Juan Archibaldo Lanús, diplomático, abogado, profesor y ensayista, acumuló una vasta experiencia a lo largo de su carrera y de los destinos que tuvo, algunos de los cuales están entre los más cotizados de su profesión. Fue vicecanciller, embajador en Ginebra y en París, donde se destacó por su labor cultural.
Pero Lanús, que es Doctor es Lettre por la Sorbona y mereció gran cantidad de condecoraciones, pertenece además a una estirpe de diplomáticos que son también escritores. Con siete libros en su haber, algunos considerados ya clásicos de las relaciones internacionales, ahora decidió volcar el aprendizaje que le dejaron sus lecturas en un nuevo título, Saber Ser (Ateneo, 368 páginas), al que considera su obra más personal.
Es, en sus palabras, el "mapa de una vida". En una entrevista con La Prensa, se refiere a este libro, que es un viaje a través de la historia y de la evolución del conocimiento, una invitación a descubrir el sentido de la vida, a reflexionar sobre los condicionantes de la sociedad actual y a confiar en la capacidad de la política.
- En sus palabras preliminares, revela usted que este libro surge de anotaciones hechas en cuadernos a lo largo de una vida. Quisiera preguntarle por las circunstancias de esa escritura: cómo y en qué momento del día solía escribir, si hubo una rutina y cuántos cuadernos lleva escritos.
- Soy un gran lector. No por entretenimiento sino por tener avidez de conocimiento. Sobre el ser humano, la historia y la naturaleza. Los conocimientos acumulados forman lo que podría denominar mi paisaje, el territorio dentro del cual me desarrollo. Lo que leo y me interesa destacar sobre los temas más variados lo subrayo en el texto de los libros. Lo que he subrayado lo paso a cuadernos o en algunos casos si se trata de textos extensos saco fotocopias. Tengo alrededor de 20 cuadernos generales y unos veinte de temas especiales (historia argentina, relaciones internacionales, economía etc.). Desde mi adolescencia he hecho lo mismo: luego de leer subrayé y lo que subrayé lo conservé separadamente en cuadernos.
- Esa práctica de escritura continua sugiere un hombre ordenado y metódico, pero también un gran lector. Su reflexión abreva a lo largo de las páginas en una profusa lista de escritores, desde los griegos hasta los clásicos de la filosofía y la literatura universal. También se adivina una cierta francofilia. ¿Es así?
- He tenido dversos intereses según etapas de mi vida y circunstancias de trabajo profesional. Mis primeras lecturas fueron de literatura gauchesca. Pero la literatura y la historia argentina me interesó durante toda mi vida. Desde Bartolomé Hidalgo hasta el presente, he leído a Mármol, López, Bartolomé Mitre, Balestra, Saldías, John Lynch, Furlong, Alberdi, Ricardo Rojas, Manuel Gálvez, Félix Luna, Osvaldo Bayer, Busaniche y Levene, e incluso ensayistas recientes como Nicolás Shumway. Tuve una época en que interesé por las religiones y sabidurías ancestrales. Y siempre mantuve un particular interés por las lecturas sobe la cultura occidental, como Burckhardt, el Roman de la Rose, Dante, Rilke, Gibbon, Cervantes y casi toda la gran literatura española, Shakespeare, Lamartine, Voltaire, Santo Tomás, San Agustín. Al ingresar a la carrera diplomática me concentré en libros relacionados a las relaciones internacionales y la política. Después he leído con particular interés y dedicación sobre la cultura e historia latinoamericana (Rubén Darío, Manuel Ugarte, Vasconcelos y una gran cantidad de poetas, Alfonsina Storni, César Vallejo o Pablo Neruda) y sobre los escritos de filosofía oriental, la Grecia Clásica y la Antigüedad tardía. En general me interesan los ensayos sobre la cultura, como los de Paul Johnson, Yuval Harari, Arnold Hauser, Denis de Rougemont, Alfred Weber, Samuel Huntington, Eric Hobsbawm.
- Hay una larga tradición de diplomáticos que además fueron escritores, dos vocaciones que parecen ir muchas veces de la mano. ¿A quiénes destacaría en esa doble función?
