El inesperado y muy parejo resultado de las primarias obligó a los candidatos a rediseñar sus estrategias. En ese plano el que más trabajo tiene es Sergio Massa que no sólo salió tercero, sino que ese traspié, combinado con el cada vez más acelerado deterioro de la economía, aumentó su aislamiento político.
Tan crítica es su situación que tuvo que poner a su esposa, recientemente derrotada en la elección por la intendencia de Tigre, a controlar la campaña, tarea de la que estaba supuestamente encargado Wado De Pedro. Una decisión inevitable tras varias semanas de silencio sepulcral de Cristina Kirchner.
Con una inflación del 130%, una pobreza del 40% y una recesión cada vez más marcada Massa no tiene nada para ofrecer a los votantes y cuando les ofrece algo queda al borde del ridículo. Se asfixia con su propio humo, por ejemplo, cuando promete eliminar el impuesto a las ganancias para las personas físicas y le deja a Patricia Bullrich servida la oportunidad de pedirle que lo haga sin más demora, que no espere al 11 de diciembre, ya que está al frente del Ministerio de Economía. Un verdadero gol en contra.
Además ese recorte impositivo está fuera de la realidad. Tendría como resultado una pérdida de recaudación estimada en dos puntos y medio del PBI. Su impacto en la situación fiscal sería letal, ya que golpearía al Tesoro en medio de una situación ya muy difícil. La única manera de restablecer esa pérdida de recaudación sería con más emisión.
Para atenuar su soledad el ministro-candidato organizó una comida en la que se mostró rodeado de su gabinete, pero en la que no hubo fotos con los caciques de la CGT. También se reunió con gobernadores en Tucumán para mostrar que todavía cuenta con el aparato peronista.
En su afán por no dejar vacío el escenario, pero sin nada alentador que decir, apeló a un recurso insólito: la crítica a sus antecesores oficialistas. Apuntó a “gente” innominada, pero identificable con Martín Guzmán.
Admitió por otra parte que la expansión monetaria para pagar un gasto público desbordado “hoy la gente la paga con inflación”. Este reconocimiento vino después de un año de gestión con resultados peores que los de Guzmán.
En suma, lidera una campaña desordenada, sin libreto y sin futuro en la que reconoce que el pasado mes de agosto fue “el peor en 25 años” (ver “La inflación de los pobres”). Tanta sinceridad hace superflua las críticas opositoras. Hoy más que nunca depende del voto duro de Cristina Kirchner, al que hasta ahora no le agregó nada.
También Axel Kicillof le pidió auxilio a la vice, aunque en el peor momento: cuando ambos aparecen como principales responsables del ruinoso negocio de la reestatización de YPF por el que una jueza neoyorquina condenó al país a pagar 16 mil millones de dólares. Hoy la empresa vale US$ 6000.
Cuando en su momento la oposición cuestionó la manera en que estaba haciendo la reestatización y sus inevitables consecuencias legales para el país, Kicillof le contestó con una frase mezcla de arrogancia y descaro que pinta de cuerpo entero al kirchnerismo: “Tarados son los que piensan que el Estado tiene que ser estúpido y comprar todo según la ley”.
No sólo Unión por la Patria, sin embargo, enfrenta un futuro incierto. Tras haber ganado las PASO Javier Milei tuvo fuerte presencia en los medios y fijó la agenda de campaña, pero el viento a su favor parece estar amainando. La promesa de dolarización resulta difícil de cumplir sin reservas en el Banco Central y su vocero Darío Epstein terminó por aceptarlo en público.
A lo que debe añadirse un enemigo inesperado por Milei: el “establishment” económico, en particular el financiero. El principal vocero del sector, “The Economist”, lo caracterizó como “un peligro para la democracia”. La publicación británica definió sin miramientos al candidato de La Libertad Avanza como “intemperante, imprudente y extravagante” y afirmó que “sus políticas están mal pensadas”.
La influencia de ese referente económico mundial es con seguridad nula en el tercer cordón del conurbano, pero expresa el rechazo de los bancos a la dolarización. El Instituto Internacional de Finanzas también la rechazó al considerar que le quitará flexibilidad cambiaria al país y derivará en una fuerte recesión. La postura de los banqueros tiene explicación: ¿cómo van a remplazar el muy remunerativo negocio de prestarle pesos al estado argentino a tasas siderales si los pesos desaparecen?
El libertario fue convocado el viernes a los Estados Unidos en un viaje que desde su entorno se calificó como “privado”, pero lo concreto es que Epstein y Juan Nápoli tuvieron que dar explicaciones otra vez. El Departamento de Estado está inquieto por sus planes y por su estabilidad emocional. Y bancos y fondos de inversión, también.