Opinión
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´Medicar´ el vivir (II)
“Después de miles de años de filosofía y religión quedamos a la intemperie: la era de la técnica y del marketing nada nos puede decir sobre esto; es ausencia de filosofía, germen de la ´intemperie humana´”. (Octavio Paz).
Dentro de los presupuestos del futuro que ya es actual en Occidente el pensamiento de ciertos filósofos y sociólogos habla que será necesario “medicar el vivir” (el daño para la salud parece no importar) y esto unido a la caída de la vida familiar y la plusvalía que genera la enfermedad de miles configura un continente de “sujetos a la intemperie”.
Así como la eutanasia gana adeptos, la eugenesia, la limitación de la natalidad, la eliminación de las diferencias sexuales con hormonización incluida siendo aun menores, etc, etc también el uso de drogas adquiere un tiente más eufemístico llamándosela “medicar el vivir”. ¿Para que la psicoterapia?, el uso de la palabra para resolver o aceptar problemas humanos no tiene buena prensa.
La banalización del consumo de drogas es total. Ya impuesto el tabaco (la nicotina es la primer droga de alta dependencia y que causa multitud de daños), el alcohol también como signo de la fiesta y la celebración y lanzado desde la pubertad (Argentina es el primer país del consumo de toda América en los jóvenes incluido U.S.A.). Dada esta situación recuerdo aquel embajador argentino que me decía en su despacho en Washington que la marihuana era la droga del futuro por la multitud de intereses en juego a inicios del 2.000.
Desde que comencé a estudiar las adicciones en Europa y EE.UU. mis maestros solamente con la evidencia clínica decían que la marihuana era la droga “portera” por excelencia, o sea en términos comunes un “abrepuertas” de otras sustancias. Hoy sabemos que el cerebro en sus sistemas de placer (sistemas de recompensa) queda virtualmente “hipotecado” especialmente cuando se comienza en edades puberales.
Se fue imponiendo con la hábil treta de su uso medicinal del CBD (útil en epilepsias refractarias como uno de los componentes del cannabis); pero detrás de esto se montó un verdadero “caballo de Troya “en donde la marihuana y fundamentalmente el T.H.C. (sustancia alucinógena y causante de multitud de enfermedades psiquiátricas) se fue imponiendo como un rito de iniciación en la pubertad.
La industria se potencia con la utilización del marketing del consumo utilizando distintas vías tecnológicas y a ídolos populares consumidores. Todo vale para aumentar la plusvalía. El paso siguiente es la cocaína con grandes países de América Latina dependientes de su producción y venta. El “crac” o sea la piedra de cocaína mezclada con bicarbonato de sodio cuyo humo se inhala también se instala luego las puertas abiertas por todas las drogas anteriores. En 10 segundos se siente el efecto de euforia, aumento de energía y disminución de la fatiga y al mismo tiempo pánico e insomnio.
LA LLEGADA A LOS NARCOTICOS
La gente no solo busca medicamentos, y no me refiero a la necesidad de muchos pacientes de medicaciones psiquiátricas dadas por especialistas médicos, sino a narcóticos.
En Grecia, era el narciso (Narkisos) la flor que cautiva; era la planta para las tumbas en los cementerios. Alude a la muerte. Cautiverio con los narcóticos que nos llevaba a la muerte. Así, vamos muriendo nosotros mismos cuando quedamos presos de ese narcisismo que nos cautiva con la droga. Vamos perdiendo nuestra identidad.
Vamos llegando así a “un perpetuo arresto en casa”, en términos de Ortega y Gasset, al “autismo tóxico”, cuando en realidad “nos salvamos con las cosas”, como él filósofo dice. De ahí el célebre dicho sobre los argentinos de Ortega: “Argentinos… a las cosas… basta de mirarse al espejo”.
Surge así el vaciamiento del sí mismo con la señal de angustia como marca permanente de la devaluación humana. La droga es vendida como un “plus” de alivio de esta neurosis colectiva y la promesa de volver al paraíso perdido.
