Ya hemos superado los 180 días de cuarentena en nuestro país de una enfermedad detectada aparentemente -ya que hay discusión al respecto- en noviembre de 2019, las notificaciones llegarían más tarde.
Desde el inicio de la pandemia, pero quizás con más insistencia desde el inicio de la cuarentena, se ha instalado una serie de cambios, algunos obvios ante un evento de tal magnitud y el desconocimiento del mismo, otros imaginables desde la lectura de la historia de las diferentes epidemias en el mundo, empezando por la más documentada (ya que existieron anteriores), la justiniana, o aún más la peste negra en Europa. Pero así quizás los relatos de algunos aspectos vienen más claramente desde la literatura. Lo que los relatores de estos fenómenos nos muestran siempre es que el cambio en el factor o componente social, es producto de las creencias, los miedos, el manejo del poder y las modificaciones culturales y sociales, que acarrean estos fenómenos marcadores de época.
Nuestra vida se va desarrollando sobre la base de postulados, de concepciones apriorísticas, de acuerdos sociales, culturales, que se transforman en normas las que en definitiva nos permiten la vida en sociedad. Cuando estos paradigmas cambian, modifican el ángulo desde el cual se percibe todo lo que hace a la sociedad: no solo medicina, sino educación, sanidad, leyes, hasta urbanismo.
Uno de los factores a veces no percibido es el cambio en el discurso y las creencias de cada época. En la actualidad vemos cómo se repiten conceptos, luego frases, hasta llegar a consignas que en su repetición se transforman en verdades.
Una de ellas, quizás la que lleva más implicancias, es la de “nueva normalidad”. Norma es, según el diccionario, “regla que se debe seguir o a que se deben ajustar las conductas, tareas, actividades, etc.”. Interesantemente, la etimología de la palabra refiere a una escuadra que daba forma si algo estaba o no en ángulo recto. La norma en estadística es el resultado promedio obtenido a partir de las mediciones de un número suficiente de individuos. Es decir, norma es el molde frente a lo cual se compara el resto. Esta nueva normalidad sugiere que la norma, lo que considerábamos normal, usual, corriente ya no lo será, y será reemplazado por otra norma, por otra escuadra o molde, otro paradigma, diferente al anterior.
Inevitablemente, esa nueva normalidad impacta en todas las áreas, ya que en función de los postulados sobre los que se apoyan también deberán ser cambiados.
Lo interesante es que no se habla de evolución o superación sino de cambiar la normalidad, y así entre ellas el impacto en las relaciones humanas.
Es aquí donde el concepto comienza a generar una serie de suspicacias y temores. ¿Qué cambia, cómo o cuál es el cambio, cuáles son sus tiempos? Pero, más profundamente, ¿quién o quiénes deciden cuáles son esos cambios, o desde qué lugar se realizan?
Si los mismos son una necesidad frente a algo, indefectible, o un avance, por ejemplo, luego de la peste negra medidas de higiene que hoy parecen evidentes en su momento no lo eran.
En nuestro caso podemos tener algunas pistas, desde el inicio se postuló, por ejemplo, la frase “ distanciamiento social”, cuando quizás si la necesidad era evitar la transmisión de un virus en el cual se modificaban las vías de transmisión y si por ejemplo se vehiculizaba por aire o no, y a qué distancia, no implicaba en absoluto que la distancia fuese con el otro como ente social, como sujeto, sino hasta todo lo contrario, invitaba a superar esas barreras, ya que se sumaba a perder la gestualidad primero con barbijos, luego con máscaras inclusive.
Debemos estar muy atentos a qué se nos está sugiriendo ante la nueva normalidad en las relaciones sociales, ya que es factible que impliquen la exclusión del otro o la nuestra, en el altar de la nueva normalidad necesaria para protegernos mediante el distanciamiento social.