Es una obra oportuna, dirán unos. Oportunista, otros. Lo cierto es que quienes vayan al teatro Regio a ver la nueva versión de "Un enemigo del pueblo" difícilmente quedarán indiferentes.
Por empezar, el clásico de clásicos de Henrik Ibsen -publicado en 1883- parece escrito ayer. En gran medida gracias a la excelente adaptación del también director Lisandro Fiks, que supo traer el conflicto al presente. Y por supuesto, el original -como todo clásico- no por nada atravesó más de cien años.
La historia es la del doctor Thomas Stockmann, quien descubre que el complejo termal recientemente inaugurado en su pueblo tiene el agua contaminada con serios riesgos para la salud. Decide denunciar el hecho y por lo tanto chocar contra los intereses económicos y políticos del lugar, representados en primera medida por su propio hermano.
UNA ASAMBLEA
La obra pone en discusión quiénes son nuestros gobernantes, por qué los elegimos, cuál es nuestra obligación como votantes. Interpela, cuestiona, saca al espectador -y al votante- del lugar cómodo de simplemente ejercer el sufragio y luego desentenderse. Resulta clave un momento de la obra en el que el teatro se convierte en sede de la asamblea. Los espectadores toman posición, aplauden, algunos gritan. La obra provoca y genera emociones.
La apuesta de Fiks es mostrar todas las cartas. Bien clara y sencilla, para llegar al espectador con una dirección sin rodeos. Las actuaciones de Juan Leyrado y Raúl Rizzo dan lugar a su habitual solvencia. Ambos poseen un enorme oficio y lo demuestran en escena. Por su parte, Romina Fernándes se destaca como la hija del doctor.
Público de pie, conmovido, participativo. En fin, todo eso que muchas veces se le pide al teatro y es tan difícil de conseguir, se logra con creces en el Regio.
Calificación: Muy buena