de los bancos mejoraron. Algunas acciones en Wall Street subieron hasta el 10%. En pocas palabras, los mercados parecieron apostar a un resultado distinto del de los sondeos difundidos por los medios. Cabe recordar que los inversores también son los primeros en emprender la retirada cuando ven un peligro. Lo hicieron en abril del año pasado cuando la economía dio las primeras señales de no sustentabilidad.
Las perspectivas ominosas obedecen a una realidad: un eventual retorno K al poder genera incertidumbre económica y política. Económica, porque el candidato a presidente pronosticó una devaluación y puso en duda el pago de la renta de las Leliqs. El y otros voceros del sector también anticiparon que no cumplirán los acuerdos con el FMI, congelarán precios y reimplantarán el control de cambios.
Por otra parte la incertidumbre política es obvia. El candidato a presidente fue nombrado por la candidata a vice que es la que tiene los votos. Es su hombre de paja. Alberto Fernández traslució en la campaña una relación de amor-odio con ella. Pasó de decir que el "enojo de la gente" con CFK hace competitivo a Macri a decir que "nunca más se pelearía" con ella. Una autoanulación sin precedentes.
¿Por qué si Macri pierde por poco en las PASO puede esperar un triunfo en las generales? Porque el kirchnerismo tiene mejor desempeño en las primeras que en las segundas. En 2015, por ejemplo, el obtuvo en las paso el 38,41% y en las generales el 36,86%, un retroceso del 1,55%. Macri en cambio obtuvo 30% en las PASO y 34,33 en las generales, más de cuatro puntos extra. En la provincia de Buenos Aires ocurrió un fenómeno similar.
La gran diferencia entre las PASO y las generales es también el nivel de participación. En 2015 hubo dos millones y medio de votantes menos en las primeras que en las segundas. Los votantes kirchneristas son más activistas y están más politizados que los votantes de Macri.
Es por esto último que el presidente los llamó a votar y, además, a declarar públicamente que van a hacerlo por el gobierno. Aunque en la Casa Rosada se cuidan bien de decirlo, se ha extendido la impresión de que el presidente puede verse beneficiado por el denominado "voto vergonzante". Mientras los votantes K "micromilitan" su voto hasta el exhibicionismo porque son muy ideologizados, los que rechazan a la ex presidenta y utilizan cualquier herramienta para oponérsele, prefieren el anonimato. Ocurrió algo similar con los votantes de Carlos Menem en los 90.
En síntesis, las PASO se han convertido en una instancia clave del proceso electoral. Mostrarán no sólo el nivel de apoyo que tienen gobierno y oposición, sino también la reacción de los poderes fácticos. Pueden terminar con la incertidumbre. Sólo resta saber en qué sentido.