Opinión
EL RINCON DEL HISTORIADOR

Mitre y Enrico Caruso

Enrico Caruso llegó a Buenos Aires el 3 de mayo de 1899 y el 14 debutó con Fedora en el teatro de la Opera. En esa sala interpretó el 24 de mayo La Traviata función a la que asistió el presidente Julio Argentino Roca. Los diarios fueron dispares en sus comentarios, aunque en general todos lo elogiaron, pero el 7 de julio proféticamente el diario de Bartolomé Mitre anunció: ``Caruso, el tenor de la voz preciosa, el gran Caruso, como tal vez se dirá algún día, cantó deliciosamente su romanza del segundo acto, y también hubo de repetirla''.

Retornó al año siguiente, y el 10 de mayo se puso en escena Mefistófeles, La Prensa que fue medida en sus elogios afirmó: ``El Señor Caruso ha vuelto con su bella voz, generosa, a veces en exceso, dominada con habilidad y buen gusto''. En ese momento también una epidemia de gripe asolaba la ciudad y había más de cincuenta mil afectados, a la que no fueron ajenos algunos integrantes de la compañía de la ópera. Este año Mitre seguramente no lo escuchó debido al luto que guardaba la familia por la muerte de su hijo Bartolomé Mitre y Vedia el 20 de abril. Sin embargo el 10 de agosto asistió en la Catedral al solemne funeral que se celebró en memoria de Humberto I, oficio en el que cantó Enrico Caruso.

Tal fue el éxito que había obtenido en Buenos Aires que 1901 habría de retornar ya consagrado, junto con una orquesta de 33 profesores pertenecientes al teatro La Scala de Milán dirigida por un joven músico Arturo Toscanini. Ese año también estuvo signado por una epidemia de viruela que se desarrolló en determinados barrios de la ciudad, como el de San Cristóbal, que además tenía un elevado índice de mortalidad, además de la clásica influenza o resfriados.

Aún impresionado por la muerte de su hijo, que era el tercero que sepultaba; Mitre permanecía activo como siempre y no era ajeno a las numerosas manifestaciones que se le organizaron en ocasión de celebrar su jubileo. El 25 de mayo el ministro de la Guerra y Marina coronel Pablo Ricchieri personalmente en nombre del gobierno y de las Fuerzas Armadas le expresó sus saludos en el día de la Patria. A la vez le habló de los festejos que habían organizado en su honor las autoridades e instituciones, solicitándole su aprobación, que el viejo tribuno hizo de inmediato.

A LOS OCHENTA

El miércoles 26 de junio de 1901 a la salida del sol, aunque a esa hora brilló por su ausencia, 21 cañonazos despertaron a los porteños en cada una de las 21 secciones del municipio. Mitre llegaba a los 80 años. A la mañana por disposición del ministro Ricchieri una compañía del Batallón 2 de Infantería con banda de música que llenó el ambiente de aires marciales, se apostó rindiendo honores frente a la casa de Mitre. Al mediodía, el sol reinaba sobre la ciudad y una agradable temperatura permitía que siguieran las celebraciones previstas teniendo un clima favorable.

A las 8.30 de la noche, Mitre ingresó a la sala del Teatro de la Opera, en medio de los aplausos y la ovación de más de 1.500 personas, no había un lugar.

Una persona que siendo muy joven presenció esa ceremonia, en ocasión del sesquicentenario del nacimiento el homenaje a Mitre que organizó la Comisión de Homenaje en el Teatro Nacional Cervantes el 25 de junio de 1971; decía que la ovación después del Himno Nacional había sido semejante.

El general se ubicó en el palco oficial, acompañado por Guillermo Udaondo, Enrique Frers y Uriburu, miembros de la Comisión de Homenaje. Acallados los aplausos que duraron largo tiempo, los acordes de la canción nacional ejecutado por la orquesta bajo la batuta de Arturo Toscanini y entonados por los presentes abrieron la función.

El primer compás de Rigoletto, la aparición de Caruso, como el duque de Mantua; de Hariclea Darclée en el papel de Gilda merecieron aclamaciones. En esa función el gran Caruso como bien se lo podía llamar tuvo que repetir ante la insistencia del público, tres veces el aria de La donna e mobile, ante el fastidio de Toscanini de cuyo mal carácter dio repetidas muestras.
 

En el segundo y tercer acto se sirvió un te, el general Mitre quedó gratamente impresionado de Caruso y Darclée especialmente como de la genialidad de Toscanini. Al finalizar la ceremonia la multitud pretendió desenganchar los caballos del coche que iba a trasladarlo a su casa, a lo que el general se opuso e hizo el trayecto caminando acompañado por una gran manifestación popular en medio de las aclamaciones de esa multitud, según lo comentaron los diarios de la época.

El 29 de junio se inauguró el bautisterio de la iglesia de San Nicolás de Bari, donde Mitre había sido bautizado. En la oportunidad Dalmiro Costa ejecutó su Ave María que cantó la Darclée, La Nación afirmaba: ``Pasó quejumbrosa, extinguiéndose la última nota y la concurrencia suspiró como al volver del éxtasis en que se había mantenido durante todo ese tiempo''. Finalizada la ceremonia Mitre se retiró el lugar con las acostumbradas aclamaciones mientras las bandas le rendían honores con la marcha Ituzaingó.

El 1º de julio Mitre concurrió a la casa de Manuel Láinez, donde estaba también entre los invitados su viejo contrincante en temas históricos don Vicente Fidel López. Nuevamente la Darclée, San Marco y el español Perelló de Segurola interpretaron arias y canciones, mientras que la orquesta de Furlotti ejecutó el vals Boston Fantastique

En la tarde 4 de julio Mitre fue anfitrión en su casa de una velada literaria y lírica, en la que Delia Della Guardia recitó el canto de Francesca de la Divina Comedia, y H. Darclée interpretó arias de óperas italianas y francesas. Seguramente quedaron maravillados porque semanas después Delfina Mitre de Drago, la hija del general, hizo una reunión en su residencia e invitó a la cantante que en la oportunidad los deslumbró con La Habanera de la ópera Carmen de Bizet.

Vaya este recuerdo a las fiestas musicales, en el jubileo de Mitre y el encuentro con Caruso, de cuya muerte este año conmemoraremos en agosto el centenario.