Concluye un año muy díficil para los mercados, signado por la declaración de guerra del tándem Biden-Powell, para tratar de enmendar la laxitud monetaria precedente. Así, la tasa de interés paso de cero a 4,5 % anual. El Banco Central Europeo no se quedó atrás y la llevó al 2,5 %. Eso generó un movimiento bajista conceptual muy importante. El Dow Jones llegó a estar menos 20 por ciento; el Standard and Poor's, menos 25 %; y el Nasdaq, menos 35 %. Luego vinieron suaves recuperaciones, típicas de los mercados bajistas. Las perdidas se recortaron a la mitad.
El principal conflicto que tiene el mercado accionario es la escalada inflacionaria que, sin embargo, ha comenzado a moderarse pues el alza del costo de vida anual en Estados Unidos pasó del 8,5 % al 7,1 %. No obstante, lejísimos de la meta del 2 % anual, proclamada por los paladines de la justicia de la Fed. Las previsiones más realistas calculan que el CPI estaría a mitad del año próximo en torno al 6 % y, si las cosas marchan bien, al 4 % en la alborada del 2024. Paro eso, se estima que la tasa de referencia americana pasaría al 5 % en el primer trimestre de 2023 (dos subas de un cuarto de punto). Este nivel se mantendría durante todo el año.
Estos números de la superpotencia global cargan a los commodities con una enorme presión, cuyos precios se mantienen razonablemente altos, a pesar de todo. El oro y la plata no han podido levantar cabeza; el primero en 1.830/1.840 dólares, la segunda en u$s 24. Son techos de corto plaza. Me resulta muy difícil pronosticar mejoras en el corto plazo pues la Fed seguirá luchando a brazo partido con la inflación.
En cuanto al petróleo, fue influido también por la Guerra en Europa. Llegó a estacionarse en la cota del 120 y 130 dólares, lo que obligó a la Casa Blanca a anunciar la venta de parte de sus reservas estratégicas. Así, Estados Unidos consiguió hundirlo por debajo de los u$s 80. Sin embargo, cada vez que amenaza caer por debajo de los u$s 70, los países productores golpean la mesa y establecen un precio sostén con recortes. Así, el crudo WTI ha establecido una zona de precios de entre 70 y 80 dólares que yo estimo se mantendrá en 2023.
Las cripto, un producto nuevo que yo siempre he considerado como uno de los más promisorios de este siglo, ha mantenido en el segundo semestre una continuidad bajista, estimulada por los conflictos y estafas varias. El affaire FTX ha provocado una terrible crisis de credibilidad que llevó a la quiebra a empresas argentinas, mientras que otras extranjeras -por razones obvias prefiero no dar nombres- caminan por una cornisa muy estrecha.
La mala praxis es letal, como en cualquier renglón de la inversión financiera. Piense en este dato, lector. El volumen de las operaciones con bitcoins es hoy un 20 % de lo que era durante el boom de hace poco tiempo. En el caso del ethereum es peor: entre el 15 y el 20 %. Este desplome siembra dudas sobre el futuro de las criptos, pues no encuentra drivers para el despegue y cada mala noticia por fraudes tiene la fuerza de un cañonazo bajo la línea de flotación.
En América latina, Lula ha sido bien recibido por los mercados, pues sus primeros pasos como presidente electo no trajeron noticias liberticidas, o bien no fueron tan malas como cabría esperar del penoso progresismo de nuestra región. El dólar en Brasil cotiza en 5,15 reales, en línea con el promedio anual. No hay dramatismos en la primera economía latinoamericana.
La tercera estrella le da cierto aire a la Argentina, pero el panorama económico y político es sombrío. Cierra el año el dólar blue en 340 pesos, nervioso por la decisión presidencial de no acatar un fallo de la Corte Suprema. Nadie podrá frenar las ansias de divisas verdes de continuar los groseros errores del cuarto gobierno camporista. El desdén por la institucionalidad y la ausencia de un presidente serio me hace pensar en un dólar sin techo.