Hace un siglo y medio -el domingo 28 de febrero de 1875- en la residencia familiar de Brunoy, falleció Mercedes Tomasa San Martín única hija del general San Martín, casada con Mariano Balcarce.
Se habían instalado a esa casa hacia 1860 después del retiro del jefe de la familia de su tarea como representante diplomático del Estado de Buenos Aires. A poco de instalados murió su hija mayor María Mercedes, era soltera y tenía 26 años, los padres hicieron construir una bóveda en el cementerio local para depositar sus restos, y poco después en noviembre de 1861 llegaron para descansar en el mismo lugar los restos de su ilustre abuelo.
En el momento final de Mercedes estaba su marido y su hija Josefa Dominga, que se había casado en junio de 1861 con el diplomático mexicano Eduardo María de los Dolores Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina.
Merceditas nació en Mendoza un 24 de agosto de 1816, y una semana después recibió el bautismo de manos del capellán Lorenzo Güiraldes con el padrinazgo de José Antonio Álvarez Condarco y Josefa Álvarez de Delgado.
Ante la noticia de su nacimiento el Cabildo local como testimonio de reconocimiento a su padre le donó 200 cuadras de tierra en los Barriales, San Martín con la austeridad que lo caracterizó toda su vida renunció al obsequio, pero las autoridades le negarán el ejercicio de la patria potestad en este caso por ser un perjuicio para la niña. Pocos meses después comenzó la campaña de los Andes que significó la primera separación familiar.
Enferma Remedios, se instaló en Buenos Aires y la niña recibió todas las atenciones y mimos de su abuela doña Tomasa de la Quintana de Escalada, que enviudó en 1821 y veía día agravarse el estado de su hija.
A la muerte de Remedios esos cariños se multiplicaron al extremo, cuando en diciembre de 1823 llegó San Martín a Buenos Aires decidió partir rumbo a Europa para mejorar su educación y alejarse de la vida pública.
UNA OCUPACION
Si tuvo San Martín una ocupación, más que una preocupación, fue la educación de su hija Mercedes, porque fue un padre presente para usar un término tan actual. La niña quedó estudiando en un internado en Londres, pero la visitaba de manera frecuente. Es un tema recurrente en toda la correspondencia de esos años. A Guido le manifestó: “Cada día me felicito más y más de mi determinación de haberla conducido a Europa y arrancado de al lado de doña Tomasa; esta amable señora con el excesivo cariño que le tenía, me la habían resabiado (como dicen los paisanos) en términos que era un diablotín. La mutación que se ha operado en su carácter es tan marcada como la que ha experimentado en figura. El inglés y el francés y su adelanto en dibujo y música son sorprendentes. Ud. me dirá que un padre es un juez muy parcial para dar su opinión, sin embargo mis observaciones son hechas con todo el desprendimiento de un extraño, porque conozco que de un juicio equivocado pende el mal éxito de su educación”.
En términos semejantes le comentó a Miguel de Riglos: “Mercedes sigue haciendo sus progresos: la señora del Capitán Heywood, que la ama como una hija, me dice que habla el inglés como si hubiese nacido en el país, y que su afición al dibujo y sus rápidos adelantos en este punto sorprenden”. Pero poco después se encontró con este inconveniente, que sabemos pudo solucionar: “A fin de mes pienso hacer una visita a Mercedes; ésta, según me escriben, ha olvidado enteramente el español pero en breve lo volverá a adquirir, ella hace progresos en la música y en el dibujo”.
A su vez le confiaba a otro amigo: “para setiembre próximo pienso traerme a Mercedes, pues para ese tiempo ya estará corriente en el inglés". Ya en Bruselas decidió internarla en uno de sus “excelentes colegios” y agregaba este beneficio “me costará la mitad menos y yo tendré el gusto de estar a su lado”.
Poco después afirmaba: “Tengo a Mercedes en mi compañía, aún no ha pasado al colegio en razón de que habiendo olvidado enteramente el castellano no quiero separarla de mi lado hasta que vuelva a adquirirlo completamente. Los progresos que ha hecho en un año y la docilidad que por ahora presenta su carácter me promete que su educación será aprovechada”. Sabemos de esos años que además cultivaba la pintura con buen éxito, como lo demuestran algunos retratos.
En abril de 1827 le confiaba con angustia a Miller: “Mi espíritu ha sufrido infinitamente, pues Mercedes ha estado a las puertas del sepulcro de resultas del sarampión o como acá se llama a la fiebre escarlatina, enfermedad que atacó a casi todas las niñas de la pensión; felizmente la chiquita está fuera de todo peligro pues hace tres días se levantó por primera vez”. Meses después le anunciaba que estaba “buena, y mucho más robusta que antes de su peligrosa enfermedad; ésta y mi hermano lo saludan”. Y al terminar 1827 a O´Higgins: “Yo pienso permanecer en Europa dos años más, tiempo que creo necesario para concluir la educación de mi hija”.
LAS MAXIMAS
A ella le escribió hace dos siglos las famosas máximas:
1 - Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que nos perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole la ventana para que saliese: “Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos”.