El narcisismo se transforma en el eje de la existencia. Este hecho es paralelo a la caída de la noción de parentesco (des-familiarización creciente) y entonces el joven queda naufragando solo en un mundo que parece no entender. La adicción, mientras tanto, asegura la manipulación y el control social con el silencio de los manipulados y todo esto asegura un disciplinamiento social.
INTEMPERIE MASIVA
La intemperie masiva va generando una multitud de “desaparecidos sin nombre”. Charles Baudelaire dice que el alcohol se empieza a convertir en la religión de los “desesperados” y de la misma manera con la marihuana.
La des-familiarización lleva a un apego temprano deficitario unido a un troquelado de redes neuronales también deficitario en el desarrollo neurológico y por ende cognitivo; a mayor desvalimiento infantil mayor posibilidad de un fenotipo vulnerable con un aumento de la actividad noradrenérgica y la baja de la actividad serotoninérgica y el aumento del eje hipotalámico con estados alerta permanente (el distress, la hiperkinesia infantil y los ataques de pánico que ahí tienen un suelo nutricio).
La cultura, su capital social con las redes institucionales, y el capital humano, ligado al amor hecho palabras en la casa y en la escuela, alimentan la sinaptogénesis, o sea el desarrollo pleno del cerebro. Se va dando, cuando el capital humano y el capital social fallan, la renuncia al homo sapiens que es la renuncia a la carta de los pueblos de Occidente a “la lucidez y la razón”. En Grecia no se aceptaba aquello que enturbiaba la realidad.
LOS ESTUPEFACIENTES
En 2017, 271 millones de personas consumieron algún tipo de sustancia estupefaciente. Esto quiere decir que más del 5,5 por ciento de la población mundial, entre 15 y 64 años, tuvo contacto con las drogas.
El informe Mundial sobre drogas, publicado por la Oficina de Naciones Unidas contra la droga y el delito (Unodc) alerta de un aumento de casi 30 por ciento en los últimos ocho años. Si las personas que consumieron drogas formasen un país, ocuparían el cuarto puesto en número de habitantes.
La droga preferida continúa siendo el cannabis y derivados con casi 300 millones de personas, mientras los consumidores de opioides alcanzaron los 53 millones, una cifra que llama la atención, ya que representa un aumento del 56 por ciento con respecto a estudios anteriores.
Hay una batalla cultural en la que el cannabis ha triunfado, siendo ésta el ‘Caballo de Troya’ de todas las drogas. Hoy los opioides producen un gran daño. Existe una mayor prevalencia de su uso en África, Asia, Europa y América del Norte (el fentanilo está haciendo estragos).
De los consumidores totales, 585.000 aproximadamente fallecieron durante el 2017. Dos de cada tres muertes relacionadas con el consumo de drogas en todo el mundo corresponden a los opioides (hoy especialmente el fentanilo). Hoy en los Estados Unidos se estima en 300 muertes diarias por el uso de fentanilo.
En España el 15 por ciento de la población consume cannabis, casi el 15 por ciento entre los hombres. Pero es que en Baleares la cifra global asciende al 20,5 por ciento llegando las mujeres a casi el 15 por ciento y en los hombres más de uno de cada cuatro (26 por ciento). Le sigue Cataluña, la segunda comunidad en población y PIB, con un 14 por ciento del total que alcanza a uno de cada cinco los hombres.
La población “emporrada” tiene una magnitud importante, mayor cuando más joven es. ¿Alguien cree que todo esto carece de consecuencias globales, sociales, culturales, económicas, incluso políticas? La sociedad, las políticas públicas, tratan todo esto como hechos aislados, estrictamente individuales, abordados mediante la falta de campañas de prevención cuyo resultado están en falta y el número de adolescentes que fuman cannabis se multiplica.
El resultado es el crecimiento en el conjunto de la población de un aumento del consumo a largo plazo. La prevención como fenómeno global y masivo está cancelada.