Opinión
La Mirada Global

Nueva etapa con G. Lasso

La reciente elección presidencial ecuatoriana enfrentó -entre otros- a dos candidatos con propuestas y modelos radicalmente diferentes. Por una parte estuvo Andrés Arauz, el inexperto delfín político de Rafael Correa, endosado en nuestro país (como era previsible) por Alberto y Cristina. Durante la campaña, sus propuestas fueron estatistas y sus discursos autoritarios. Ello no obstante, Arauz sostuvo, con toda claridad, que Ecuador no debía salir de la dolarización. Por la otra parte, su opositor, el liberal Guillermo Lasso, un hombre del Opus Dei, también defendió férreamente la dolarización ecuatoriana. En las urnas, Lasso -sabemos- se consagró ganador.

La diferencia central estuvo en que el izquierdista Arauz proponía mantener la economía relativamente cerrada y aislada respecto del mundo exterior. Lasso, en cambio, promovía la apertura económica, incluyendo desgravar la salida de dólares al exterior, sujeta a un impuesto del 5%.­

Para Ecuador, la dolarización ha posibilitado el poder vivir sin el drama de una inflación desbocada, pues no permite al gobierno de Ecuador emitir sin respaldo, como está sucediendo en la Argentina. Por otra parte, impide recurrir a la devaluación para tratar de resolver situaciones económicas complejas. Por último, modera la tendencia de los gobiernos a generar altos déficits fiscales, debiendo entonces recurrir, sea a recortar el gasto público, lo que no ocurre en la Argentina, sea a endeudarse, lo que desgraciadamente sí sucede en nuestro medio.

Hay quienes en Ecuador, definen la dolarización como una suerte de garantía de estabilidad económica que limita la capacidad de los políticos de tomar medidas irresponsables que dañan al conjunto de la economía. Y hay también quienes sostienen que, en rigor, debe ser vista como un freno al crecimiento. Lo cierto es que la última campaña política ecuatoriana demostró que proponer salir de la dolarización es una medida que hoy no tiene respaldo popular.

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LA HISTORIA­

­La decisión de dolarizar se adoptó en 1998, en medio de un escenario de profunda crisis financiera, acompañada por un pico de alta inflación. Lentamente la inflación ecuatoriana ha caído y en los últimos años ha estado relativamente cerca de cero. Por esto nadie se anima a proponer, en Ecuador, un regreso al pasado. Ni Rafael Correa, después de 10 años de pésima administración se animó a sugerir -desde el exilio- que Ecuador debía abandonar el esquema de la dolarización.

Pero no todo es necesariamente positivo. Quienes compiten desde el exterior pueden devaluar sus respectivas monedas para adquirir así ventajas competitivas respecto de las exportaciones del país dolarizado.­

Ecuador ha recurrido al endeudamiento externo, incluyendo respecto del Fondo Monetario Internacional y de otros organismos multilaterales. Para el Banco Mundial, Ecuador, junto con la Argentina, será uno de los países que regresarán más lentamente, en América Latina, a los niveles económicos previos a la explosión de la peligrosa pandemia.

 

La pobreza en Ecuador es del 30% de la población y el desempleo es algo superior al 5%. Las cifras parecen ser mejores que las que ostenta hoy la Argentina, pero la forma de medir que los números reflejan es distinta. Por esto último ellas no pueden tenerse como un veredicto necesariamente categórico. Por lo demás, si se mira el ingreso nacional promedio de los ecuatorianos, se advierte que apenas excede los 300 dólares por mes.

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ARGENTINA, LEJOS­

­¿Dónde está políticamente el actual gobierno argentino respecto de la gestión ecuatoriana del presidente Guillermo Lasso, que acaba de comenzar? A mi modo de ver, lejos. Muy lejos. Alberto Fernández no viajó a Quito para asistir a la asunción presidencial, en un gesto que proyecta cierta indiferencia y sugiere falta de apoyo. En cambio, Jair Bolsonaro estuvo en el centro mismo del escenario de Quito y hasta se animó, más que sugestivamente, a levantar el brazo de Guillermo Lasso, en señal de apoyo al político más proclive a defender, en el escenario internacional, las posturas y propuestas, más bien de corte liberal, propias del presidente de Brasil.

Ocurre que también en América Latina hay una grieta, en este caso ideológica. Brasil está claramente encolumnado con Occidente. La República Argentina, en cambio, hoy no lo está y tiene -además- un presidente que dice "extrañar'' a Hugo Chávez y una vicepresidente propietaria del perrito Simón, que le fuera afectuosamente regalado por el mencionado Hugo Chávez.­

La falta de coincidencias sustantivas entre los países líderes de la región, en esta hora triste, que la encuentra sacudida por una pandemia, no es para aplaudir, ni celebrar. Perú, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, y hasta México, tienen tasas de mortalidad que están entre las más altas del mundo. Pero también las tenemos, desgraciadamente, nosotros. Desde el punto de vista sanitario, sus respectivas administraciones parecen haber fracasado. Para esos países, la devastación producida por la pandemia será dura. Entre otras cosas, por la baja calidad e ineficiencia de sus clases políticas. ­

No es fácil explicar que Argentina y Francia gastan recursos similares, en términos de porcentaje de sus respectivos Ingresos Nacionales, en el capítulo crucial de la educación y que, pese a ello, los resultados obtenidos en ambos países son absolutamente distintos. ­

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CASTILLO­

A todo esto se suma en la región la aparición de personajes como el candidato presidencial peruano, Pedro Castillo, cuyas propuestas económico-sociales pertenecen al breviario marxista adoptado por Cuba, hace décadas ya, que ha mantenido al pueblo cubano sumido en un notorio atraso económico. ­

Todavía no ha aparecido una nueva generación de líderes capaces de anudar y mantener consensos horizontales y las clases políticas de la región se han transformado, paso a paso, en los privilegiados en los países en los que actúan. Por todo esto, el futuro de corto plazo de América Latina parece estar lleno de interrogantes.­