En estos días se conoce el caso de un productor televisivo que manejaba o participaba en una red de abuso infantil. Este tipo de delitos ya no es una excepción, sino que es un negocio millonario instalado desde hace años, con logística cada vez más compleja, según vemos en el curso de los diferentes casos. Sin embargo, se insiste en mostrarlos como casos aislados y relacionarlos con la psicopatología, buscando creer así que es acotado a una "enfermedad mental" de individuos aislados y no una organización criminal emergente de una sociedad. Así también los términos se confunden, pedofilia, abuso sexual, trata, pero des conexos. Un proceso similar al de años atrás con el de la droga y los adictos. El falso interrogante que genera morbosidad es cuál es la patología (de un criminal), pero nadie se preguntará sobre las consecuencias en su salud mental de las víctimas.
El caso -conocido en estos días- de una red de corrupción de menores cobra notoriedad en estas épocas en las que lo superficial es lo que cuenta, ya que el principal señalado era un ex participante y ganador de la Orwelliana emisión (reality-show) "Gran Hermano" en su primera edición de 2001.
La acusación diría en el expediente, según refieren los medios, cito:
"haber conformado una organización destinada a reclutar menores y mayores de edad en situación de vulnerabilidad, con el fin de someterlos a la práctica de relaciones sexuales y explotación sexual sin su consentimiento, ya fuere por intercambio de dinero o por satisfacción personal o de terceros".
Como todos los episodios de este tipo, cuesta definirlos por la diversidad de elementos que lo componen y con los que está relacionado. Es por esto que otros artículos irán tratando de establecer al menos alguno de los elementos que componen esta red, en las diferentes áreas que abarca.
Una nota autorreferente quizás sirva para ilustrar desde dónde hablo. Hace muchos años en una nota que me hicieran, me preguntaban sobre las consecuencias de los participantes de "Gran hermano". La respuesta, en virtud de no estar al tanto de lo que ocurría en la televisión, fue si se refería a la novela de Orwell, que ahora era el entrevistador quien no la conocía. Hoy, 20 años después, nos parece normal, inclusive es el modelo de sociedades propuesto por el WEF, las ciudades de 15 minutos, una Londres con más cámaras que habitantes, crédito social, etcétera... Pero en ese momento la sola idea de encarcelar a civiles no condenados, parecía una locura distópica. Las consecuencias de una sociedad que avanzó validando esa "locura distópica" que era ficcional y hoy es real las tenemos hoy. Este caso no es otra cosa que uno de los tantos emergentes de ese cambio de paradigma social, del cual venimos hablando.
Esos encierros demenciales, antinaturales, los padeceríamos todos en el gran hermano de la pandemia. A pesar de que la gran pregunta con obvia respuesta era sobre las consecuencias en la salud mental de los participantes, años después se nos diría que los lockdowns (quizás suene mejor en el desconocimiento que encierros-encarcelamientos), no dejarían secuelas psíquicas.
Al mismo tiempo, saldrían otras emisiones similares como el recordado "Bar", cuyo primer ganador también padeció un destino ligado al crimen pero esta vez como víctima. Federico Blanco, el ganador de la primera edición del Bar, fue asesinado defendiendo a una mujer en Villa Itatí de un caso de violencia de género.
La pregunta sobre la presunta "enfermedad mental", olvida que el criterio de selección en esos programas de tv, casi ese, era buscar seres vulnerables, que de alguna manera en un quiebre (en algún caso fue psicótico) provocarían un evento mediático que "midiera" en el rating. Uno de esos "esperables" episodios bajo forma de un cuadro de emergencia psiquiátrica, se dio cuando uno de los participantes de la segunda edición, Pablo Heredia (allí participarían unas desconocidas hasta el momento Silvina Luna y Ximena Capristo), padeció de un brote psicótico. En ese momento las preguntas eran claras sobre los riesgos del encierro. En el mundo científico ya se habían publicado varios " papers" sobre las consecuencias psíquicas en participantes de este tipo de programas. En el caso de Marcelo Corazza, la fantasía de organizadores que sumaría televidentes era que revelara su homosexualidad (eran otros tiempos). La misma edición del Bar pondría a Celeste Montanari una persona trans, que luego continuó su carrera en los medios. No era el objetivo concientizar, visibilizar, como decimos hoy sino -siguiendo a Rimbaud, Baudelaire o Wilde en Inglaterra- "épater les bourgeois", espantar al burgués.
Lo extraño, volviendo a la causa actual, quizás todo lo contrario, y que sea confirmatorio de las características del tipo de delitos y sus largas conexiones con espacios de poder (de la misma manera con el de la droga con el que inevitablemente está unido), es que las primeras pesquisas de este caso revelan que ya en entre los años 2000 y 2001 -es decir previo o concurrente con GH-, Corazza habría contactado menores. Una de las víctimas, hoy adulto, refiere que habría sido en el año 2000 y su edad en ese momento era de 11 años aproximadamente. En medio de esto, una causa penal de hace años, en la que figura otro de los imputados, Angelotti, no siguió su curso y fue rápidamente liberado.
Los términos se mezclan, se confunden quizás inadvertidamente, quizás no, pero la realidad es que el tema del abuso sexual infantil y todas las formas de delito con las cuales está relacionado crecen y al mismo tiempo buscan ser normalizadas. La sexualidad infantil es avasallada, violada de maneras explícitas pero también indirectas y de mucha más amplia repercusión. Hoy parece estar instalado como opción a debatir un tema que no es debatible, el de la posibilidad de consentimiento por parte de menores. Al mismo tiempo, el avance de las cirugías de reasignación de sexo, avanzan y justamente el criterio en algunos países o regiones (Canada, Minnesota, EEUU), se establece que son los menores hasta de cuatro años quienes puede decidir sobre su sexualidad. ¡Los padres no tienen nada que ver en estas decisiones!, vociferaba una de las propulsoras de esto, bajo la proclama de la libertad, obviando una serie de temas de código civil, rol de los padres... porque entonces esa sería la vía para hacer desaparecer la figura de abuso toda vez que se asuma esa barbarie y lo imposible de comprobar o no un consentimiento, que de todas maneras no está en condiciones de dar. Periodistas locales vienen diciendo y repitiendo que si acepto no hay abuso. No hay casualidades. Los niños están en grave peligro.
El tema solo comienza, pero por el momento la insistencia es en hablar de "la mente de los pedófilos", encapsulando y limitando el daño para las organizaciones delictivas. El dealer, el "bunker" y no la estructura de poder que lo sostiene y organiza.
Por supuesto, de las víctimas, y las consecuencias en su salud, más si son menores, no se habla.