- Efectivamente, la diplomacia y el interés por la cultura y la historia están unidos por una misma vocación que es la de conocer el mundo. En la Argentina no hay muchos diplomáticos que escriban sus memorias o textos de relaciones exteriores. Puedo recordar a Mansilla y a Cárcano.
- ¿"Saber ser" es un libro formativo?
- Se lo puede tomar como libro formativo pero también como un viaje a través del mundo y de la vida. Me apoyé sobre los conocimientos acumulados desde la época axial de la Humanidad que es, siguiendo a Jaspers, el siglo VI-V antes de Cristo.
- En su invitación a que el hombre aspire a su plenitud, usted valora el legado de distintas tradiciones y religiones. ¿Cuál es esa plenitud y cuál el camino que vislumbra?
- Sócrates fue el primero en enunciar que el propósito de la vida es ser feliz. Desde entonces todos los pensadores y filosofías salvo excepciones -Nietzsche y Kant entre otros- opinan lo mismo. También la mayoría de la visiones religiosas. Pero para ser felices a mi juicio hay un camino: la virtud. Ambos temas se vinculan con el apetito de la naturaleza profunda del ser que es alcanzar una plenitud. Cuando trato el tema de la realización del hombre en la sociedad actual destaco que la condición para su logro esencial es "La Libertad". Y a mi juicio, en la sociedad, tal como está estructurada actualmente, la política es el instrumento necesario para asegurar la garantía de la libertad del hombre. Muchos pretenden sustituir la política por la gestión. El arte de gobernar se dirige a los hombres. La administración concierne a las cosas. Debemos tener cuidado, estar alerta contra el copamiento del estado por los administradores de cosas. Es el camino seguro a la pérdida de libertad.
- ¿Vincula usted la falta de valores con la decadencia argentina? ¿Es algo sobre lo que viene pregonando desde antes, no es así?
- La falta de valores es sin duda una de las causas de lo que se llama la decadencia argentina, si así se puede llamar el declive que ha sufrido el país en las últimas décadas. En la Argentina muchos gobernantes son verdaderos impostores, no saben lo que deben saber para gobernar. Muchos factores confluyen en nuestra realidad social para configurar un cuadro verdaderamente preocupante para una nación que parecía destinada a ser una de las más prosperas y democráticas del mundo. Hemos fallado en algo: no somos prósperos y tenemos un símil de democracia. El sistema económico está desestructurado y el sistema político desarticulado bajo la hegemonía de un poder ejecutivo que todo lo puede, y todo lo anuncia. Pero también que todo lo olvida y nada cumple. Hay una verdadera manipulación de la opinión pública con una serie de ideas que se toman por ciertas y legítimas pero carecen de verdad. Una gran confusión nos inunda. El argentino en política ha olvidado que el objetivo es el bien común. Sin embargo los gobernantes, muchos o la mayoría de ellos, han dado rienda suelta a sus pasiones predilectas: el poder, la fama y la codicia. Lucio V. Mansilla, en el siglo XIX, dijo lo siguiente: "La Argentina es un país destinado a ser grande, pero su sociedad frívola y desarraigada lo impedirá".
- Algunos de sus libros anteriores ya son considerados clásicos de las relaciones internacionales argentinas. Usted también ha volcado su mirada hacia la historia argentina. Y ahora hacia el individuo, en su relación comunitaria. ¿Hay una concentración en su objeto de estudio? Y si es así, ¿a qué lo atribuye? ¿Cómo ubica este libro en perspectiva?
- Mi interés central es el desarrollo del ser humano, es decir lograr vivir con plenitud. No tengo pretensiones de enseñar sino de mostrar intelectualmente la sabiduría que el hombre acumuló sobre su propia vida. A mí me interesan todos los temas de lectura por los que el lector aprende algún conocimiento. No leo por entretenerme, ni para distraerme, sino para saber. Confucio nos aconsejaba estudiar toda la vida para mantener la juventud y San Pablo aconsejaba vivir sanándonos. ¡Estudiar y sanarse siempre no parece un mal programa! Siempre me interesé por todo. Confieso que poco por los deportes y menos por el psicoanálisis. Este libro es el primero de los ocho libros que he escrito que refleja en parte lo que verdaderamente soy. Me dio mucha alegría escribir Saber Ser. Fue una gran caminata por el aire libre.