2. -Inspirarla amor a la verdad y odio a la mentira.
3 - Inspirarla gran confianza y amistad pero uniendo el respeto.
4 - Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.
5 - Respeto sobre la propiedad ajena.
6 - Acostumbrarla a guardar un secreto.
7 - Inspirarla sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
8 - Dulzura con los criados, pobres y viejos.
9 - Que hable poco y lo preciso.
10 - Acostumbrarla a estar formal en la mesa.
11 - Amor al aseo y desprecio al lujo”.
HISTORIA ROMANTICA
Para evitar la epidemia de cólera de 1832 en París, el Libertador y su hija se trasladaron a Montmorency a 20 kilómetros de la capital, acompañados por el fiel criado Eusebio Soto, pero el mal los atacó, y fueron solícitamente atendidos por Mariano Balcarce que estaba empleado en la legación en París. San Martín en carta a O´Higgins reconoció que “su juiciosidad no guarda proporción con su edad de 24 años; amable, instruido, aplicado, ha sabido hacerse amar y respetar de cuantos lo han tratado”.
Una historia romántica, porque Mercedes se casó el 13 de setiembre de 1832 con el joven Balcarce, hijo del antiguo camarada de armas de San Martín el general Antonio González Balcarce y de doña Dominga Buchardo.
Prueba del afecto de que gozaba el general, fueron testigos de la boda el coronel peruano Juan Manuel Iturregui, su colaborador durante la campaña en Lima y José Joaquín Pérez Mascayano, que se ocupaba de las relaciones comerciales de Chile en Europa y posteriormente ocupó la presidencia de su país de 1861 a 1871.
Entre otros concurrentes se encontraban los chilenos José Manuel y José María de la Barra, todos se dirigieron al restaurante parisino Chez Grignon, donde invitados por San Martín no faltaron los brindis con champagne por la nueva pareja.
Esta partió para Buenos Aires, donde Mercedes se reencontró con su familia, ciudad en la que nació el 14 de octubre de 1833 su primogénita María Mercedes de la que fueron padrinos el teniente coronel Mariano Moreno (hijo del secretario de la Junta) y su bisabuela doña Tomasa de la Quintana de Escalada, que mucho se sorprendió al ver el cambio y la educación de su nieta. La pareja volvió a Francia, donde nació Josefa el 14 de julio de 1836.
TATITA
La vida de Mercedes fue de total dedicación a su padre Tatita como lo llamaba en la intimidad, lo mismo que la veneración de su yerno Mariano Balcarce, que cuando hablaba de él decía Padre. Ellos estuvieron a su lado en todo momento y aún en el momento final en Boulogne Sur-Mer el 17 de agosto de 1850.
En 1854, Mariano Balcarce adquirió, en el pueblo de Brunoy, a veinte kilómetros de París, una propiedad que había pertenecido, entre otros, al conde de Provence, hermano de Luis XVI y quien luego sería el rey Luis XVIII. Allí se instaló la familia llevando consigo sus bienes junto con las pertenencias del Libertador, sus documentos, etc.
A pedido del general Mitre en 1861 Balcarce de acuerdo con su mujer le envió algunos documentos para la historia del Libertador que pensaba escribir. Curiosamente al día siguiente de la muerte de Mercedes, el 1º de marzo de 1875 aparecía en La Nación el primer capítulo de la historia de San Martín, escrito por Mitre, sobre lo que comentaremos en una próxima nota.
Nosotros hemos tenido la fortuna que ella, como su marido hayan inculcado también a su hija Josefa este amor por nuestra tierra, ya que todos los documentos y pertenencias del Libertador se encuentran entre nosotros por su voluntad. En 1951 los restos de Mercedes Tomasa, Mariano Balcarce y su hija María Mercedes fueron repatriados, no así los de Josefa, por ser ciudadana francesa y por su actuación durante la Primera Guerra Mundial, es considerada una heroína por esa República.
El 11 de diciembre, los despojos mortales fueron recibidos en el puerto de Buenos Aires, tras una breve ceremonia, fueron depositados transitoriamente en la sede del Instituto Nacional Sanmartiniano. Al día siguiente, desde allí fueron trasladados hacia la estación del ferrocarril General San Martín en Retiro, rindiendo honores efectivos del Regimiento de Granaderos a Caballo; depositados en un tren especial que partió a las 11.50 horas con destino a Mendoza.
En el Salón Rojo de la Casa de Gobierno provincial capilla ardiente y al día siguiente, fueron trasladados al mausoleo preparado en la Basílica de San Francisco, en donde hoy descansan.
El mejor elogio al recordarla en este 150 aniversario son las palabras que el Libertador le dedicó en su testamento en 1544: “El constante cariño y esmero que siempre me ha manifestado, han recompensado con usura todos mis desvelos, haciendo mi vejez feliz: yo le ruego continuar con el mismo cuidado y contracción la educación de sus hijas (a las que abrazo con todo mi corazón) si es que a su vez quiere tener la misma feliz suerte que yo he tenido”.