Una voz que cuenta la historia de un encuentro. Dos hermanos que se conocen de adultos y que la muerte de la madre unió al descubrir la existencia de quien hasta ese momento no formó parte de la historia familiar. Lo que podría haber sido un melodrama que ocurre en el Sur se transforma en un relato luminoso, sólido y optimista, no exento de picardía, como el temperamento de su autora, Gabriela Izcovich.
Gracias a la iluminación, a ciertos toques musicales y a la solidaridad que se establece entre los protagonistas, un escenario que podría haberse convertido en un páramo por esa profundidad escénica que se enfrenta al espectador deviene en calidez. Es que a pesar de desarrollarse en el Sur no se siente el viento de Camarones, en la Patagonia, y gracias a la magia de sus personajes se van diagramando como un rompecabezas los diferentes ámbitos. La casa modesta, la playa, las calles, el Museo Perón y un personaje que parece nacido de una historieta, la ingenua guía del lugar que formará parte del futuro de la historia (lograda creación de la propia Izcovich).
PERON EN CAMARONES
Nada pasa y todo pasa mientras los modestos habitantes desplazan sus muebles de plástico para disfrutar de una comida al aire libre o una tarde de pesca. Casi nada parece suceder en ese lejano lugar al que el azar marcó con la breve presencia de un líder político, niño que vio a su padre convertido en juez de paz de una localidad pesquera que enseguida dejó atrás para continuar su viaje. Los personajes de "Mar distante" saben más de los asuntos vecinales que del niño Perón, pero sí integran a la guía del Museo que se convertirá en compañera del hermano pródigo que ahora completa la geografía urbana.
Un argumento mínimo pero con situaciones que despiertan el humor y la emoción por su sencillez. "Mar distante", sin elementos escenográficos, sobresale por un quinteto de actores impecables, de sorprendente química. Roberto Castro, Marcelo Bucossi y Daniel Goglino (el librero italiano y el ingeniero de "La vida puerca", de Roberto Arlt), Mercedes Fraile y Gabriela Izcovich. Todos reactualizan una obra que evoca el mejor teatro independiente con su austeridad en la puesta y toda la emoción del espíritu.
Calificación: Muy buena