Opinión
Siete días de política

Milei enfrenta una oposición que no para de autodestruirse

Los problemas financieros del gobierno quedan en segundo plano ante el espectáculo de una oposición carente de líderes y de credibilidad. El costo de la violencia de Alberto lo pagará CFK

El triunfo de Javier Milei sobre las burocracias partidarias generó un escenario sin antecedentes: un presidente ajustador tiene menos desgaste político que la oposición.

Puesto en otros términos, sus mayores problemas son dos: la falta de dólares y una acumulación de vencimientos de la deuda que provoca vértigo. En los próximos seis meses vencen US$ 7.000 millones y no tiene en el Banco Central con qué pagarlos. Es llamativo que el FMI que tan generoso fue con Mauricio Macri y tan tolerante con Alberto Fernández no le entregue un dólar al primer presidente argentino que sobrecumple las metas comprometidas.

Además de la escasez de reservas, hay otras luces rojas que están empezando a prenderse en el tablero, por ejemplo, el aumento de más de 5 puntos de la inflación de julio en CABA y las dudas de los operadores sobre la emisión cero.

De todas maneras, el esquema armado por Luis Caputo sigue resistiendo. A principios de semana hubo un fuerte temblor financiero internacional que no provocó estragos en el mercado local. A los que reclamaron por lo que medios el levantamiento del cepo, no se les oyó decir una sola palabra sobre qué hubiese ocurrido si el gobierno les hubiera hecho caso.

Por otra parte, los dólares financieros continuaron bajo control y se espera que el IPC nacional empiece con un 3 para julio.

Este frágil marco económico y financiero no desgasta, sin embargo, al gobierno como ha ocurrido históricamente por la falta de alternativa viable al plan Milei-Caputo. No hay ni plan de reemplazo al ajuste, ni un sector político que pueda llevarlo adelante por falta de liderazgo.

Las reapariciones de Mauricio Macri, de Cristina Kirchner y la anunciada pero finalmente fallida de Sergio Massa son producto de esa situación. El líder del PRO intentó dar una lección de gestión al presidente que fue destruida con una sola frase por Federico Sturzenegger: “Milei hizo en un solo mes lo que Macri no pudo hacer en cuatro años”.

Al margen de las chicanas, el fundador del PRO no cumplió con las reformas prometidas por falta de decisión y porque armó para llegar al poder una coalición heterogénea con la UCR y Elisa Carrió que representan la quintaesencia del “statu quo” en política (la “casta” diría Milei) y que hoy enfrentan al gobierno o lo acompañan con reparos.

Macri quiere un lugar en el poder para la estructura que creó, pero además de fracasar en la gestión, ha perdido identidad. Evidencia de esto es la fuga de dirigentes por derecha (Bullrich) e izquierda (Rodríguez Larreta). El ex alcalde porteño salió de la escena, pero planea una alternativa centrista con compañía fácil de imaginar: Lousteau, Monzó, Massot. Este último quedó “pegado” políticamente el jueves en la comisión bicameral de DNU a los kirchneristas que lo llamaban muy divertidos por la situación para que se sentara a su lado (ver “Un incipiente camino del medio”).

En el caso del radicalismo hay un componente anárquico cada vez más visible. El miércoles el presidente del partido, Martín Lousteau, firmó junto al kirchnerismo un dictamen de un proyecto de reajuste jubilatorio con un costo calculado en el 0.4% del PBI que si se lleva a la práctica significaría un golpe letal al superávit fiscal y como consecuencia a la lucha contra la inflación. Otro senador radical Pablo Blanco también quedó del lado del kirchnerismo, mientras otros dos senadores de la UCR firmaron el dictamen del oficialismo. Coherencia, previsibilidad y credibilidad del centenario partido: cero.

Por último el peronismo, partido del que se esperaba que recuperase rápidamente el gobierno como lo hizo en los casos de Alfonsín, de la Rúa y Macri, se encuentra en una situación similar a la del 83: debe remover la vieja estructura dominante en la interna -el kirchnerismo-, pero carece de un líder alternativo. Como consecuencia de ese desierto se aprestaba a volver a escena Sergio Massa ayer con un acto en el sur de la provincia de Buenos Aires, pero se abstuvo. Menos mal, lo hubiera arrasado la tormenta mediática del “affaire” Alberto-Fabiola.

En pocos días Cristina Kirchner se ha visto en dos situaciones que destruyeron su discurso “progre”: el fraude en Venezuela y las denuncias por violencia de género contra el ex presidente. En ambas quedó descolocada. Justificó tibiamente lo indefendible -la violación de la democracia y de los derechos humanos- quedando mal con dios con el diablo porque el chavismo la repudió.

Con el caso de Fernández perdió la bandera del feminismo que sus aliados usaron cínicamente con fines políticos. Si no puede ser candidata presidencial porque perdería cualquier elección y tampoco convertirse en la gran electora como demuestra el caso Fernández, si entregó las banderas que la identificaban, ¿qué activo político le queda para reclamar la conducción del peronismo?