Los mercados siguieron con viento franco, a pesar de las profecías de periodistas y economistas sobre un dólar supuestamente subvaluado, un “carry trade” sin freno y una eventual crisis cambiaria cuando los hoy entusiastas tenedores de pesos los quieran volver a convertir en billetes verdes.
En ese marco los políticos que están en posiciones de poder han optado por callar y hasta se rompió la CGT. Los gobernadores casi no aparecen en los medios. Saben que atacar a un gobierno en control de la macro es un error. Desde el otro lado del tablero Javier Milei aprovechó la ocasión para aumentar su poder y lo hizo en el plano interno aplicando un escarmiento sin antecedentes a su segunda, Victoria Villarruel.
La encuadró al estilo peronista declarándola fuera del poder e integrante de la “casta”. Le arrancó las jinetas frente a las cámaras de televisión y puso de manifiesto una vez más que bajo el actual gobierno “el que las hace, las paga” en todos los sentidos posibles de la expresión. Todos son responsables de sus errores y salen eyectados sin miramientos. Por eso el récord de funcionarios defenestrados desde que Milei pisó la Casa Rosada.
El principal error de Villarruel fue considerar que Milei era un presidente débil por haber asumido con una inédita falta de poder institucional. Se creyó una pieza clave, jugó a fomentar un poder autónomo, a tener su propia agenda y a utilizar a los medios para hacer esa campaña. Esto es, a los mismos medios que son los enemigos declarados del presidente. Lo llamó “jamoncito” y confraternizó con el ultra k José Mayans que lo denigra cada vez que abre la boca.
La vicepresidente no es una conspiradora, pero semejante torpeza puede alentar cualquier confusión. Además, no tiene peso político para ninguna maniobra que exceda las operaciones de prensa más elementales. Nadie en el oficialismo alzó la voz en su defensa. No tiene tanques para sacar a la calle y tampoco tiene calle.
Tampoco es un “Chacho” Álvarez, razón por la cual el conflicto no cambia demasiado el panorama. El poder de Milei tiene otra fuente: el Ministerio de Economía. La consecuencia más lógica de este insólito episodio es que la vice no podrá poner candidatos propios en las listas de 2025, como no pudo poner ministros en el gabinete (ver “Primeros candidatos”).
Durante la semana Milei alternó esta confrontación interna con un fuerte crecimiento de su exposición internacional. Después de su paso por los Estados Unidos y su encuentro con el victorioso Donald Trump, viajó a la reunión del G20 con antecedentes que auguraban conflictos con el anfitrión, el presidente Lula, y en torno a la declaración final del grupo. Esos choques, sin embargo, no se produjeron a causa de un inesperado giro pragmático.
Los precedentes no eran buenos. Había retirado a la delegación argentina de la cumbre del cambio climático de la ONU en Bakú. La decisión había generado críticas de la progresía nativa, pero casi no tuvo efectos prácticos. Argentina es por población y por emisiones un país con poca relevancia en la cuestión.
En sentido contrario no adherir a la declaración del G20 hubiera significado un fracaso, en particular para el organizador, el gobierno brasileño. Finalmente, Milei aceptó una salida de transacción. Firmó la declaración, pero expresó su rechazo a algunos puntos como el impuesto a los ricos, la limitación de la libertad de expresión en las redes, las políticas de género, etcétera. El habitual catecismo libertario.
La reunión central del presidente fue con su colega Xi Jinping con quien tiene más afinidades de las que a ambos les gustaría admitir. Los chinos están en plan de ingresar en América latina en busca de materia primas y obras de infraestructura. Inauguraron recientemente un megapuerto en Perú (Chancai) y en el caso argentino tienen interés en la Hidrovía. Washington observa con atención ese progresivo despliegue de su enemigo global en su patio trasero. Hoy Milei es su baza más confiable en el área.
De todas maneras, el presidente libertario –muy alineado políticamente con la Casa Blanca—en este caso también parece estar moviéndose cómodo en el terreno transaccional. Es aliado geopolítico de los Estados Unidos, pero no considera que ese hecho le impida ser socio de negocios con los chinos.
En síntesis, la pasada fue otra semana satisfactoria para el gobierno. Sin embargo, la que se inicia presenta la habitual incertidumbre. Es la última de sesiones ordinarias. El presidente mantuvo prácticamente cerrado el Congreso los últimos dos meses, pero la oposición puede aprobar proyectos conflictivos que le resten poder o rechazar algún DNU afectando la gobernabilidad. Será la última pulseada del año parlamentario más atípico que se recuerde desde 1984.